Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Mazón intenta reescribir su agenda de las horas clave del día de la DANA
Casa por casa con Cruz Roja: “Trabajé en dos tsunamis en Filipinas y esto es parecido”
Que la próxima tragedia no nos pille con un gobierno del PP. Opina Isaac Rosa

¿Otro gobierno a la italiana?

En mayo de 2018 la Lega (antes conocida como Liga Norte) y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) alcanzaron un acuerdo para formar gobierno en Italia. Dicho acuerdo parecía canalizar un sentimiento extendido por buena parte de los italianos contrario a las fuerzas del establishment. De hecho, el apoyo que habían recibido ambos partidos, en suma, llegaba al 50 por ciento de los votos.

Aunque el denominado gobierno giallo-verde no representa el primer experimento de coalición populista en la historia de la Segunda República italiana -de hecho, todos los gobiernos liderados por Silvio Berlusconi fueron apoyados por dos fuerzas populistas: la Liga Norte y Forza Italia-, no es menos cierto que la coalición M5S-Lega, puede considerarse una coalición excepcional por, al menos, dos razones. Primero, porque ambos partidos difieren completamente en términos ideológicos (excluyendo el componente populista que sí comparten) y, segundo, porque mientras que la mayoría parlamentaria que apoyaba los gobiernos Berlusconi no estaba formada exclusivamente por partidos populistas, el Gobierno Conte I significaría, stricto sensu, la primera coalición puramente populista.

Sin embargo, la excepcionalidad de esta coalición tuvo un corto recorrido. Pasado apenas un año, en agosto de 2019, el Gobierno terminó por romperse. Matteo Salvini había impulsado una moción de censura que respondía a un claro cálculo electoral. Por un lado, las encuestas le deparaban una subida en votos que lo colocaba en los primeros puestos de salida y, por el otro, los buenos resultados cosechados en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, en la que había sido primera fuerza, alentaban al líder de la Lega a romper el acuerdo con M5S.

Tras la denominada crisis del mojito, la primera gran coalición populista europea (con la excepción de la colación entre Syriza e Independientes Griegos en Grecia), tocó a su fin. Todo hacía prever que nuevas elecciones serían convocadas y que la Lega, antes un partido de derechas y regionalista del norte, ahora una formación populista de la derecha radical con un discurso nacionalista y contrario a la inmigración, sería capaz de alcanzar una mayoría de votos gracias a un discurso contra el Sur y la “Roma ladrona”. Nada más lejos de la realidad, el candidato de consenso de M5S y la Lega, Giussepe Conte, quién dimitió del Gobierno a mediados de agosto, volvería a ser elegido presidente, esta vez por el M5S y el Partido Democrático (PD) (la fuerza tradicional socialdemócrata) solo unos días más tarde de su dimisión.

La coalición de PD y M5S suponía, sin duda, una rara avis. Ambos habían protagonizado un enfrentamiento férreo desde que, en 2010, surgiese la formación populista, por aquel entonces, liderada a nivel nacional por el cómico Beppe Grillo. De hecho, el M5S había visto en el PD su claro adversario político, de ellos pretendía (y así fue en 2013) absorber a los votantes más descontentos con los socialdemócratas – aunque también es cierto que, gracias a un discurso más allá de la lógica izquierda-derecha, fue capaz de canalizar el voto de ex simpatizantes de la Lega y Fuerza Italia. Un claro ejemplo de esta confrontación entre M5S y PD ha sido el prolongado conflicto por la construcción del Tren de Alta Velocidad (TAV), que conectará Turín con Lyon, y que ha llevado a notables choques en el Senado entre los partidarios de seguir con el gasto de este proyecto (PD entre otros) y los opositores (M5S).

En fin, pese a que un gobierno PD-M5S era algo difícil de prever, lo cierto es que, en pocos días, fue capaz de configurarse y, tras la veraniega crisis de gobierno, echar a andar en poco tiempo. Sin embargo, a nadie se le escapa que esta coalición ad hoc podría tener igual recorrido que su antecesora. De hecho, las razones de voto a ambos partidos son bien distintas, siendo sus electores muy diferentes.

Figura 1. Factores explicativos del voto a M5S y PD, elecciones generales 2018

Fuente: ITANES 2018

Así, con el objetivo de dar respuesta a la pregunta de hasta qué punto podemos esperar que el nuevo gobierno traiga, al menos, más estabilidad que el saliente, la Figura 1 muestra las probabilidades de voto a ambos partidos en las elecciones italianas de 2018 en función de una serie de variables. Si ambos partidos compartiesen una base electoral similar, o con diferencias de matiz, podría facilitar a los partidos (idealmente correa de transmisión a las instituciones de las demandas de sus votantes) el mantener su apoyo a la coalición de gobierno.

La interpretación de la figura es sencilla. Para saber qué factores (sociales y demográficos, económicos o políticos) afectan al voto a cada partido, y en que dirección, debemos fijarnos en la relación de cada punto (los que representan al M5S, más oscuros, y los del PD, más claros) con el valor 0, señalado con una línea vertical discontinua de color rojo. Cuando los puntos de cada factor están a la derecha de la línea vertical señalada por el 0, el efecto sobre la probabilidad de votar a M5S o PD es positivo; y su efecto es negativo, por el contrario, si se sitúa a la izquierda. Si toca la línea roja, no tiene efecto. 

De este modo, aunque en términos de edad, estudios, valoración de la economía, ideología (los más de izquierdas mostraron mayor propensión a votar al PD), o confianza en el Parlamento hay diferencias entre ambos partidos, el elemento que podría suponer mayor discrepancia es el de la inmigración. Mientras que aquellos que consideran que los inmigrantes suponen un elemento negativo para la economía italiana, exhibieron una mayor propensión a votar al M5S, los votantes del PD destacan por ubicarse justo en la posición contraria. Aunque algún trabajo reciente haya señalado que en términos de actitudes ante la inmigración los programas políticos de M5S y Lega difieren notablemente, los recientes datos de ITANES apuntan a que sus bases electorales tienen percepciones similares sobre lo positivo y negativo de la inmigración para Italia. La nueva coalición parece por tanto más dividida sobre la inmigración que la coalición saliente. Si el debate político gira en torno a esta cuestión, o a la Unión Europea, podría ser que PD y M5S tuvieran que enfrentarse a potenciales divisiones en el Gobierno.  

La pregunta del millón está relacionada con las posibilidades que tiene esta coalición de sobrevivir en el tiempo. En este sentido, al menos, dos son las condiciones que deben darse: En primer lugar, la coalición depende en parte del equilibrio de poder interno del PD que, después de la salida de Matteo Renzi del partido, continúa estando profundamente fragmentado. En segundo lugar, el futuro de la coalición dependerá del hecho de que la extrema volatilidad ideológica del liderazgo del M5S sea apoyada por sus electores, es decir, que el clamor de las calles no levante su silencio para denunciar una coalición tan inverosímil o más que la primera.

En mayo de 2018 la Lega (antes conocida como Liga Norte) y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) alcanzaron un acuerdo para formar gobierno en Italia. Dicho acuerdo parecía canalizar un sentimiento extendido por buena parte de los italianos contrario a las fuerzas del establishment. De hecho, el apoyo que habían recibido ambos partidos, en suma, llegaba al 50 por ciento de los votos.

Aunque el denominado gobierno giallo-verde no representa el primer experimento de coalición populista en la historia de la Segunda República italiana -de hecho, todos los gobiernos liderados por Silvio Berlusconi fueron apoyados por dos fuerzas populistas: la Liga Norte y Forza Italia-, no es menos cierto que la coalición M5S-Lega, puede considerarse una coalición excepcional por, al menos, dos razones. Primero, porque ambos partidos difieren completamente en términos ideológicos (excluyendo el componente populista que sí comparten) y, segundo, porque mientras que la mayoría parlamentaria que apoyaba los gobiernos Berlusconi no estaba formada exclusivamente por partidos populistas, el Gobierno Conte I significaría, stricto sensu, la primera coalición puramente populista.