El devenir de la política española desde el momento cero del nuevo ciclo político, inaugurado con las elecciones generales del 2015, ha estado condicionado en gran medida por la evolución de los votantes desleales. Son votantes dispuestos a abandonar a los partidos que apoyaron en las elecciones, bien porque se deciden por otras formaciones políticas o porque pasan a formar parte del séquito de la indecisión/abstención. Fijar la lealtad de nuevos votantes ha sido la obsesión de todos los partidos políticos, una tarea más difícil debido al aumento de la oferta política y, por lo tanto, de las opciones de salida para quienes se muestran insatisfechos con su voto.
La existencia de votantes no excesivamente enamorados de sus partidos y, por ello, proclives a la infidelidad, no es algo necesariamente problemático para el funcionamiento del sistema. En su justa medida, los votantes desleales agudizan el sentido de la responsabilidad de los partidos y mantienen engrasados el mecanismo de premio y castigo que representan las elecciones.
Sin embargo, un escenario donde las fronteras de votantes estén difuminadas tiene potencialmente dos efectos en los partidos. Uno es el de convertirlos en la retaguardia de la opinión pública, tendiendo a seguir su dictado más que a coordinar desde la vanguardia la pluralidad de intereses en la ciudadanía. El resultado pueden ser proyectos políticos menos arriesgado y más miopes, al no estar los partidos seguros del capital político con el que cuentan (siendo el capital político el ejército de votantes leales que pueden acompañarles durante la travesía). En segundo lugar, cuando el tablero electoral es inestable, los partidos están peor preparados para pactar o mostrar posiciones conciliadoras si creen que haciéndolo pierden una oportunidad para mejorar su resultado (acariciar el sorpasso, conseguir una mayoría absoluta, penetrar en nuevos caladeros de votos). La consecuencia es que nunca es un buen momento para pactar o dejar de crispar.
Para estudiar la incidencia de la deslealtad por partidos políticos y a lo largo del tiempo analizo el porcentaje de votantes que, habiendo apoyado a un partido en la elección anterior, manifiesta no votarle en la siguiente[1], bien porque está decidido a votar a otro partido, porque se muestra indeciso o bien declara que no va a votar. Utilizo datos desde enero de 2015 y hasta septiembre de 2019 y clasifico este periodo en 5 bloques: cada uno de ellos se corresponde con una periodo entre elecciones (el primer periodo empieza en enero de 2015 y acaba en las elecciones generales de 2015) excepto el periodo entre la moción de censura y las elecciones de abril de 2019.
En el Gráfico 1 puede verse la evolución por partidos y periodos[2]. En la primera etapa (enero de 2015 hasta generales del 2015, donde el recuerdo de voto son las elecciones de 2011) casi la mitad de los votantes del PSOE y del PP en el 2011 no pensaban apoyarles en las siguientes elecciones. Más de un tercio de esos votantes estaban indecisos. Algo más de uno de cada tres se decantaba por Podemos (en el caso de los desleales socialistas) y un 27% por Ciudadanos (en el caso de los desleales populares)[3]. El porcentaje de desleales baja en todos los partidos en los siguientes periodos, excepto tras la moción de censura en mayo de 2018. Desde las elecciones de abril de este año el porcentaje quienes se repiensan su voto parece haber disminuido.
Gráfico 1: Votantes desleales por partido y período
Si analizamos la evolución de los desleales a lo largo del tiempo por partidos y bloques ideológicos, vemos que, en el caso del PSOE (Gráfico 2), sus desleales son mayoritariamente indecisos y, durante los últimos meses, más abstencionistas que en el pasado. Los desleales socialistas, no obstante, han ido variando a lo largo de los últimos años. En un primera etapa (antes de las generales del 2015) se decantaban en primer lugar por Podemos y esa inclinación sólo se vuelve a repetir con posterioridad en los últimos meses desde las elecciones de abril (aunque en un porcentaje mucho menor). Entre el 2015 y las últimas elecciones generales, Ciudadanos ha sido el partido preferido entre los desleales socialistas.
Gráfico 2: Desleales PSOE
En el caso de Podemos (Gráfico 3), la evolución a lo largo de los periodos muestra que los desleales apuestan crecientemente por el PSOE (de hecho, desde la moción de censura son más de los desleales quienes votarían al PSOE que los votantes de Podemos en las generales del 2016 que lo harían por Izquierda Unida, una tendencia que se mantiene, en promedio, durante los últimos meses).
Gráfico 3: Desleales Podemos
Para Ciudadanos (Gráfico 4), el cambio en el perfil de los desleales se produce tras la moción de censura, en mayo de 2018. Antes de ese momento, quienes se replantean su voto al partido de Rivera optan, en primer lugar, por el Partido Popular. Tras la moción de censura, los desleales moderados y radicales del Ciudadanos se reparten tanto entre el PSOE como VOX (integrado en la categoría de “otros partidos” a partir del 2019) y, durante los últimos meses desde abril, el primer el partido preferido de los desleales de Ciudadanos es el PSOE (16%).
Gráfico 4: Desleales Ciudadanos
Por último, para un partido como el PP que, hasta la aparición de VOX, no tenía competencia a su derecha, las deslealtades de sus votantes hacia otros partidos se manifestaban hacia Ciudadanos, pero con intensidades distintas (Gráfico 5). Tras la moción de censura aumenta de manera significativa el atractivo de Ciudadanos entre los votantes del PP, un dato que se corresponde con la intensificación del voto de Ciudadanos entre los votantes de derechas (especialmente en las posiciones 6 y 7). Durante este periodo (desde la moción de censura hasta septiembre de 2019) el atractivo de VOX entre los desleales populares se mantiene, en promedio, en el 12% (porcentaje incluido en “otros partidos”).
Gráfico 5: Desleales PP
En definitiva, de la evolución de los desleales por partidos desde el 2015 podemos extraer varias conclusiones: la primera es que, como ya sabíamos, el cambio del sistema de partidos en diciembre de 2015 equilibró por el lado de la oferta la demanda insatisfecha en los dos grandes partidos tradicionales. En segundo lugar, que la moción de censura sacudió el tablero electoral tanto izquierda a derecha (y más intensamente en la derecha) en mayor medida que las elecciones del 2016. Tercero, que la infidelidad sobrepasa poco el bloque ideológico y que los desleales son sobre todo indecisos y, por lo tanto, en teoría más fácilmente recuperable para los partidos. Cuatro, que la infidelidad durante los últimos meses es relativamente baja, lo que en principio sugiere que no son esperables grandes cambios en las próximas elecciones de noviembre.
[1] Para ello analizo todos los barómetros del CIS que incluyen intención de voto desde enero de 2015 hasta septiembre de 2019.
[2] Etiquetas de la intención de voto de los desleales son las siguientes: “Ot”: otros partidos+voto en blanco+ voto nulo; “PS”: PSOE, “PD”: Podemos, “Cs”: Ciudadanos; “Abs”: no votaría; “NS”: indecisos.