Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
No cabe duda de que el 8 de marzo de 2018 fue una jornada histórica para el movimiento feminista en España. La cuestión de la discriminación de las mujeres articuló una de las protestas más importantes de nuestra historia democrática. Hoy, un año después, nos preguntamos quiénes participaron entonces, por qué lo hicieron y cómo han cambiado sus actitudes a raíz de estas protestas. Para ello utilizamos datos de una encuesta panel en la que entrevistamos a las mismas personas en mayo de 2017 y en mayo de 2018, es decir, antes y después de esta protesta feminista.
Un 23% de nuestros entrevistados declaran haber participado en las manifestaciones que se produjeron en toda España en 2018. Es un dato importante, teniendo en cuenta que la participación en protestas en España según la Encuesta Social Europea suele estar entre el 20 y el 35% de la población mayor de edad. Aunque seguramente estos datos reflejan una cierta deseabilidad social de la participación, parece que una sola convocatoria movilizó casi el equivalente a la participación en protestas de cualquier tema en un año. La participación también fue significativa en la huelga (17%) o a la hora de invitar a otras personas a participar (28%).
Como cabría esperar la participación fue mayor entre las mujeres, los menores de 30 años, las personas con experiencia previa de participación en manifestaciones, y las que tenían un buen conocimiento sobre cuestiones relacionadas con el feminismo (sabían qué era el #metoo, el caso de “la manada”, o quiénes eran Leticia Dolera o Barbijaputa). Las diferencias por nivel de estudios e ingresos fueron muy pequeñas, lo que indica que la participación fue relativamente transversal.
Podemos distinguir tres tipos de características que explican por qué una persona decide participar en estas acciones. En primer lugar, la gente puede participar porque tiene valores y actitudes que le acercan a los objetivos que buscan estas protestas. Predisposiciones como la auto-ubicación ideológica y las actitudes sexistas tienen el peso más grande a la hora de explicar la participación. Las personas que en 2017 tienen actitudes marcadamente sexistas muestran una probabilidad de participar en el 8M del 10%, mientras que entre las personas con niveles mínimos de sexismo esta probabilidad es del 60%. La auto-ubicación ideológica es un factor igualmente importante. Considerarse nada o totalmente feminista, en cambio, tiene un efecto adicional muy limitado.
En segundo lugar, la gente participa porque recibe estímulos de su entorno para hacerlo, por ejemplo, a través de internet o redes sociales. Estos elementos tienen un efecto menor que las predisposiciones, aunque no despreciable. Haber seguido con asiduidad la información política a través de internet en 2017 incrementa la probabilidad de participar en las protestas de 2018 en más de 40 puntos porcentuales. Las personas que comenzaron a usar Twitter entre 2017 y 2018 participaron más (un efecto que no encontramos para Facebook).
En tercer lugar, los factores biográficos también podrían explicar la participación. Por ejemplo, quienes tuvieron una hija en el último año muestran una probabilidad de participar casi 30 puntos porcentuales mayor, un efecto de igual magnitud entre padres y madres. Tener hijas (junto a otras experiencias vitales) puede incrementar el grado de preocupación por la discriminación de la mujer.
¿Cambiaron en algo las actitudes de la gente por el hecho de haber participado en estas protestas?
La respuesta es sí. Por un lado, la participación incrementó significativamente la probabilidad de considerarse feminista. En general, en 2018 nos consideramos a nosotros mismos un poquito más feministas que en 2017 (la posición media en la escala de 0 a 10 sube de 5.4 a 5.8). Esto también puede considerase, al menos parcialmente, un efecto del 8M. Pero ese aumento es mucho mayor entre los que tomaron parte en las protestas. Así, el feminismo es una explicación menos importante que las actitudes sexistas o la ideología, pero el refuerzo de una identidad colectiva feminista parece ser una consecuencia clara de la participación en las protestas. Las actitudes sexistas, en cambio, parecen ser más estables y no se ven muy afectadas.
Por otro lado, los datos también indican que participar en estas protestas de momento no parece haber afectado a la intención de voto al PP, PSOE, o Podemos, pero sí a la de Ciudadanos (en mayo de 2018 la intención de voto a Vox era marginal). La probabilidad de votar a Ciudadanos partido es, en nuestra muestra, algo mayor en 2018 que en 2017. Sin embargo, este incremento solo se produce entre las personas que no participaron en las protestas. La probabilidad de votar a Ciudadanos no crece entre las personas participantes en el 8M.
El efecto del 8M va mucho más allá de las actitudes individuales que aquí podemos abordar. Los contextos de realineamiento electoral han sido considerados condiciones favorables para la movilización política de las mujeres, pero la movilización en torno a la cuestión feminista también incidirá sobre la suerte electoral de nuevos y viejos partidos, y sobre sus márgenes para establecer alianzas.
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