Si algo ha demostrado Podemos en muy poco tiempo es que posee una fuerza arrolladora. Desde su repentina aparición en las elecciones europeas sus apoyos no han parado de crecer, sus líderes marcan la agenda y capturan la atención mediática de una manera que ningún otro partido podría soñar.
Y es que “Podemos sale a ganar” porque ha sido la formación que mejor ha sabido captar, y sobre todo, gestionar el desanimo, el descontento y la indignación de una ciudadanía colapsada. Pero, aun más importante, ha sido capaz de aglutinar toda esa indignación, todo ese descontento y todo ese desanimo bajo un discurso tremendamente atractivo. Como decía en un post anterior, Podemos ha basado en buena medida su estrategia en la creación de nuevos marcos de referencia para que los españoles rompieran con sus corsés ideológicos y se junten como “pueblo” -y bajo el liderazgo de este nuevo partido- en contra de la casta, los privilegiados, la minoría enriquecida… “el régimen del 78”.
Pero el éxito de esta estrategia ha sido en gran parte debido a la facilidad para ponerle rostro al enemigo (el bipartidismo) y, por tanto, para “hacer pueblo” en ejercicio de contraposición. En otras palabras, el hecho de que los adversarios políticos de Podemos sean los partidos tradicionales pavimentó el camino de su éxito, dicho sea de paso, una regularidad histórica en el ascenso de partidos “populistas”.
Por tanto cabe preguntarse: ¿cómo afectará al discurso de Podemos el ascenso de un partido no tradicional como Ciudadanos? Para responder a esta pregunta primero necesitamos sortear una indefinición y después dos objeciones. La indefinición: ¿qué clase de partido es Ciudadanos? Ciudadanos, según su ideario político, se presenta como un partido que “se nutre del liberalismo progresista y del socialismo democrático”. Su líder, Albert Rivera, aspira a instalarlo en nuestro imaginario colectivo como un partido de centro, hermanado con los liberales demócratas de Nick Clegg en Reino Unido o los partidos del grupo Demócrata Liberal en el Parlamento Europeo, es decir, una formación liberal en lo económico y social, progresista, algo verde, defensora del Estado de bienestar, pero convencida hasta la médula de las bondades de la economía de mercado.
Según los datos, la media de la ubicación ideológica que los españoles dan a esta nueva formación coincide con el centro político (5 en la escala 1-10), pero es cierto que existe aun mucha ambigüedad sobre su posición ideológica. Tanto es así que en el último barómetro del CIS de enero de 2015 el 53% de los encuestados no sabían o no contestaban a la hora de ubicar ideológicamente a Ciudadanos. Una indefinición superior incluso a la que los encuestados expresan sobre Podemos (33,6%) o UPyD (39,3%).
En Cataluña –cuna de Ciutadans– a pesar de declararse un partido llamado a cubrir “el espacio electoral de centro-izquierda no nacionalista”, Ciudadanos es identificado como un partido de centro-derecha o derecha a secas (incluso más que CiU). Sin entrar a debatir sobre las causas de esto último, sí conviene señalar que es muy posible que la percepción sobre la posición de Ciudadanos en el eje territorial (centralismo-nacionalismo) distorsione la percepción sobre la posición de este partido en el eje izquierda-derecha. Por eso, como señalaba Lluis Orriols analizando datos del CIS, la mayoría de los nacionalistas catalanes que no votan o que nunca votarían a Ciudadanos lo caracterizan como un partido de extrema derecha.
Ahora bien, antes de explicar por qué creo que el ascenso de Ciudadanos puede suponer un problema –o cuatro dardos– hacia la tan exitosa estrategia discursiva de Podemos, vale la pena responder a dos objeciones inmediatas que podrían poner en tela de juicio la mera pregunta que os planteo. La primera es que Podemos y Ciudadanos no compiten entre sí. Es decir, que son partidos que apelan a dos electorados diferentes. A mi juicio, y a la luz de los datos, este razonamiento difícilmente puede ser acertado. Puesto que ninguna de estas formaciones se presenta deliberadamente con un marcado carácter de izquierdas o de derechas, ambos tendrán que dirigirse a los votantes de centro y centro-izquierda para maximizar el número de votos.
Sabemos que el votante de centro y centro-izquierda importa y mucho. Así ha sido siempre y ahí mismo los esperará sentado el votante mediano (aunque como ya he señalado en el post anterior, Podemos quiera crear un nuevo votante mediano a base de cambiar el eje de competición política). Si miramos la autoubicación ideológica de los que declaraban intención de voto o simpatía por alguna de estos partidos en enero de este año, vemos cómo los espacios ideológicos entre el 3 y el 5 se solapan considerablemente (ver gráfico). Es decir, que algunos votantes de centro o centro-izquierda que hoy encuentran atractivo a Podemos podrían mañana sentirse atraídos por Ciudadanos, y viceversa.
Ideología de los votantes (voto+simpatía) de Podemos y Ciudadanos. CIS Enero 2015
La segunda objeción es que dado el brutal crecimiento de Podemos y su liderazgo en las encuestas, quizás no tenga mucho sentido que el partido de Pablo Iglesias dé carta de “enemigo” a Ciudadanos. Sería mejor directamente ignorarlo. En este sentido, la estrategia de Podemos debería seguir siendo interpelar al PP, su único rival. A fin de cuentas los datos apuntan a que el crecimiento de Podemos ya está tocando techo y Ciudadanos, de momento, solo penetra en grandes ciudades, por lo que quizás los primeros tengan poco que ganar y mucho por perder en esa batalla.
Esta idea es lógica siempre y cuando Ciudadanos se estanque o hunda en las encuestas. Pero, si como empieza a apuntar la tendencia en las encuestas, Ciudadanos logra consolidarse como un competidor serio y no como un partido marginal más, la historia puede ser otra bien diferente. Esta objeción quedaría entonces debilitada por la respuesta a la primera: si ambas formaciones compiten por el centro, difícilmente Podemos pueda hacer como si la formación de Albert Rivera no existiese.
Por otro lado, dado que la estrategia electoral de Ciudadanos será combatir a izquierda y a derecha, intentando seducir a exvotantes del PP pero también atrayendo a exvotantes del PSOE que simpatizan con Podemos, Ciudadanos apelará a estos últimos con el mensaje de “el cambio sensato”. Así, Podemos -aunque desee evitarlo- puede verse abocado a tener que batirse con los de Rivera en el discurso por el cambio.
Por tanto, si asumimos que Podemos tendrá que competir en un espacio político con Ciudadanos y que le será difícil eludir la pelea que estos les den a la hora de presentase como la fuerza del cambio, creo que el ascenso de Ciudadanos puede implicar cuatro dardos al discurso, tan exitoso hasta ahora, de Podemos.
El primer dardo es al corazón, es decir, a su discurso de “casta, casta, casta”. Este concepto simboliza la victoria de Podemos en la guerra por poner nombre a las cosas. Buenos y malos. Ellos y nosotros. “Casta” y “gente”. Esta maravilla de la estrategia electoral y política, que se defiende desde las filas intelectuales de Podemos como una condición necesaria pero no suficiente para el proceso de “creación y construcción de voluntades colectivas” -lo cual, por cierto, también necesita y aviva la polarización-, requiere que el enemigo a catalogar sea fundamentalmente lo “viejo”, lo que se “pudre” del un régimen antiguo. En lo que nos atañe, el “PPSOE” cumple con todos los requisitos pero Ciudadanos no. El ejercicio de simplificación cognitiva que aplica la formación de Pablo Iglesias para aglutinar voluntades y “crear pueblo” será un poco menos efectivo si su competidor es un actor que no se ajusta fácilmente a esas etiquetas.
El segundo dardo es a la brújula de Podemos, es decir, al eje arriba-abajo. Es posible que desde Podemos se sientan muy tentados en “atacar” a Ciudadanos como “la nueva derecha”. Como veíamos antes, a pesar de que Ciudadanos se reconozca como una formación llamada a ocupar un espacio de centro-izquierda, también se declara un partido liberal en lo económico, defensor (y yo agregaría “creyente”) de los mecanismos de mercado, que ya nos muestra ciertos tics en la dimensión social más propios de una formación de derechas que de izquierdas (véase la posición de Albert Rivera sobre los derechos de atención sanitaria de los inmigrantes sin papeles aquí).
El problema de señalar a los de Rivera como “la nueva derecha” es que implica posicionarse automáticamente en la izquierda, una división estratégicamente superada por Podemos desde su aparición. En este sentido, si decir derecha significa decir izquierda, el eje arriba-abajo perdería fuerza, lo cual podría suponer potenciales pérdidas de apoyos en el centro o entre los sin ideología.
De algún modo relacionado con lo anterior, el tercer dardo estaría dirigido a la ambigüedad en la que navega Podemos. Si Ciudadanos hace del fichaje de Luis Garicano la norma, puede que desarrolle un perfil más tecnocrático que el resto de partidos, obligando a la formación de Iglesias a bajar de los cielos para, en el mundo terrenal, discutir sobre políticas públicas concretas. Una arena en donde Podemos se ha demostrado algo más débil. Cualquier discusión rigurosa sobre políticas públicas implicaría una definición más clara en términos ideológicos.
Asimismo si la etiqueta de “casta” no funciona con los de Rivera, es probable que el “ataque” hacia Ciudadanos sugiera que defienden “las mismas políticas que la casta” o “las de los privilegiados”, pero esto también empujaría a Podemos a hacer menos retórica y más propuesta de políticas concretas, evaluando sus costes y beneficios.
El cuarto y último dardo estaría dirigido al perfil “sueco” de Podemos. Pero no me refiero a su defensa del modelo de Estado de Bienestar escandinavo. No. Sino a su indiferencia en el debate territorial, sin duda, uno de los mayores desafíos y grandes dilemas por resolver en el ideario político de Podemos. ¿Qué hacemos con España?
En este tema, tan importante para la competición política en nuestro país, el ascenso del partido político liderado por Rivera puede convertirse en un verdadero tormento para los de Iglesias. Porque mientras Ciudadanos tiene un marcado perfil antinacionalismos y procentralismo/españolista, Podemos proclama, por un lado, su sentimiento de orgullo patrio de cara a la batalla por la recuperación de la soberanía nacional en Europa, pero por el otro se muestra abierto a que las comunidades autónomas desarrollen con plenitud sus proyectos soberanistas. Que quede claro que estas dos últimas posiciones no son incompatibles. Claro que no. Pero sin duda conlleva costes electorales. Si no, que se lo pregunten al PSC o a ICV.
De ahí que Podemos haya estado haciéndose el sueco y que tenga escrito en su argumentario escapar siempre de esta cuestión con la apelación a “un proceso constituyente en donde se discuta todo”. El ascenso de Ciudadanos, pues, puede que les obligue a mostrar con mayor claridad su posición en esta dimensión de competición. Aunque las posibles alianzas postelectorales en las autonómicas también irán aclarando un poco sus preferencias (recomiendo una reflexión mucho más profunda y elaborada sobre este último punto de Francesc Miralles i Borrel aquí).
En definitiva, si el crecimiento de Ciudadanos en las encuestas se consolida y logra transformarse en un partido que muchos votantes identifiquen como alternativa de centro y por el cambio, puede que Podemos se vea obligado a modificar en cierta medida su estrategia y discurso tan exitosos hasta ahora. Fundamentalmente hablando menos de “casta”, recuperando el eje izquierda-derecha, discutiendo de políticas públicas y afrontando sin rodeos el conflicto territorial.