La educación en España ya no es elitista y las mujeres se han beneficiado muy claramente de la expansión del sistema
España ha experimentado, con especial claridad durante la segunda mitad del siglo XX, una auténtica revolución educativa cuyo resultado ha sido una mejora considerable y casi continua del nivel educativo medio del país y el acercamiento a los niveles educativos de los países europeos. En este sentido, y sin entrar en el delicado debate sobre la calidad de la formación, es cierto que las generaciones más jóvenes son las más formadas de nuestra historia. Una característica destacada de este cambio secular es que se han revertido las desigualdades educativas de género hasta situar a las niñas y chicas en posición de ventaja en prácticamente todos los indicadores posibles, tanto del nivel educativo alcanzado como de las competencias adquiridas.
A pesar de este evidente logro social de facilitar el acceso a la formación de proporciones cada vez mayores de ciudadanos, cuando se analiza la desigualdad de oportunidades educativas, es decir, en qué medida el origen social de los alumnos condiciona su logro y rendimiento educativo, los datos ofrecen resultados menos optimistas. En los siguientes párrafos mostraré solamente tres evidencias que ilustran esta persistencia en distintas etapas formativas y en diversos indicadores. Todos los datos se refieren al año 2019.
1. En la primera etapa de educación infantil (0-3), ya son manifiestas las desigualdades sociales en el acceso
De manera muy evidente, los hogares con más recursos culturales (educación de los padres) o económicos (renta) escolarizan más a los niños de menores de 3 años. Los hijos de los hogares de alto nivel educativo están hasta un 28% más escolarizados en esta etapa que los de los hogares de bajo nivel.
2. Es hasta 11 veces más probable abandonar prematuramente la educación cuando la madre tiene solamente estudios básicos
El abandono educativo temprano se produce cuando una persona de entre 18 y 24 años no ha finalizado los niveles posteriores a la ESO y no cursa otra formación reglada. España lideraba en 2019 el ranking de este indicador en la Unión Europea, especialmente entre los chicos. No obstante, el abandono no se distribuye por igual entre todos los orígenes sociales. Los hijos de madres con nivel educativo bajo tienen casi 11 veces más probabilidades de haber abandonado prematuramente la educación que aquellos con madres universitarias. Asimismo, los hijos de hogares situados en el tercil (tercio) inferior de la distribución de la renta abandonan tempranamente los estudios con una probabilidad 6 veces mayor.
3. En 2019, una persona procedente de un hogar con ingresos altos tenía el doble de probabilidades de cursar educación terciaria que otra de un hogar con ingresos bajos
Incluso en educación terciaria, cuando ya ha tenido lugar buena parte de la selección y muchos estudiantes con orígenes sociales más bajos ya han quedado fuera del sistema, el peso de los recursos culturales y económicos de los padres continúa siendo evidente. Nuevamente, cuanto mejor es el estatus socioeconómico de los padres, mayor es el acceso de sus hijos e hijas a la enseñanza terciaria. En 2019, una persona procedente de un hogar con ingresos altos tenía el doble de probabilidades de cursar educación terciaria que otra de un hogar con ingresos bajos.
Como apreciamos en los tres gráficos, la notable expansión del sistema educativo español en todos los niveles de enseñanza no se ha traducido en una desaparición de las desigualdades en el acceso y en la permanencia en ellos. Aunque en la España de las últimas décadas ha predominado el ascenso social (hay más jóvenes que logran un nivel educativo más alto que el de sus padres que lo contrario), el suelo al que se enfrentan en la actualidad los hijos de familias con menos recursos sigue siendo bastante pegajoso. Los jóvenes cuyos padres tienen niveles bajos de estudios ascienden socialmente en menor medida que sus pares con padres universitarios.
¿Qué hacer? Entre otras medidas, políticas que ofrezcan segundas oportunidades
Estos resultados nos recuerdan que existe todavía margen para diseñar políticas públicas que profundicen en la igualdad de oportunidades educativas, dado que estas siguen constituyendo la mejor vía para acceder a otros recursos socialmente deseables (por ejemplo, salud, trabajo y renta). Para diseñar las medidas, conviene identificar los factores que intervienen en la persistencia de estas desigualdades. Entre ellas, hoy me interesa hacer referencia a una: la posibilidad que tienen las familias con más recursos de ofrecer segundas oportunidades a sus hijos.
Ante un acontecimiento adverso que afecte al rendimiento educativo (una mala racha, una enfermedad, un problema familiar o con los amigos, una materia que se atraganta), las familias con recursos pueden recurrir cómodamente a estrategias de todo tipo, incluyendo las actividades extraescolares, profesores particulares o academias de refuerzo, detección de problemas de salud o de desarrollo y acceso a tratamientos efectivos, o incluso un cambio de escuela. Cuando llega el momento de la inserción laboral, estas familias pueden asimismo ofrecer a sus hijos un colchón para esperar a una oferta de trabajo aceptable o preparar oposiciones, pueden prestarles un pequeño capital para iniciar un negocio o para buscar trabajo en el extranjero, pueden facilitar acceso a información o a contactos relevantes que puedan ayudar en el proceso.
Para las familias con recursos limitados no es tan sencillo desplegar estrategias para hacer frente a estas eventualidades. Para los niños y jóvenes con escasos medios, en muchas ocasiones no existen las segundas oportunidades. Sabemos que las ventajas y desventajas, las heredadas y las que se reciben de manera autónoma, se van acumulando a lo largo del ciclo vital de los individuos y que una desventaja en un ámbito, por ejemplo, el educativo, puede tener una influencia adversa en otro, por ejemplo, la salud o la inserción laboral. Existe margen para avanzar en el diseño de un amplio abanico de medidas que ofrezcan segundas oportunidades a los estudiantes con menos recursos, de modo que sus tropiezos no dejen cicatrices duraderas.
*NOTA: Esta entrada está basada en mi intervención en el Fórum 360 del Observatorio Social de “la Caixa” en el que se presentó el libro Desigualdad y pacto social. Los gráficos que se muestran proceden del capítulo sobre desigualdades educativas, en coautoría con Miguel Requena. El libro completo se puede descargar aquí.