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Opinión - Ni liderazgo ni autoridad. Por Esther Palomera

El PP despega

19 de mayo de 2022 22:12 h

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Hasta hace pocas semanas, el PP era víctima de una paradoja. Por un lado, el partido mostraba signos de mejoría en términos electorales pues empezaba a resolver (aun tímidamente) algunas de sus principales debilidades. Por otro lado, y a pesar de ciertos datos objetivos de recuperación, el PP era un partido desorientado, que navegaba a la deriva y con una preocupante crisis de liderazgo. Ante este contexto, la sensación de muchos analistas era que el PSOE, aun con ciertos indicios de agotamiento y descontento entre sus votantes, se encontraba en condiciones muy favorables para revalidar su mayoría en unas eventuales elecciones generales. Entre los socialistas había motivos para el optimismo y para afrontar con seguridad y confianza la segunda mitad de la legislatura. Sin embargo, las cosas han cambiado. Hoy encontramos indicios claros de un cambio de ciclo. Un nuevo ciclo en el que el PP estaría en condiciones para conectar mejor con el estado de ánimo del electorado español y, en última instancia, para llegar a la Moncloa.  

Hasta hace muy poco, el PSOE dominaba de forma clara la escena política. El Gobierno de coalición inició la legislatura con una crisis sanitaria (y económica) sin precedentes en las últimas décadas. La experiencia de la crisis de la Gran Recesión de la década pasada parecía augurar que la popularidad del Gobierno acabaría sepultada por el alud de malas noticias. Sin embargo, eso no ocurrió. La imagen del Gobierno de Sánchez se mantuvo esencialmente inalterada gracias a la ambiciosa agenda de políticas compensatorias que se llevaron a cabo para mitigar los efectos de la crisis. El PSOE logró tomar pulso a la situación y salir airoso, con cotas de popularidad prácticamente estables. Así pues, el Gobierno superó de forma muy encomiable la dura prueba que se encontró durante su primera mitad de legislatura.

Es cierto que algunas encuestas auguraban un retroceso en intención de voto de la izquierda. Sin embargo, el PSOE gozaba de un poderoso activo a su favor: los partidos nacionalistas periféricos. En la política española los partidos regionalistas y nacionalistas (especialmente catalanes y vascos) han sido las piezas fundamentales para la conformación de mayorías parlamentarias. En el pasado fueron capaces de alcanzar acuerdos tanto con el PSOE como en el PP en función de qué partido se encontraba en condiciones de ser el encargado de formar gobierno. Sin embargo, con la ruptura del espacio de la derecha y muy especialmente con la irrupción de Vox, la situación cambió radicalmente. Ahora la conformación de mayorías parlamentarias en el Congreso de los Diputados es asimétrica. El PSOE cuenta con la opción de sumar a nacionalistas catalanes y vascos. Sin embargo, el PP, no. A la derecha se le ha complicado la aritmética parlamentaria, pues es imposible amalgamar en una misma mayoría a Vox y nacionalistas vascos y catalanes. Si PP y Vox no logran rozar la mayoría absoluta, están condenados a permanecer en la oposición.

Vox ejerce un efecto repelente que aísla al PP. Lo aleja de sus opciones de ser alternativa de gobierno. Un desgaste moderado de la popularidad del Gobierno era asumible para el PSOE. Incluso quedar segundo por detrás del PP era un escenario satisfactorio siempre y cuando los partidos nacionalistas siguieran siendo una pieza necesaria para conformar mayorías. Es por ello que hasta hace poco el resultado más probable de unas eventuales elecciones generales era la victoria del PSOE. Quizás no en términos electorales (en votos y escaños), pero sí en su capacidad de tejer una mayoría parlamentaria para superar la investidura. Sin embargo, creo que el ciclo ha cambiado tras el relevo de liderazgo (y de estrategia) del PP.  El PP está ahora en mejores condiciones para acercarse suficientemente a la mayoría absoluta con Vox y, con ello, poder gobernar. En concreto, hay tres factores que me hacen pensar que podríamos estar en la antesala de un nuevo ciclo político:

1- La segunda parte de la legislatura debía ser la de la post-pandemia. Unos años marcados por una fuerte recuperación económica y el fin de las restricciones de derechos individuales. Las expectativas eran que la nueva normalidad permitiría al PSOE impulsar su agenda política en un contexto altamente favorable. Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta. El Gobierno se ve constantemente superado por los acontecimientos como la crisis energética, la guerra en Ucrania y las dificultades económicas. La mayoría parlamentaria se desgarra y la cohesión dentro del gobierno de coalición está cada vez más debilitada. El PSOE logró durante los años de la pandemia reaccionar adecuadamente con políticas compensatorias que mitigaron el rechazo de los ciudadanos. Pero su capacidad de acomodarse a las circunstancias es hoy deficiente. Es un gobierno que va a rebufo de los acontecimientos y eso siempre se acaba pagando. La imagen del gobierno, que logró superar el embiste de la crisis del COVID, podría, ahora sí, deteriorarse de forma significativa.

2- El PSOE está en apuros, pero también lo está la alternativa a su izquierda. El espacio de Unidas Podemos se encuentra en una situación excepcionalmente frágil e incapaz de aprovecharse de un eventual debilitamiento de su competidor, el PSOE. UP ha ido perdiendo terreno y actualmente se encuentra en el espacio electoral de la vieja Izquierda Unida. Lejos queda ese Podemos que lograba ser atractivo incluso entre una porción muy relevante de la izquierda moderada. UP necesita reorganizarse y así lo entiende (y creo que de forma acertada) Yolanda Díaz con su proyecto “Sumar”. En su momento, cuando Pablo Iglesias decidió retirarse señalando a Yolanda Díaz como su sucesora, me pareció un movimiento audaz. Eso era justo lo que el partido necesitaba: renovación de liderazgo para poder retomar iniciativa y reconfigurar el espacio. Sin embargo, el experimento está saliendo por el momento regular. Unidas Podemos ha renunciado a ser el centro de gravedad de este proceso de reconfiguración del espacio de izquierda. Lo ocurrido en Andalucía es un buen ejemplo de la situación crítica que vive esta formación. En lugar de ser el impulsor de un nuevo proyecto, Podemos ha acabado siendo el único partido que ha quedado formalmente fuera de la coalición electoral. Habrá parches para tapar errores. Pero la falta de liderazgo de Podemos para amalgamar un nuevo proyecto en la izquierda es evidente. En definitiva, mientras el PSOE está en la antesala de una crisis de popularidad, Podemos sigue incapaz de redefinir e impulsar de nuevo su espacio electoral. Sin duda, son malos tiempos para la izquierda.

3- Por último, el PP está enderezando gran parte de sus debilidades y cada vez más se encuentra en condiciones para llegar a la Moncloa. No solo por demérito de sus rivales en la izquierda, sino también por méritos propios. Quizás el síntoma más evidente de la creciente salud del PP está recogido en el gráfico 1, en el que se muestra la evolución de la intención de voto entre los ciudadanos de centro según los barómetros del CIS desde la ruptura del sistema de partidos. El gráfico muestra de una forma muy clara uno de los titulares más relevantes en términos demoscópicos de los últimos meses: el PP vuelve a liderar el centro político. Con Feijóo, el PP recupera su atractivo entre los votantes moderados, algo que perdió hace ya casi una década.

Antes de continuar leyendo, deténganse un momento a ver el gráfico 1. Muestra datos muy interesantes que resumen algunos elementos claves de historia política reciente de nuestro país. En el momento populista (2014), Podemos logró ser la primera fuerza en intención de voto entre los votantes de centro. Muchos habrán olvidado ese dato, por lo que vale pena remarcarlo. Hubo un tiempo que la formación de Pablo Iglesias era la opción favorita entre votantes moderados (o de centro) y los votantes sin ideología. Era el momento en que asaltar los cielos era un escenario posible. Más tarde, a partir de 2016, el centro pasó a ser liderado por Ciudadanos. El PP quedó relegado a tercera formación, por detrás del PSOE. El porcentaje de voto al PP en el centro llegó a ser, incluso en muchas ocasiones, marginal, con porcentajes casi propios de una fuerza extraparlamentaria. Incluso con el colapso de Ciudadanos en 2019, el PP no fue capaz de recuperar el centro de forma significativa. Es con la llegada de Feijóo que vuelve el dominio incontestable en ese espacio. Tras el reemplazo de liderazgo en el PP, la intención de voto entre los votantes de centro se duplica. Y, con ello, logra el hito de volver a ser de nuevo el primer partido de centro.

El PP no sólo vuelve a ser un partido atractivo los votantes de centro. Además, el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo parece poner fin a la desorientación estratégica de su predecesor. Quizás sea aún pronto para hacer afirmaciones categóricas, pero por el momento todo indica que el partido está logrando enderezar su rumbo. El nuevo líder llega con una imagen de competencia, de gestión acreditada y de profesionalidad y seriedad que ha calado en una porción relevante del electorado. Esta nueva imagen del PP llega además en el momento oportuno, cuando la crisis energética, la inflación y el pesimismo económico se instala entre la opinión pública. En definitiva, una nueva imagen del PP que conecta de forma óptima con el estado de ánimo actual de la sociedad española y con un gobierno con crecientes apuros.

Existen indicios de cambio de ciclo. Obviamente, en tiempos de inestabilidad política como vivimos creo que cualquier augurio sobre quién ganará las elecciones es imprudente. Pero nos encontramos en un escenario en el que mientras la izquierda pierde su capacidad de iniciativa y sintonía con la realidad, el PP empieza a resolver las debilidades que le impedían ser una alternativa de gobierno. Las piezas en el escenario político actual sí permiten, a mi entender, que el PP pueda alcanzar la mayoría electoral suficiente para gobernar España.

Hasta hace pocas semanas, el PP era víctima de una paradoja. Por un lado, el partido mostraba signos de mejoría en términos electorales pues empezaba a resolver (aun tímidamente) algunas de sus principales debilidades. Por otro lado, y a pesar de ciertos datos objetivos de recuperación, el PP era un partido desorientado, que navegaba a la deriva y con una preocupante crisis de liderazgo. Ante este contexto, la sensación de muchos analistas era que el PSOE, aun con ciertos indicios de agotamiento y descontento entre sus votantes, se encontraba en condiciones muy favorables para revalidar su mayoría en unas eventuales elecciones generales. Entre los socialistas había motivos para el optimismo y para afrontar con seguridad y confianza la segunda mitad de la legislatura. Sin embargo, las cosas han cambiado. Hoy encontramos indicios claros de un cambio de ciclo. Un nuevo ciclo en el que el PP estaría en condiciones para conectar mejor con el estado de ánimo del electorado español y, en última instancia, para llegar a la Moncloa.  

Hasta hace muy poco, el PSOE dominaba de forma clara la escena política. El Gobierno de coalición inició la legislatura con una crisis sanitaria (y económica) sin precedentes en las últimas décadas. La experiencia de la crisis de la Gran Recesión de la década pasada parecía augurar que la popularidad del Gobierno acabaría sepultada por el alud de malas noticias. Sin embargo, eso no ocurrió. La imagen del Gobierno de Sánchez se mantuvo esencialmente inalterada gracias a la ambiciosa agenda de políticas compensatorias que se llevaron a cabo para mitigar los efectos de la crisis. El PSOE logró tomar pulso a la situación y salir airoso, con cotas de popularidad prácticamente estables. Así pues, el Gobierno superó de forma muy encomiable la dura prueba que se encontró durante su primera mitad de legislatura.