Los viejos y nuevos partidos políticos – y los viejos y los nuevos medios de comunicación – comparten la misma retórica de la crisis. Están en extremos opuestos, sí; pero de un mismo eje mental. Para unos, la austeridad es una virtud mientras que para los otros es un suicidio. Unos subrayan más los beneficios a largo plazo de los recortes y otros los costes a corto y medio plazo. Pero todos tienen en común la misma retórica: las respuestas a la crisis se sitúan en una línea que va del rigor presupuestario para unos (o austericidio para los otros) al malgasto para unos (o inversión en el futuro para los otros).
Al plantearse en un eje, el debate fundamental de política económica se osifica. Es casi imposible no estar de acuerdo con muchas de las razones a favor de la austeridad: la nación que se endeuda se esclaviza. Pero también es casi imposible no estar de acuerdo con las razones a favor de un mayor gasto social: la creciente brecha entre ricos y pobres es injusta socialmente e ineficiente económicamente. Discutir sobre los “recortes” o la “austeridad”, como repetitivamente hacemos en todos los debates, del parlamento a las tertulias televisivas o radiofónicas, paraliza cualquier reforma. Siempre habrá razones de peso a favor y razones de peso en contra de los recortes.
Deconstruyamos los recortes. No comparemos “más recortes en sanidad” contra “menos recortes en sanidad”, sino recortes en sanidad contra recortes en educación o recortes en cuidados hospitalarios contra recortes en medicamentos.
En la retórica dominante, unos opinan que España está saliendo bien de la crisis y otros que España (o la manida etiqueta de las “clases medias”, ese grupo tan moldeable del que todos nos podemos sentir parte) está sufriendo. Ambos tienen parte de razón. A unos españoles la crisis les ha sentado muy bien. El gráfico 1 nos enseña que España ha entrado el selecto grupo de naciones de la OCDE más desigual que el Reino Unido – midiendo en este caso la desigualdad por la ratio de renta en manos del 10 por ciento más rico en comparación con el 10 por ciento más pobre – .
Gráfico 1. Desigualdad de ingresos, OCDE.
Y, como indica el gráfico 2, España presenta unas alarmantes tasas de pobreza, superando no sólo a Reino Unido, sino a todos los países del este de Europa. Los gráficos 3 y 4, gentileza de un tweet de Álvaro Imbernón, muestran los daños desiguales que ha causado la crisis. En el gráfico 3 podemos ver cómo los efectos de la crisis para el 10% más pobre en relación al 10% más rico en cada uno de los países de la OCDE (sólo para los primeros años de la crisis; asusta pensar qué dirán los datos posteriores).
Gráfico 2. Tasas de pobreza, OCDE
Gráfico 3. Caída de la renta disponible para el 10% más rico y más pobre con la crisis
España es el país donde el 10% más pobre ha perdido más renta disponible: más de un 13% de pérdida….anual. Una barbaridad. Y, sin embargo, el 10% más rico en España apenas ha perdido renta. Al lado de España encontramos a países como Irlanda o Estonia, que también han sufrido la crisis, pero sus pobres no han perdido tanto a cambio de que sus ricos hayan sufrido un poco más que en España.
El gráfico 4 es tan o más deprimente. Muestra el índice GINI, que captura la desigual distribución de la renta en un país y que, como se puede apreciar de manera ostensible, se ha disparado de forma estratosférica en nuestro país. España es el campeón de la OCDE en crecimiento de la desigualdad con la crisis. Los datos comparan sólo de 2007 a 2011 y, aunque cuesta imaginar cómo será la evolución en los años inmediatamente posteriores, los síntomas no son nada halagüeños.
Gráfico 4. Crecimiento de la desigualdad (índice GINI)
España sigue siendo un país rico. La renta disponible de los españoles está cerca de la media de la OCDE; muy parecida a la de Irlanda y claramente superior a la de Estonia (gráfico 5). Tenemos recursos, pero están mal repartidos entre nuestras, cada vez más marcadas, clases sociales. Sin embargo, la retórica de la crisis dominante en los medios de comunicación y en el debate político ignora la creciente fragmentación socioeconómica de España. Se habla mucho de desigualdad, pero culpando de la misma a unos pocos privilegiados, una élite económico-financiera y una casta política. Mientras, se repite sin cesar que la “clase media que se ha llevado la peor parte”. Pero quien se ha llevado la peor parte no son las clases medias, sino las clases por debajo de la media. La crisis, y lo que llevamos de recuperación, les han golpeado de forma más dura que en otros países. Con lo que, si queremos reequilibrar la sociedad, debemos actuar contra esa fragmentación social que no es entre un 1% privilegiado y un 99% desafortunado, sino entre, como mínimo, un 30-40% privilegiado y un 60-70% desafortunado.
Gráfico 5. Evolución de la renta disponible en Irlanda (púrpura), España (rojo) y Estonia (azul)
Otro hecho que queda enmascarado en la retórica de la crisis es la creciente brecha intergeneracional. El gráfico 6 muestra los niveles de pobreza de distintos grupos de edades en España (rojo) y la media de la OCDE (azul) tras la crisis. Las tasas de pobreza entre los españoles de 0 a 65 años son muy superiores a la media de la OCDE. Pero, entre los mayores de 65 años, ocurre al revés: los españoles son menos pobres que la media de la OCDE.
Gráfico 6. Niveles de pobreza por grupos de edades. Media de la OCDE (azul), España (rojo)
Durante los últimos años, los “recortes en pensiones” han sido uno de los temas políticos estrella. Los partidos de izquierdas, así como muchos medios de comunicación, han denunciado cada intento de recortar “los derechos de los pensionistas”. El PP ha hecho todo lo posible para evitar recortes en pensiones, sabedor de la impopularidad de los mismos. De nuevo, si queremos evitar una mayor fractura social, debemos tener presente que España, junto a colectivos numerosos y muy desdichados (en comparación con sus equivalentes en otros países), tenemos también colectivos numerosos y muy privilegiados.
El reajuste de desequilibrios sociales se hace con política. Con una política muy distinta a la llevada a cabo hasta ahora. Una política que no ponga el punto de mira en el crecimiento económico a toda costa y a todo coste, como ha hecho el gobierno del PP. Y una política que tampoco ponga el punto de mira en las grandes fortunas, los grandes defraudadores, las grandes multinacionales y los mercados sin rostro, como está haciendo toda la oposición, incluyendo a PSOE a Podemos.
En España tenemos dos grupos, estratégicamente olvidados porque votan mucho, que pueden y deben contribuir a reequilibrar la sociedad. Por un lado, las clases más-medias-que-altas, el 30-40-50 por ciento con mayor renta; y, por otro lado, nuestros mayores. Cualquier impuesto o recorte que haya afectado significativamente a estos dos grupos ha sido tabú en nuestra retórica de la crisis. Pero hay que pedirles que arrimen el hombro.