Según el Censo de 2011 aproximadamente dos millones de personas son hijos directos de la inmigración recibida en los últimos quince años en nuestro país, y más de la mitad eran todavía entonces menores de edad. Ellos constituyen, sin duda alguna, el gran reto en la gestión de la inmigración del presente y futuro inmediato, aunque la atención mediática -con ayuda del Gobierno y el de CNI si fuese menester- siga presa de la obsesión fronteriza que lastra nuestro debate público en este asunto desde casi el origen de los tiempos.
Lamentablemente sabemos muy poco sobre la vida cotidiana de estos niños y adolescentes, de cómo organizan su tiempo y sus relaciones sociales, y de cuáles son sus deseos y planes para el futuro; y este desconocimiento nos impide una primera evaluación de cómo marcha el proceso de integración para los más jóvenes y los retos que se nos avecinan. Precisamente por ello, el estudio Chances entrevistó a casi 3.000 adolescentes que cursaban 3º y 4º de la ESO en el municipio de Madrid en 2011, y les preguntó por muchas de estas cuestiones. En esta ocasión vamos a echar una mirada rápida a cómo organizan sus días y en qué emplean su tiempo, algo que puede ofrecernos una primera idea sobre cuán diferente resulta en realidad la vida cotidiana de nuestros adolescentes, y hasta qué punto su origen inmigrante está asociado a tales diferencias, o no. Las entrevistas se realizaron en colegios públicos y concertados (se excluyeron los privados) con un porcentaje de alumnado inmigrante que variaba según los casos entre el 4 y el 80 por ciento del total matriculado.
Los gráficos 1 y 2 resumen el número de horas semanales que los jóvenes madrileños, chicos en el gráfico 1 y chicas en el gráfico 2, dedican a diferentes actividades comparándolos en función de si su origen es inmigrante o no. Cuando las barras tienen relleno, las diferencias son estadísticamente significativas. Cuando quedan huecas, podemos entender que las diferencias no son relevantes. Lo primero que llama poderosamente la atención es lo colorido del gráfico de las chicas frente a la ausencia de color en el de los chicos. Esto nos indica que el tiempo que los chicos dedican a las diferentes actividades enumeradas apenas difiere en función de su origen inmigrante o no; mientras que las diferencias son múltiples y significativas en el caso de las chicas.
Uso del tiempo en función del origen inmigrante y día de la semana (Nº de horas acumuladas de Lunes a Viernes, y de Sábado a Domingo).
Fuente: Chances 2011, cuestionario de estudiantes.
En los días de colegio, la única diferencia significativa para los chicos es que los de origen inmigrante declaran dedicar más tiempo a las tareas del hogar (cinco horas en total, frente a solo tres entre sus compañeros no inmigrantes). Con las chicas ocurre lo mismo pero además para ellas la diferencia no desaparece los fines de semana. Curiosamente, y en contra de los que suele asumirse, los chicos de familias inmigrantes pasan menos tiempo en la calle con sus amigos que los de familias no inmigrantes pero, pese a ello, declararon dedicar menos tiempo a leer y hacer los deberes los fines de semana que sus compañeros autóctonos. Exactamente lo mismo ocurre para las chicas los fines de semana, y además durante los días de colegio declaran dedicar más tiempo a la tele y los videojuegos, y menos tiempo al deporte y a salir con los amigos y amigas que las chicas no inmigrantes.
Obviamente, tanto las condiciones socio-económicas de cada hogar como las preferencias de los padres respecto a cómo educar a sus hijos menores tendrá un impacto importante en las actividades realizadas por estos en el tiempo que pasan fuera de la escuela. Pero la relación no va siempre en la dirección esperada: lo hemos visto con el tiempo que pasan en la calle con amigos unos y otros, pero además un examen más detallado de los datos revela, por ejemplo, que la mayor religiosidad de los padres inmigrantes y sus mayores aspiraciones educativas están también asociadas con menos tiempo de sus hijos en actividades ‘de riesgo’ y más tiempo en casa y dedicado a las actividades escolares.
Es más, los datos representados en los gráficos anteriores sugieren claramente que la escuela favorece una cierta homogeneización de los usos del tiempo y de los estilos de vida de quienes asisten a ella. Y por ello, los fines de semana ciertas diferencias se agudizan: mientras que el origen inmigrante de los chicos y chicas no impone ninguna diferencia significativa en el tiempo dedicado a leer o hacer deberes durante la semana, los alumnos de origen inmigrante dedican menos tiempo que los no inmigrantes a ambas actividades durante los sábados y los domingos, a pesar de estar en los mismos colegios y vivir en los mismos barrios que sus compañeros de clase. Cuestiones como esta deberían ser tenidas en cuenta cuándo se discuten por ejemplo los horarios escolares, la jornada continua, o la organización de las actividades extraescolares, pues todas ellas tienen efectos diferentes en función del origen socio-económico del alumnado y puede agudizar una desigualdad de oportunidades que, como sabemos, ya resultan preocupantes.
Según el Censo de 2011 aproximadamente dos millones de personas son hijos directos de la inmigración recibida en los últimos quince años en nuestro país, y más de la mitad eran todavía entonces menores de edad. Ellos constituyen, sin duda alguna, el gran reto en la gestión de la inmigración del presente y futuro inmediato, aunque la atención mediática -con ayuda del Gobierno y el de CNI si fuese menester- siga presa de la obsesión fronteriza que lastra nuestro debate público en este asunto desde casi el origen de los tiempos.
Lamentablemente sabemos muy poco sobre la vida cotidiana de estos niños y adolescentes, de cómo organizan su tiempo y sus relaciones sociales, y de cuáles son sus deseos y planes para el futuro; y este desconocimiento nos impide una primera evaluación de cómo marcha el proceso de integración para los más jóvenes y los retos que se nos avecinan. Precisamente por ello, el estudio Chances entrevistó a casi 3.000 adolescentes que cursaban 3º y 4º de la ESO en el municipio de Madrid en 2011, y les preguntó por muchas de estas cuestiones. En esta ocasión vamos a echar una mirada rápida a cómo organizan sus días y en qué emplean su tiempo, algo que puede ofrecernos una primera idea sobre cuán diferente resulta en realidad la vida cotidiana de nuestros adolescentes, y hasta qué punto su origen inmigrante está asociado a tales diferencias, o no. Las entrevistas se realizaron en colegios públicos y concertados (se excluyeron los privados) con un porcentaje de alumnado inmigrante que variaba según los casos entre el 4 y el 80 por ciento del total matriculado.