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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

Feministas y tareas del hogar: esa gran contradicción

Cuidados

Lucía Martínez Odriozola

Mercadillo de domingo en una ciudad de Levante. Pareja hetero: él tendrá cuarenta y muchos años; ella sigue en la treintena. La escena es hipnótica: él está sentado tras la mesa de los productos a la venta; ella, de pie, lo abanica. A una mente calenturienta como yo, le vienen a la vez dos ideas. Una me habla de la desvergüenza de ese hombre que se deja abanicar por ella de pie y la otra me sugiere que, si es así en público, en el hogar ese hombre no sabe ni dónde se guardan la leche ni las toallas con que se seca.

A principios de junio se hizo público el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas. Los datos sobre distribución de las tareas domésticas son sorprendentes, pero no porque se haya invertido la línea de que ellas dedican mucho más tiempo al hogar y los cuidados, sino por la gran diferencia de la percepción de hombres y mujeres.

Por ejemplo, preguntados ellos, sobre quién prepara la comida el 35,8% asegura que ella, el 16,8% que los dos y el 27,5% que él. Sin embargo, cuando ella responde, en el 71,2% de los casos cocina ella, en el 11,3% los dos y en el 4,1% solamente él. O sea, el doble de mujeres que de hombres creen que cocinan sobre todo ellas. El hecho que el 27% de ellos digan que la cocina es de su jurisdicción puesto al lado del porcentaje de ellas –el 4%– es para reírse muchísimo. Eso sí, ambos están de acuerdo en que ellos se dedican mayoritariamente a las pequeñas reparaciones del hogar. Pero claro, comemos unas tres veces al día y los enchufes no se reparan a diario.

El resumen del Barómetro es que solamente dos hombres de cada diez comparten igualitariamente las tareas de limpiar y cocinar. O sea, que hay ocho que se hacen los longuis o tienen la arraigada creencia que cocinar y limpiar es cosa de su pareja. Por su parte, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) contabilizó el año pasado que, como media, las mujeres dedicamos dos horas y media más que los hombres al trabajo doméstico. ¡Diariamente!

—Es que tú lo haces mejor.

—Claro, porque he aprendido.

Pero no es solo eso. En la gran mayoría de las parejas hetero que frecuento (y no digo en todas, porque hay una excepción) son ellas las que tienen la casa en la cabeza. Por ejemplo, son ellas quienes saben cuándo se deben cambiar las sábanas, e incluso dónde están las limpias; son ellas quienes prevén que hay que descongelar algo para la cena; recuerdan que hay que comprar tal cosa e incluso están pendientes de bajar la basura o los reciclajes. Y para eso no se necesita habilidad alguna.

Recuerdo un viejo monólogo, quizá de Nancho Novo, que entraba a la dificultad de ellos para solventar sus propias necesidades después de un enfado. Ella decide que no cena, pero él tiene hambre y allá se va, a la cocina. “Me voy a hacer un sándwich”.

—¿Dónde está el pan de molde? –Desde la cocina, a voces.

—En su sitio –le responde ella desde la sala.

—¿Hay queso en lonchas?

—Míralo tú mismo –y todo en ese plan.

El caso es que muchas de esas mujeres que dedican más tiempo que sus parejas al hogar y los cuidados, que tienen la casa en la cabeza, que controlan las agendas médicas o de mantenimiento y limpieza, esas son feministas y tienen el anhelo de vivir en un mundo en el que se igualen los derechos y se reduzcan los privilegios de los hombres. Sin embargo, conviven a diario con la contradicción de no ser capaces de lograrlo en su casa. En vacaciones se reproduce el esquema.

Cuando hay hijos, podemos esforzarnos en no hacer como aquellas madres que administraban a sus hijas unas tareas y a los hijos otras o ninguna, pero aprendemos de lo que vemos y lo reproducimos. Ay.

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