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Palestina es una cuestión queer

Ghadir Shafie

Cofundadora y directora de Aswat-Centro Feminista Palestino para las Libertades Sexuales y de Género —
1 de julio de 2021 06:00 h

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A las personas y colectivos queers palestinos nos hubiera encantado compartir con activistas LGBTQIA+ de todo el mundo la celebración del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia (IDAHOT) y los actos del Orgullo. Hoy, nosotras, como el resto del pueblo palestino, nos mantenemos firmes en nuestra resistencia contra el horror y el trauma del régimen de opresión de Israel. 

Israel lleva décadas imponiendo un régimen de ocupación ilegal, colonialismo de colonos y apartheid a la población indígena palestina. Este régimen, que incluye la negación del derecho de las personas refugiadas palestinas a regresar a sus hogares, no distingue en sus políticas de apartheid entre identidades queer, trans, hetero u otras. 

El régimen de apartheid de Israel ha sido reconocido como tal últimamente por Human Rights Watch en un informe publicado en el pasado mes de abril y por  la principal organización de derechos humanos de Israel, B'Tselem. Este régimen somete a las comunidades palestinas a un implacable robo de tierras, una limpieza étnica gradual, un asedio y una represión brutales, a una enraizada violencia racista y a la negación de los derechos más fundamentales. 

La ciudadanía palestina del actual Israel ha detallado en recientes testimonios la represión de las fuerzas policiales israelíes, fuertemente militarizadas, contra las concentraciones pacíficas en Haifa, Acre, Jaffa, Lydda, Nazaret y otros lugares en los que se defendían los derechos palestinos. Tuvieron que enfrentarse a turbas judeo-israelíes de extrema derecha, protegidas por la misma policía, que coreaban “¡Muerte a los árabes!”. 

El colonialismo y el apartheid, al igual que el patriarcado, el racismo sistémico y la explotación neoliberal, conforman un sistema de privilegios excluyentes, sostenido por estructuras de opresión y discriminación institucionalizada. Reconociendo que estos sistemas de opresión se entrecruzan y se refuerzan mutuamente, nuestras resistencias a ellos deben ser interseccionales y estar basadas en una solidaridad mutua inclusiva y de principios.

En este contexto, Israel ha adoptado durante muchos años una estrategia de Pinkwashing en un intento desesperado de desviar la atención y encubrir un régimen de apartheid cada vez más expuesto por activistas y organizaciones de derechos humanos palestinas, israelíes e internacionales. A través de la promoción de Tel Aviv como destino turístico gay-friendly, Israel intenta promocionarse como un país “abierto” y “tolerante a la diversidad”, mientras retrata racialmente a las personas palestinos, y a la población árabe en general, como “atrasados” y “homófobos”. 

Durante las últimas dos décadas, nosotras, en los movimientos feministas-queer palestinos, hemos hecho visible la intersección entre las distintas formas de opresión y el Pinkwashing. Hemos contribuido de una manera efectiva a la lucha por la liberación nacional movilizando una solidaridad queer global activa y comprometida en torno a la cuestión de los derechos palestinos, particularmente a través de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).

El movimiento de BDS, inclusivo, antirracista y no violento, lanzado en 2005 y apoyado por la inmensa mayoría de la sociedad palestina, ha denunciado sistemáticamente y pedido que se contrarreste este cínico intento de Israel de usurpar las luchas de los colectivos y personas palestinas queer para maquillar sus políticas de apartheid. El movimiento BDS, del que forman parte activistas queer, pide a queers de todo el mundo que no contribuyan al pinkwashing israelí y que boicoteen sus herramientas de propaganda, como el Festival de Cine de Tel Aviv o los actos del Orgullo de Tel Aviv. 

El hecho de que este mismo Israel, con Tel Aviv en el centro, esté siendo expuesto al mundo por su tratamiento racista y brutal de la población palestina indígena como seres humanos inferiores, está consiguiendo que la costosa y masiva campaña de propaganda israelí sea en gran medida ineficaz. Por ejemplo, en 2019, en lugar de atraer los 50.000 turistas previstos a Tel Aviv durante Eurovisión, Israel recibió no más de 5.000. La campaña palestina para boicotear Eurovisión no podría haber conseguido esta importante victoria sin el amplio apoyo de decenas de organizaciones LGBTQI+ de toda Europa.

El apartheid israelí ha aprendido mucho del apartheid sudafricano, incluyendo sus tácticas de lavado rosa. Sin embargo es evidente que no ha asimilado la lección más importante de la lucha que consiguió acabar con el apartheid en Sudáfrica: la resistencia popular estratégica interna, apoyada por una solidaridad global efectiva y significativa, puede vencer a un sistema despiadado de injusticia racial apoyado en  poderes imperialistas y en la fuerza bruta para su supervivencia.

Las personas y colectivos queer palestinos entienden que la liberación queer sólo puede llegar con el fin del colonialismo y el racismo sistémico al que todas estamos sometidas. La violencia estructural que nos oprime aquí en Palestina, y que oprime a nuestros hermanos y hermanas en Hungría, Colombia, Brasil, India, Estados Unidos y en otros lugares, tiene género y está racializada. Como defensoras de un futuro mejor con derechos para todas las personas, trabajamos para fortalecer estos lazos interseccionales que nos unen, tejiendo redes de apoyo de solidaridad internacionalista para sostenernos en nuestras luchas por la justicia, la igualdad y la dignidad. 

Las imágenes del bombardeo indiscriminado a civiles en la asediada Franja de Gaza, de la violencia de los colonos y de la limpieza étnica en Jerusalén y en otros lugares de la Palestina histórica que ocuparon los titulares de todo el mundo el pasado mes de mayo, no han cesado. La Nakba palestina continúa. El apartheid israelí continúa con impunidad, principalmente debido a la complicidad de los Estados, las instituciones y las empresas multinacionales. Hoy, las personas palestinas de todo el mundo, queers, trans, cishetero y otras, juntan sus voces en una unidad sin precedentes, en una alegre rebelión contra la opresión en todas sus formas. 

Hoy, el pueblo palestino está un paso más cerca de la justicia, pero no podemos llegar a ella solas. Necesitamos de una solidaridad internacional significativa centrada principalmente en cortar todos los vínculos de complicidad con el apartheid israelí. Juntas podemos y debemos crear un mundo mejor, más digno, más sostenible y más justo para todas nosotras.

Ghadir Shafi es cofundadora y directora de Aswat-Centro Feminista Palestino para las Libertades Sexuales y de Género.

A las personas y colectivos queers palestinos nos hubiera encantado compartir con activistas LGBTQIA+ de todo el mundo la celebración del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia (IDAHOT) y los actos del Orgullo. Hoy, nosotras, como el resto del pueblo palestino, nos mantenemos firmes en nuestra resistencia contra el horror y el trauma del régimen de opresión de Israel. 

Israel lleva décadas imponiendo un régimen de ocupación ilegal, colonialismo de colonos y apartheid a la población indígena palestina. Este régimen, que incluye la negación del derecho de las personas refugiadas palestinas a regresar a sus hogares, no distingue en sus políticas de apartheid entre identidades queer, trans, hetero u otras.