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Patriarcado en catorce minutos (2ª parte)
Alguna amiga me tachó de floja cuando leyó el artículo Patriarcado en catorce minutos, centrado sobre todo en las violencias de baja intensidad que soportamos las mujeres en el transporte público, concretamente en la ecovía de Quito. Resulta que el acoso sexual en los autobuses municipales de esta ciudad está a la orden del día y, al parecer, no lo resalté demasiado.
El 60% de las mujeres dicen percibir acoso y violencia en la calle y el 80%, en el transporte público. Asumida esta realidad y con la intención de combatirla, el pasado 8 de mayo la municipalidad quiteña dio luz verde a la resolución 337, que contemplaba la creación de buses exclusivos para mujeres, niñas y niños, cuyo uso sería “específico, voluntario y opcional”.
Fue La Marcha de las Putas quien promovió que la administración local tomara cartas en el asunto y este fue el resultado. El colectivo transfeminista apoyó la medida e incidió en su carácter “reversible” e “integral”, pero las reacciones que la tachaban de “segregacionista” e, incluso, de “antifeminista” no tardaron en llegar. La Marcha aplaudió la controversia generada, porque había logrado visibilizar el acoso y alentar un mínimo debate en instancias municipales. Asimismo, invitó a reflexionar sobre por qué la segregación escandalizaba socialmente mucho más que la “tocada de nalgas” y recordaba: “Las mujeres nos autosegregamos todos los días, cada vez que nos quedamos en casa porque nos da pavor salir a la calle a convivir con la violencia de género. Nos autosegregamos cada vez que, si nos lo podemos permitir, optamos por ir en taxi en vez de ir en el incluyente trolebus donde nos pasan horrores. Pero eso no se ve o está normalizado”.
Para bien o para mal, parece que la resolución 337 acaba de caer en agua de borrajas. Como este hecho aún no es oficial, desconocemos los motivos, pero me temo que nada tiene que ver con una valoración ideológica de la medida o con la preocupación por los derechos de las mujeres. Me pega, más bien, que los autobuses extra no son viables en la caótica circulación de Quito o que el desembolso municipal para adquirir nuevas unidades es mucho más grande que la voluntad política. Quizá soy escéptica o mal pensada y, a la par que se cargan esta resolución, proponen una alternativa que siga considerando combatir el acoso en el transporte público... Veremos.
A las mujeres no nos conviene estar a expensas de las administraciones, a las pruebas me remito. Por eso, mientras se deciden a tomar conciencia, a diseñar y a poner en marcha políticas respetuosas con nuestros derechos y sostenibles, ¡os invito a practicar la autodefensa feminista! Arriba os dejo un vídeo, a modo de ejemplo. También podemos fijarnos en El Cazador Cazado, de Alicia Murillo, o en Hollaback.org, un movimiento global que usa la intimidación al agresor y la sensibilización social para luchar contra el acoso callejero.
De todas formas, sigo insistiendo en que no hay que descuidar las violencias de baja intensidad, que son las que sustentan y legitiman la otra más directa: la consabida tocada de nalgas o el frotamiento de unos genitales masculinos sobre nuestro culo. Por eso, sigo a lo mío:
Hartita de tantas actitudes machirulescas en el interior de los autobuses, ahora me concentro en lo que sucede fuera. Pero el patriarcado sigue a la vista... De las nueve paradas que recorro, cuatro (el 44,44%) llevan el nombre de hombres ilustres para la historia hegemónica de Ecuador (Eloy Alfaro, San Martín, Orellana y Galo Plaza); una (el 11,11%) lleva el nombre de una mujer (Manuela Cañizares, precursora de la independencia de Ecuador); y otra homenajea al matrimonio Baca-Ortiz, que dispuso en su testamento que sus bienes fueran destinados a la construcción de ese hospital infantil. (El primer apellido, Baca, corresponde al esposo). Las dos paradas restantes son Bellavista y la Casa de la Cultura.
Para colmo, a la altura de Baca-Ortiz una placa anuncia: “Hombres trabajando”. En Quito, las mujeres trabajan todo el tiempo en la calle. Literalmente en la calle, digo. Venden flores, ensaladas de frutas, helados de paila, salchipapas, cevichochos y artesanía, conducen taxis, patrullan, ejercen la prostitución, evangelizan, bailan y hacen teatro y malabares en los semáforos. Nunca he visto una placa que visibilice semejante autonomía económica y aportaciones y servicios a la comunidad.
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