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De Stonewall a George Floyd

Nueva York está transformada. La ciudad que nunca duerme ha sido uno de los epicentros de la pandemia de COVID-19, con más de 201.806 casos y 16.000 muertes sobre un total de ocho millones de habitantes. Y aunque las medidas de confinamiento han sido más relajadas que en otros lugares (podíamos salir de casa, pasear o ir a repartir comida), de la noche a la mañana hemos cambiado el sonido de las ambulancias por el de los helicópteros de la policía.

Las calles de la megalópolis, que solía tener 62 millones de turistas al año, están semivacías. Mientras, los negocios siguen cerrados, y ahora muchos tapiados por miedo a los saqueos, muchísima gente hemos salido a las calles. De no reunirnos con nadie durante diez semanas, hemos pasado a marchar al unísono y durante horas a los gritos de: “Say his name! George Floyd! Say his name! George Floyd!”

Así hemos cruzado el puente de Brooklyn, el de Manhattan, hemos cortado bulevares y calles, nos hemos dividido en subgrupos o convertido en masa. Unas protestas sin precedentes en los últimos años: muchas veces espontáneas, otras veces organizadas. Pero en todas y cada una, lxs afroamericanxs liderando.

Pride is a Riot (el Orgullo fueron disturbios)

Pride is a Riot (el Orgullo fueron disturbios)Esta semana el movimiento LGTBQ celebraba delante del bar Stonewall el inicio del mes del Orgullo, recordando más que nunca que el movimiento LGTBQ se abrió camino gracias a los disturbios contra la policía ocurridos ahí en 1969.

Ahora, en el 2020, semanas antes del mismo 28 de junio –día en que, se dice, se tiró la primera piedra contra la policía desde Stonewall– unas dos mil personas intentaban estar en silencio para escuchar los parlamentos de las voces de la comunidad LGBTQ negra. El evento quería honrar a todas las personas trans que han sido asesinadas este año en Estados Unidos: un total de doce en seis meses. El año pasado, de las personas trans o de género no conforme asesinadas, el 91% fueron personas negras.

El pasado miércoles 27 de mayo, mientras Minneapolis quemaba por el asesinato de George Floyd, una docena de personas en Florida celebraba la primera vigilia por Tony McDade, una persona trans masculina que fue disparada y asesinada por la policía esa misma mañana.

Pocas semanas antes, Nina Pop apareció muerta y apuñalada simplemente por ser una mujer trans –su asesinato no fue cometido por la policía, pero ¿importa esto?–.

En Minneapolis, donde los disturbios ya llevan una semana, una mujer trans negra, Yyanna Dior fue agredida por una decena de chicos negros cis. Dos coches pararon delante de una gasolinera el pasado lunes, pero Yyanna logró escapar por la puerta de atrás de la tienda, gracias también a algunos testigos y empleados que se pusieron en medio.

Y la lista continúa.

La crítica que empieza a surgir sobre las protestas contra la muerte de George Floyd, es si acabarán centrándose únicamente en el sufrimiento de los hombres afroamericanos, olvidando la violencia que sufren las personas negras LGTBQ, y cómo la brutalidad policial afecta y traumatiza a comunidades y familias enteras. Sobre todo, y a veces directamente, afecta también a mujeres como Breonna Taylor, una técnica médica de emergencias que fue asesinada a balazos en su casa cuando la policía entró sin llamar la noche del pasado 13 marzo.

Las protestas de hoy

Las protestas de hoyEn las calles vacías de Nueva York, donde se puede ir tranquilamente en bicicleta y escuchar a los pájaros cantar, los coches tocan las bocinas y celebran a los manifestantes. Los más aplaudidos son los conductores de autobuses, que se han ganado la complicidad de la gente después de que en una de las primeras manifestaciones uno de ellos se negara a conducir un autobús lleno de detenidos. Una decisión que el sindicato de autobuses, mayoritariamente afroamericano, apoyó.

En muchas protestas las personas negras aprovechan para pasarse el megáfono y contar sus experiencias traumáticas con la policía. Se habla también de la gentrificación y de cómo esta supone más discriminación racial y más llamadas innecesarias a la policía.

Nueva York, que no tuvo ningún toque de queda durante la pandemia, ahora sí lo tiene. Al menos hasta este domingo, el toque de queda es a las 20 horas. Pero a esta hora, quienes no siguen protestando en las calles salen de sus casas y desafían por unos minutos la normativa para gritar su apoyo a #BlackLivesMatter con otros vecinos.

Los habitantes de la megalópolis, que llevaban semanas sin salir de su barrio y aplaudiendo a los trabajadores esenciales cada día a las 19 horas, ahora se conocen y reconocen. Y la calle aprende rápido. Se calla y escucha a lxs afroamericanos. Se gritan más y más nombres y consignas. Se grita por Tony McDade. Se grita para Breonna Taylor. Y quizás pronto la multitud gritará para Nina Pop y el resto de las personas trans y negras asesinadas.

Nueva York está transformada. La ciudad que nunca duerme ha sido uno de los epicentros de la pandemia de COVID-19, con más de 201.806 casos y 16.000 muertes sobre un total de ocho millones de habitantes. Y aunque las medidas de confinamiento han sido más relajadas que en otros lugares (podíamos salir de casa, pasear o ir a repartir comida), de la noche a la mañana hemos cambiado el sonido de las ambulancias por el de los helicópteros de la policía.

Las calles de la megalópolis, que solía tener 62 millones de turistas al año, están semivacías. Mientras, los negocios siguen cerrados, y ahora muchos tapiados por miedo a los saqueos, muchísima gente hemos salido a las calles. De no reunirnos con nadie durante diez semanas, hemos pasado a marchar al unísono y durante horas a los gritos de: “Say his name! George Floyd! Say his name! George Floyd!”