- La filósofa y creadora de “aporofobia”, declarada palabra del año 2017 para la Fundéu, reflexiona sobre la situación social y política en la segunda entrevista de la serie Luces Largas
Adela Cortina, filósofa española y catedrática emérita de la Universidad de Valencia, inventó hace un cuarto de siglo la palabra “aporofobia”, que puso significante a una tendencia que era el rechazo al pobre. Pero también es la aversión a personas que, en un mundo contractual y mercantilista, no tienen aparentemente nada que aportar o dar a cambio y quedan apartadas. Autora de numerosos libros y trabajos sobre ética, ahora, trabaja en temáticas de digitalización.
¿Cómo ve el nivel ético de la precampaña electoral?
Es igual que el del anterior, bastante bajo. Los partidos son la institución menos valorada y se lo han ganado a pulso porque las gentes perciben que están intentando buscar caladeros de votos para coger el poder y no transmiten la idea de que están ayudando. Cuando se hizo la transición -algunos estamos muy entusiasmados con la transición y otros no tanto- claro que había afán de ganar votos, pero se pensaba en el contexto del país. Ahora es más bien el insulto al otro, desacreditar al otro, más que presentar las propias ofertas. Ese nivel de crispación y polarización es muy perverso y la abstención se explica en eso, en que las gentes tienen la sensación de que esto es una guerra sin cuartel en la que no tenemos por qué entrar.
¿Preveía la entrada de la extrema derecha en España?
Se estaba viendo venir, aunque yo daba charlas muy orgullosa diciendo que en España no teníamos este tipo de partidos. Hay que pesar por qué surge. En otros países como Francia, Alemania o Hungría hay un caldo de cultivo mayor porque hay grupos de gentes con sentido supremacista. En España tenemos más bien tendencia al complejo de inferioridad y a pensar que todo el mundo es mejor que nosotros. Que salga un grupo así nos obliga a hacer autocrítica y crítica a los políticos que no han gestionado bien los problemas y han posibilitado que naciera una reacción. Si hubieran gestionado mejor la inmigración, por ejemplo, no hubiera surgido.
¿Cómo había que gestionar la llegada de inmigrantes?
Con Europa. Había que acoger, hacerlo pausadamente, legalmente, porque nosotros somos más hospitalarios que hostiles, y es un frente que no se lleva bien en España ni Europa y algunos grupitos lo han aprovechado y dicen que vienen yihadistas, llegan los bulos que otros llaman posverdad, y los convierten en el chivo expiatorio.
¿Cuánto ha pesado el conflicto catalán?
Ya decía Ortega y Gasset que es un tema que hay que conllevar y no hay manera de llegar a una solución. Hay que satisfacer las expectativas legítimas de los distintos grupos. Y hay un conjunto de españoles que hemos desaparecido. En la época de Rajoy se hablaba de Cataluña y Rajoy, y el resto de españoles parecía que no existíamos. Esta simplificación del tema, no contar con todos, nos está perjudicado enormemente. Hay gentes a las que les supone un cansancio enorme, y de ahí sale Vox. Gentes que dicen, “¡pero si son los que están mejor y en Cáceres no tienen ni trenes!”. Es lamentable que no se haya encontrado la medida, porque cada quien va buscando votos de sectores. No me extraña que haya surgido Vox, lo que me extraña es que no haya surgido antes por esta mala gestión.
¿Son xenófobos o aporófobos?
Lo que hay es el rechazo al pobre, el que está por debajo, el que parece que no tiene nada que ofrecer. Es un modo de decir que nosotros ya estamos bien y que ellos no vienen a traer más que problemas y no tienen nada interesante que darnos a cambio, que es la clave de la aporofobia, que se da en todos los ámbitos de la vida porque quien más o menos busca a un amigo bien situado. Hay un grupo que obviamente no tolera al inmigrante. Pero me da mucho miedo también el supremacismo del nacionalismo. Cuando dices que eres superior a los demás, tras un nacionalismo exacervado, hay un supremacismo, que es lo que les pasa en Francia o lo que le pasa a Trump: los americanos primero. En estos movimientos de rechazo de los inmigrantes y extranjeros hay una convicción de que un grupo es superior. Está en Vox y en el nacionalismo.
¿Por qué aglutina más la bandera que los valores éticos de una sociedad?
Estamos en un momento de emotivismo, que se aglutina en torno a los símbolos, que son los que desatan emociones instaladas en el cerebro antes que la inteligencia y la reflexión. Por eso están muy cercanas a la motivación, el deseo y la pulsión. Por eso, si quieres movilizar a gente tienes que llegar a sus emociones, porque como vayas a su razón y empieces a argumentar pierde fuerza. Ahora la política se ha emotivizado, se trata de manejar emociones, por eso las redes sociales tienen una fuerza brutal, o la posverdad, que es una serie de bulos. Estamos en tiempo de política emotivista que produce muy buenos resultados a los que quieren llevarse la gente a su molino, que apela a emociones que están por debajo del razonamiento y van asustando con mentiras al personal.
Hay que crear emociones políticas, por ejemplo que nos entusiasme la idea de dignidad humana, de libertad, que nos movilice la idea de igualdad. Si solo nos quedamos con las emociones, habrá gente a la que solo le mueva la bandera, a otros la tradición, lo que contaban en su casa y han oído siempre... Y al final es una lucha de símbolos.
¿Es ético Votar a Vox?
Es ético votar a cualquier partido que sea constitucional. Yo no descartaría a nadie, porque también podríamos decir que por qué hay que votar a Bildu cuando tiene una historia de sangre. Es ético votar a cualquiera, y lo digo aunque sea políticamente incorrecto. Lo que cada uno tiene que ver es qué valores quiere defender.
¿Aunque este partido de extrema derecha proponga dejar atrás a una parte de la sociedad?
Todos proponen dejar atrás a una parte, ¿no? En una sociedad pluralista no se puede descartar a algunos por inmorales. Y no se puede porque es una agresión moralista, que intenta deshacerse de los adversarios tachándolos de inmorales, y eso eso lo que han hecho los totalitarios de todos los tiempos. Si hay algún partido en España que sea inmoral, hay que prohibirlo. Si son constitucionales, lo que hay que hacer es desactivarlos y demostrar que los inmigrantes no son un peligro y que lo que tienen es miedo, por ejemplo.
Entonces no ve lógicos los cordones sanitarios o los vetos previos como el de Ciudadanos al PSOE...
Antes de empezar, esto no se puede. ¿Por qué? ¿Porque ven una propuesta distinta de lo que la ves tú? Eso es el pluralismo, pero es muy difícil el pluralismo, porque tenemos una tendencia al totalitarismo...
Usted previó y definió la aporofobia. ¿Cuál es la proxima borrasca social que anticipa?
Nuestro nivel de digitalización. China y EEUU son quienes tienen plataformas digitales que están manejando el mundo y sin embargo en Europa no tenemos ninguna. Estamos retrocediendo clarísimamente desde el punto de vista económico, pero también desde la relevancia y la significación en el contexto mundial. Qué va a pasar con nuestros jóvenes, con quienes no puedan optar a empleos que requieren cierta competencia digital... Los políticos tendrían que estar preocupados por eso. La UE tiene una propuesta sociopolítica y ética que creo que es superior a la de China -un extraño capitalismo comunista de estado que no permite hablar de derechos humanos- y EEUU -que anda por el neoliberalismo-. La Unión Europea tiene la mejor oferta, que es la socialdemocracia y la economía social de mercado. El gran reto es que la UE se fortalezca.
Prevé desplazados tecnológicos, ¿pero no está sucediendo esto ya?
Decía Kant que los seres humanos inventaron el puñal antes que el imperativo moral. De alguna manera, la tecnología va siempre por delante y nos obliga a pensar cómo lo hacemos. Es muy importante ver qué tipo de empleos van a ser necesarios y pensar qué se hace con las personas que quedan desplazadas. Se puede pensar en la renta básica de ciudadanía, se puede pensar en una predistribución en la que los robots y máquinas inteligentes sean propiedad de la sociedad y todo el mundo va a tener un porcentaje de la riqueza antes incluso de que se pongan en marcha... Se están haciendo ya declaraciones de derechos digitales como el derecho a la propia intimidad, a que no se utilicen mis datos, a mi autoestima, a que no se intente entrar a venderme productos...
Es un mundo bullendo y como no nos lo tomemos en serio hay mucha gente que va a sufrir, sobre todo los más vulnerables, que es lo que pasa siempre.
Ahora que el feminismo se ha puesto en el centro del debate político, ¿cree que existe el feminismo liberal del que habla Ciudadanos?
El feminismo tiene que ser un movimiento pluralista y ese es su futuro, como intente ser un grupo... Debe ser amplio y actuar porque, cuando se ha tenido experiencia de discriminación hay que ayudar a otros discriminados.
¿Prohibiría la prostitución?
Que personas se aprovechen del cuerpo de otras me parece inmoral, no debe ser la manera de relación entre personas en temas tan delicados como el amor. Yo, sinceramente, la prohibiría, pero habría que pensar mucho sobre esto.
¿Prohibiría también los vientres de alquiler?
Yo prefiero llamarle maternidad subrogada. Si se utiliza para satisfacer un deseo de hijo biológico explotando a mujeres pobres, me parece inadmisible por donde se mire. Pero supongamos que hay un contrato, serio, con claridad con una mujer a la que le interesa el contrato no porque esté muriéndose de hambre, sino porque le interesa. Yo no lo prohibiría. Legalmente es complicado de organizar, pero no veo razones morales para impedirlo.
Citando a Ortega, decía usted que el tigre no puede 'destigrarse' pero la humanidad sí puede deshumanizarse. ¿Nos está pasando?
A la sociedad de bienestar le sigue interesando la libertad, la igualdad, la solidaridad. Pero el mundo digitalizado nos va a traer una situación muy diferente que nos hará reflexionar sobre cómo vivimos esos valores. En este mundo nuestro que consiste en estar pegado al móvil, tener que contestar continuamente y recibir información rápida nos va a ser muy difícil ejercer el valor que más nos gusta, que es la libertad, porque nos va a ser difícil ser los dueños y protagonistas de nuestras vidas. Los valores siguen siendo los mismos, pero la manera de vivirlos va a sernos muy difícil en un mundo acelerado en el que siempre estamos extrovertidos mirando hacia afuera y no hacia el interior.