La política de pactos decidida por Albert Rivera, en la que de una manera u otra ha terminado aceptando el apoyo de Vox para poder cerrar sus acuerdos con el PP mientras se niega a facilitar la investidura de Pedro Sánchez para evitar que se apoye en los independentistas, está acarreando al líder de Ciudadanos un severo coste político.
En apenas unos días Rivera ha sufrido una oleada de críticas lanzadas desde varios flancos. Bien por parte de algunos históricos fundadores de su partido, como el catedrático Francesc de Carreras que asegura “no reconocerlo” y le tilda de “adolescente caprichoso”; o bien por el lado del economista Manuel Conthe, que asesoró a Cs en 2015 y ha llamado “payasos” a los dirigentes del partido por proponer una alternancia de dos años en la Alcaldía de Madrid. Pero también desde las filas de sus socios europeos, los liberales de Alde, con nuevas advertencias del partido de Emmanuel Macron, que amenaza con romper “la cooperación” con Ciudadanos por sus pactos con Vox.
Unos y otros le reprochan que haya abandonado definitivamente el centro, apuntalando a un agónico PP, y sin querer abrirse siquiera a contemplar una abstención en la investidura de Sánchez, al que el dirigente naranja sigue considerando “un radical de izquierdas” dispuesto a aliarse de nuevo con “populistas y separatistas”. El razonamiento que hace ese grupo de crítico es que si tanto le preocupa al líder de Ciudadanos ese escenario, ¿por qué no lo evita?
Ya antes de las elecciones autonómicas, europeas y municipales, Rivera tuvo que sortear fuertes presiones que le hicieron desde sectores mediáticos, económicos y financieros, precisamente para que colaborara en dar “estabilidad” a un gobierno de Sánchez sin Unidas Podemos y los independentistas.
Tanto el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, como otros representantes del establisment pidieron a Rivera que “por el bien del país y la economía” su grupo al menos se abstenga en la sesión de investidura, pero el líder les replicó que “los españoles han preferido un Gobierno de Sánchez con Podemos y los nacionalistas. Los que han votado han sido los españoles, no la CEOE ni los bancos”.
Primeros reproches por su pacto a tres en Andalucía
Durante las negociaciones que emprendieron con el PP para formar Gobierno en Andalucía, el líder de Ciudadanos ya escuchó los primeros reproches de sus compañeros de Alde, que le exigieron que evitara a toda costa situarse en el mismo plano que un partido como Vox que está en la misma sintonía que otras formaciones ultraderechistas contra las que precisamente combaten, como el partido de Marie Le Pen en Francia, el de Matteo Salvini en Italia, o el del ultra holandés Geert Wilders.
En Ciudadanos hicieron todo tipo de piruetas para no aparecer con Vox aunque pactaron con ellos la composición de la Mesa del Parlamento regional y aceptaron sus votos para que el bipartito de Juanma Moreno y Juan Marín saliera adelante. Luego llegó la foto de Colón de Rivera con Santiago Abascal y Pablo Casado. Ahora Ciudadanos se ha vuelto a ver obligado a sentarse con la formación ultraderechista para poder sacar adelante el presupuesto andaluz.
Durante todos estos meses Rivera ha seguido contorsionándose para convencer a unos y otros de que Ciudadanos no “negocia” ni con “los populistas” ni con un partido como Vox. No lo ha conseguido con el candidato al Ayuntamiento de Barcelona y exprimer ministro francés, Manuel Valls, con el que prácticamente ha roto relaciones. Hasta el punto de que los seis concejales que logró la Plataforma, que Cs respaldó en las municipales, se van a dividir previsiblemente a la hora de votar la investidura para la alcaldía de la capital catalana, a la que opta de nuevo Ada Colau en colaboración con el PSC.
Discrepancias dentro de la Ejecutiva
Incluso dentro de la Ejecutiva del partido surgieron voces compartiendo la opinión de Valls sobre la necesidad de colocar un “cordón sanitario” a Vox y abrir la puerta a pactos con el PSOE. Entre ellas, la de Luis Garicano, cabeza de lista de Ciudadanos en el Parlamento Europeo, al que su postura le costó soportar cierto aislamiento dentro de la propia dirección, poco acostumbrada a las discrepancias.
Otro dirigente que manifestó internamente -pero nunca en público- sus dudas sobre el drástico veto impuesto al PSOE fue el diputado Toni Roldán. Del mismo modo que lo hizo Francisco Igea, el candidato de Castilla y León, que se mostró desde el principio más favorable a pactar con el socialista Luis Tudanca que con un PP al que dijo ver “pocas ganas de regenerarse” tras 32 años ostentando el poder en esa comunidad. Sin embargo, poco después el dirigente de Cs, Jose María Espejo-Saavedra, miembro de la comisión negociadora, cerraba esa posibilidad al tildar a Tudanca de “acérrimo sanchista”.
Durante todo este tiempo Rivera ha sabido aplacar las escasas voces críticas que han ido surgiendo dentro de la formación, a las que no se les puede considerar como una “corriente” interna, sobre todo porque los Estatutos del partido penalizan estos comportamientos. Así, a principios de junio el líder del partido consiguió que toda la Ejecutiva votara por “unanimidad” un texto en el que se comprometían a no negociarar con Vox, a no formar “tripartitos”, y a que el PP fuera su “socio preferente” mientras el PSOE quedaba relegado a un aliado de “excepción”.
Pero la realidad ha superado ese acuerdo interno. Vox está presente en los pactos alcanzados con el PP para cerrar las mesas de los parlamentos tanto en Madrid, como en Murcia y también en pactos para los ayuntamientos de Aragón y otros municipios para poder garantizarse su cuota de poder autonómico y municipal, aunque casi siempre en un papel subsidiario dado que, aunque Cs ha crecido notablemente en casi toda España, no ha conseguido dar el anhelado sorpasso a los de Casado.
Un jueves 'negro' para Rivera
Si la situación ya estaba tensa, el jueves se convirtió para Rivera en la jornada más 'negra' de la semana al recibir en pocas hora dos varapalos de personas que antes le respetaban y apreciaban. En un duro artículo publicado en El País, el jurista y catedrático Francesc de Carreras -autor de la enmienda que llevó a Ciudadanos a definirse como una formación socialdemócrata-, lamenta que Rivera no dé prioridad en estos momentos a la estabilidad de España y haya decidido votar 'no' a la investidura de Sánchez sin contemplar siquiera una abstención.
“Ciudadanos es clave para dar estabilidad al Gobierno de España”, dice De Carreras nada más empezar su carta, que encabeza con un 'Querido Albert': “No entiendo que ahora nos falles, que el joven maduro y responsable se haya convertido en un adolescente caprichoso que prioriza los supuestos intereses de partido a los intereses de España”.
Después de alabar su trayectoria hasta ahora, De Carreras recuerda a Rivera que sus 57 diputados “junto a los 123 del PSOE suman una mayoría absoluta de 180 escaños, capaz de sostener un Gobierno coherente y estable en los próximos cuatro años, algo imprescindible para afrontar un complicado futuro”.
“Cs fue clave para enfrentarse al golpe de Estado en Cataluña, ahora es clave para dar estabilidad al Gobierno de España”, insiste el catedrático, animándole a rectificar como ha hecho en anteriores ocasiones. “Recobra, Albert, la capacidad de liderazgo que has tenido en todos estos años y afronta con valentía la adversidad. Rectifica. Muchos no desean que a Cs les una solo un melancólico recuerdo”, le advierte al final en su carta.
Conthe llama “payasos” a los dirigentes de Ciudadanos
Casi al mismo tiempo otra figura destacada, el economista Manuel Conthe que asesoró a Ciudadanos en su programa de 2015, también se mostraba sumamente crítico con Rivera. El expresidente de la CNMV arremetía contra los dirigentes de Ciudadanos a los que en su cuenta de Twitter llamaba directamente “payasos”. “Yo llegué a creer que Rivera y Ciudadanos era un partido liberal serio, con sentido de Estado y espíritu regenerador. Pero me están empezando a parecer unos payasos, tan poco fiables como otros partidos y líderes. Como consuelo, siempre nos quedará Valls”, dejaba dicho Conthe, en alusión a la oferta inicial de Cs al PP para repartirse el mandato en el Ayuntamiento entre José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís, a razón de dos años cada uno. Una opción que finalmente ha quedado descartada, con el acuerdo sellado en la noche de este viernes para que el dirigente del PP sea el sustituto en Madrid de Manuela Carmena y Villacís Vicealcaldesa, aunque todo queda a expensas de lo que pueda hacer Vox este sábado.
Las críticas del fundador y del economista han dejado helados a muchos de los dirigentes del partido que han preferido dejar correr los ácidos comentarios de ambos. Esta redacción intentó recabar alguna opinión pero todos los consultados reconocían que preferían “no meterse en berenjenales”.
Para rematar el día, el hasta ahora portavoz de Cs en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón, Miguel Ángel Berzal, daba un sonoro portazo al partido dimitiendo como miembro del Consejo General, máximo órgano entre Asambleas de Ciudadanos. “En muy poco tiempo Ciudadanos se ha convertido en una agencia de colocación de familiares, de amigos....”, afirmaba en una carta publicada por el El Correo de Pozuelo.
Después de acusar al partido de practicar la “endogamia y el nepotismo” y de imponer a los candidatos “con las recomendaciones de los comisarios políticos”, Berzal se despide entre frases lapidarias: “Me voy con viento fresco”. “Ciudadanos es un timo político”.