El dirigente de Ciudadanos ha vuelto a cambiar de opinión. En apenas unos meses ha pasado de defender que la presidencia del Congreso recaiga en un diputado de un partido de la oposición, a apoyar que lo haga un miembro del mismo grupo del Gobierno, en este caso, del PP.
La primera vez que Albert Rivera lanzó la idea fue poco antes de que arrancara la anterior legislatura. Entonces la justificó asegurando en que era muy “saludable” para la democracia mantener una separación de poderes entre “el Ejecutivo” y “el Legislativo”. Por ello, poco antes de la constitución de las anteriores Cortes, incluso se erigió en mediador entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, y consiguió que alcanzaran un pacto para que el socialista Patxi López presidiera la institución.
Rivera presumió del acuerdo aunque dejó claro que el dirigente vasco no era su “candidato ideal”. Las negociaciones las realizó por separado dada las malas relaciones que ya por entonces mantenían Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. El líder del PP no tuvo más remedio que ceder y renunció a plantear un nombre alternativo.
Frustrado el acuerdo entre su partido y el PSOE para la formación de un Gobierno “reformista”, Rivera siguió apostando porque la persona que ocupara el sillón de la segunda institución del Estado fuera de otro partido ajeno al Gobierno. De hecho, en campaña, el líder naranja fue preguntado en diferentes ocasiones si seguía manteniendo su postura de que el cargo debería ir a parar a un partido de un color político diferente al del Gobierno. Y dijo que sí.
No obstante, aunque mantuvo su opinión, una vez celebradas las elecciones se cuidó mucho en dar de nuevo su apoyo al PSOE y evitó especificar si ese cargo debería recaer nuevamente en Patxi López. A finales del pasado mes de junio, los de Rivera insistían en que ese puesto no debería ocuparlo el PP.
Sin embargo, la necesidad de Rajoy de recabar el apoyo para su hipotética investidura de los 32 diputados naranjas ha desembocado en un nuevo cambio de opinión de Rivera. El líder de Ciudadanos, viendo esa necesidad, incluso llegó a pretender que el diputado de su grupo, Ignacio Prendes, fuera apoyado por los populares para ocupar la presidencia del Congreso. En el PP hubo amagos de aceptar. Pero no a todos les entusiasmó la idea y finalmente Rajoy optó como alternativa cederles dos sillones de los cuatro a los que tienen ellos derecho en la Mesa: la vicepresidencia primera y una secretaría. Una oferta bastante ventajosa si se tiene en cuenta que a Ciudadanos, por aritmética parlamentaria, no les correspondía ni un solo puesto en ese órgano. Con ello, además, Rajoy se garantiza una mayoría conservadora en el órgano de gobierno del Congreso.
El trato fue cerrado telefónicamente por ambos dirigentes este lunes por la mañana mientras Rivera aseguraba en los cursos de verano de El Escorial que su deseo era que el presidente de la Mesa del Congreso fuera un “constitucionalista, razonable y moderado”, y defendía que el órgano tuviera un carácter “plural”.
Ahora todos los esfuerzos se centran en afirmar que este acuerdo con el PP no es la antesala a un enésimo cambio de postura de Rivera para convertir la anunciada abstención de los 32 diputados naranja en la hipotética investidura de Rajoy en un “'sí' con condiciones”.