“Alberto Garzón retoma algunos de los principios que daban fundamento al origen de IU”
El fin de semana del 4 y 5 de mayo Izquierda Unida culmina una Asamblea federal de la que surgirá una nueva dirección, unos nuevos estatutos y una nueva estrategia política. La votación para elegir a los dirigentes arranca este jueves y los resultados se conocerán a comienzos de la semana que viene. El cónclave coincide con el 30 aniversario de la fundación de una fuerza política que nació al calor de las movilizaciones contra la OTAN y que, tres décadas después, ha decidido por primera vez concurrir en una coalición electoral en la que no es la fuerza hegemónica.
eldiario.es inicia una serie de entrevistas sobre el pasado y el futuro de IU y del magma social que representa y ha representado. La inicial es la del que fuera primer presidente de IU, Gerardo Iglesias (Mieres, 1945), quien apenas duró tres años en el cargo que hoy sería el del coordinador federal. Tras este corto periodo regresó a Asturias y a la mina. En su tierra natal encontró “un muro de hormigón” ante las ideas que habían dado origen a IU.
Hoy, Iglesias ve en Podemos una fuerza que tiene un hilo de continuidad con la idea originaria de IU y avala que, por primera vez, el PCE y la propia IU hayan dado el paso a coaligarse con la formación de Pablo Iglesias pese a no ser las fuerzas hegemónicas.
Usted fue uno de los fundadores de IU y el primer presidente [actual coordinador federal] hace 30 años, ¿cómo recuerda aquél momento?
Fue un momento importante, emotivo. Con grandes esperanzas. IU se creó al calor de las movilizaciones contra la entrada de España en la OTAN, donde una plataforma cívica presidida por Antonio Gala promovió una gran movilización en todo el país. El PSOE, que había defendido la no incorporación y al final salió con aquello de “De entrada, no”.
¿Y cómo decidieron dar el paso de fundar IU?
Nos planteamos crear una nueva fuerza política acorde con los tiempos. Las elaboraciones que dan fundamento al nacimiento de IU no perseguían construir una fuerza instrumental para salir del paso y superar los límites del PCE. Su aspiración era mucho mayor e iba mucho más lejos. Partíamos de la base de que los partidos tradicionales estaban en crisis. Partíamos de que ya en esa época las sociedades se habían transformado profundamente a partir de lo que entonces se llamó la revolución científico-técnica y los partidos no canalizaban todas las demandas de la sociedad. Hicimos una afirmación muy concreta, que está escrita en los papeles, y era que el partido ya no podía totalizar la acción política. Había que compartir la acción política con otros movimientos de carácter social. Eran elementos importantes del nuevo proyecto.
Es un discurso que podría encontrar ecos en 2016.
Hoy se habla de transversalidad. En aquél momento no se usaba el mismo término pero sí decíamos ya que las fronteras ideológicas no estaban tan marcadas como 70 años atrás por lo que estábamos indicando que había que acceder a ganar la confianza de un espectro mucho más amplio de aquél que se sentía estrictamente de izquierdas.
También teníamos escrito que se avecinaba una época en la que se podría acceder a imponentes medio de comunicación y de interacción de la ciudadanía con los poderes políticos lo que permitiría profundizar en la calidad de la democracia. Solo lo subrayo porque muchas de las cosas que planteábamos entonces, salvando las distancias, son bastante similares a las que 30 años después dan nacimiento al 15M, a las mareas y a las grandes movilizaciones populares de las que nace y emerge una fuerza como Podemos.
¿Cree que se quedaron en el planteamiento?
La voluntad era subsumir en un espectro más amplio la cultura comunista que se presentaba como condicionante para llegar a la conformación de una nueva fuerza política más acorde con los tiempos finalmente la inercia de aquella cultura terminó convirtiendo a IU en una fuerza política más que arrió los elementos fundamentales que daban origen teórico al nacimiento de aquella fuerza política.
El PCE optó entonces por dejar de ser una fuerza electoral, un elemento que ha recuperado en su último Congreso.
El PCE optó por dejar de ser una fuerza electoral pero no optó por dejar de hegemonizar el conglomerado que formaba IU. Eso fue un serio inconveniente. Por eso hablaba yo de la inercia de la cultura comunista, que finalmente condujo a un partido del mismo corte tradicional que otros partidos de izquierdas cuando lo que tratábamos era de superar esos límites, de abrir las formaciones políticas de izquierdas a la sociedad y compartir la acción política con otros movimientos sociales. Eso no se ha hecho.
¿El paso del PCE de no concurrir a unas elecciones con sus siglas fue sencillo? ¿No hubo resistencias?
Evidentemente hubo resistencias. Y ahora que IU da el paso tan importante de coaligarse con Podemos y otras fuerzas de la izquierda esa resistencia permanece.
Entre la IU de hoy y la de 1986, pese a que no se consiguieron los objetivos que se marcaron, ¿existen paralelismos?
Comienza a haber paralelismos. La orientación que está imprimiendo Alberto Garzón a IU retoma, en el contexto actual, algunos de los principios que daban fundamento a su origen. La confluencia abre un horizonte de esperanza para amplios sectores del electorado y de la sociedad civil.
¿Puede Podemos acabar sustituyendo a IU y que esta se diluya en Podemos?
Podemos no tiene por qué ser la última expresión en el proceso de configuración de una nueva fuerza alternativa. De hecho, el Podemos del primer momento ya no es el de ahora porque ha tenido la capacidad de integrar fuerzas de la izquierda muy diversas en un único proyecto: las mareas, Compromís, En Comú, etcétera.
¿Habrá un proceso tras las elecciones del 26 de junio para definir un nuevo espacio o herramienta?
Lo importante es superar los viejos vicios y lastres de las viejas formaciones políticas. Ahora es posible en la medida en que fuerzas como el PCE, IU y otras inmersas en un campo de militancia mucho más amplio y heterogéneo pueden irse desprendiendo de lastres que no ayudaban a la configuración de esa fuerza alternativa que pueda disputar el poder a la derecha en este país.
Usted, como otros líderes de IU y de la izquierda, abandonaron la política activa y partidista casi por la puerta de atrás y años después se convierten de alguna manera en referentes. ¿Cómo puede explicarse esta contradicción?
Yo no sé si salí por la puerta de atrás (ríe). Cuando renuncié a presentarme a la presidencia de IU y me vine a Asturias para reincorporarme a mi trabajo, a la mina, no lo hice con la voluntad de abandonar la política. Yo quería seguir colaborando con IU en Asturias, pero me encontré con que todo lo que habíamos diseñado y pensado, un proyecto abierto e integrador, chocó contra un muro de hormigón. La mayoría de los dirigentes no leyeron la letra pequeña y terminaron haciendo con unas siglas distintas un modelo de partido más o menos como era el PCE.
¿Por qué no logró IU romper con ese modelo?
Cuando ahora se dice que si IU hubiera hecho los deberes no existiría Podemos no estoy del todo de acuerdo. IU no los hizo pero es que venía muy marcada por la cultura que se había forjado en una lucha muy difícil que libró el PCE en la Guerra Civil y luego en la dictadura. En 1986 no había las mismas condiciones que hay ahora para crear una fuerza política como es Podemos.
¿Cómo se podrían evitar hoy los errores de entonces?
Una fuerza naciente como es Podemos cometerá muchos errores. Es natural. Y hoy es Podemos y mañana podrá llamarse de otra manera. Lo importante es que ese paso que se dio de ser una fuerza testimonial a una fuerza de gran representación en el Parlamento y gobernando en ayuntamientos como Madrid, Barcelona o Cádiz tiene muchas posibilidades de hacer que cristalice esa gran fuerza integradora que dispute el poder a la derecha.