Publicidad de puticlubs en la Carrera de San Jerónimo y otros bajonazos parlamentarios

La comisión de investigación de la financiación ilegal del Partido Popular en el Congreso es un espectáculo de barro, el mejor ejemplo de World Wrestling Entertainment en Madrid y la Tomatina de la política parlamentaria. Hay pocos intentos de hacer preguntas concretas, y cuando las hay, se repiten sin variaciones. Los testigos niegan la evidencia sin inmutarse. Hay un diputado que se dedica a provocar a sus rivales como si estuviera en un bar a las cuatro de la mañana. Los representantes del Partido Popular pretenden sostener que la primera sentencia de la Gürtel no tiene nada que ver con ellos a efectos inculpatorios. Aparentemente, se llevaron un montón de dinero ilegal, “a título lucrativo”, y se lo quedaron porque la vida a veces te sonríe sin motivo, y no se preguntaron de dónde venía. Por último, hay un presidente de la comisión que no se atreve a imponer ninguna autoridad ni orden en el debate. Está ahí por alguna razón, pero él no lo tiene muy claro. O lo sabe, pero no está por la labor de sufrir frustraciones.

En la comparecencia de Francisco Álvarez Cascos –excasi todo del PP, diputado, senador, secretario general del partido, vicepresidente del Gobierno, ministro de Fomento–, se produjo otro espectáculo digno del pay per view de madrugada. En realidad, varios.

El portavoz del PP empezó a dar una lista de “puticlubs” de Andalucía. A saber, Don Angelo, Top Show Girls y La Casita, de Sevilla, Bahía 2, de Chiclana, y American Show, de Córdoba. ¿También financiaron al PP? No, por favor, era una forma de tirar basura sobre el PSOE por otro caso de corrupción.

“La noticia salió ayer precisamente”, dijo Óscar Clavell. Los hechos no son de ayer. Se produjeron entre 2004 y 2009. El origen está en un informe policial difundido por el Partido Popular que está en un sumario judicial y que incluye el gasto de 31.969 euros en burdeles que habían salido de fondos públicos, en concreto de una fundación dedicada a la formación de parados. Es otro de los muchos ejemplos de casos de corrupción –de los más pequeños en cuestión de dinero pero si hay sexo, eso vende más– ocurridos hace años en organismos de la Junta de Andalucía, y también una oportunidad perfecta para el PP de inaugurar la precampaña electoral en esa comunidad autónoma.

El presidente de la Comisión, Pedro Quevedo, en las listas del PSOE como independiente, debería haberle cortado cuando empezó a nombrar la lista de locales –debía saber que nada tenían que ver con Cascos– pero le dejó que se desahogara durante el tiempo necesario para colar el mensaje. Quevedo nos diría que no puede hacer eso cada pocos minutos, porque en esta comisión suceden estas cosas con mucha frecuencia. Quizá alguien le respondería que puede hacerlo, porque a fin de cuentas es el presidente.

Más barro. Gabriel Rufián se plantó allí como siempre a sacar de sus casillas a los diputados del PP. Sería más apropiado en términos de escenografía que lo hiciera apoyado en la pared con un gintonic en la mano, pero en la comisión sólo hay café y todos están sentados. Eso sí, da igual lo que se haya tomado antes. Rufián es rápido de reflejos. Oye a Álvarez Cascos decir que “le preocupa que en Cataluña haya un sistema de apartheid”, y contraataca rápido: “Le falta la bandera con el pollo” (la bandera franquista, claro).

La vicepresidenta de la comisión, Beatriz Escudero, del PP, cayó en la trampa. También es cierto que algunos diputados del PP quieren caer en la trampa con Rufián. Hay ahí una relación de odiarse, pero necesitarse, que volvería loco a Freud. Escudero intervino, aunque no tenía la palabra, para decir: “Está insultando a la bandera de los españoles” (mmm, ¿de los españoles franquistas?).

Qué más quería Rufián, que al poco la llamó “palmera”. No exactamente un insulto, pero sí un claro menosprecio. Escudero, al quite: “Señor presidente, no tolero... me acaba de llamar palmera. Pido amparo a la mesa. Ya está bien, hombre”. A Pedro Quevedo le salieron unas pocas palabras, no muchas, y Escudero se quedó mirando a Rufián.

Que le guiñó el ojo.

Escudero saltó. “No me guiñes el ojo. ¡Imbécil!”.

“A mí me llama palmera y yo no le puedo llamar imbécil. ¡Ya está bien!”, continuó, y en seguida se marchó de la sala durante el resto del turno de Rufián.

Al concluir su intervención, el diputado de ERC abandonó también la comisión para no volver. Para qué perder más tiempo allí. Tenía que ocuparse de retuitear a todos los que le insultaban en Twitter. Otro día duro en la oficina para Rufián.

(Después de la sesión, el PP organizó una rueda de prensa para defender a Escudero con una numerosa presencia de diputadas del partido. Rufián negó haberle guiñado el ojo, algo que no se molestó en desmentir durante la comisión.)

Parecía que había llegado la calma. Pedro Quevedo siguió con su trabajo. “Tiene la palabra el señor Rato”.

En otra época, Álvarez Cascos le habría arrancado la cabeza. Ahora es más paciente y se limitó a pronunciar en voz baja sus dos apellidos por si era necesario.

“Señor Cascos, discúlpeme, a saber en qué estaba pensando”, siguió Quevedo. Afortunadamente, Cascos no le preguntó en qué estaba pensando. El diputado canario tiene 62 años, pero le van a caer diez más por los disgustos cuando acabe esta comisión. En qué momento aceptó la presidencia.

El general no recuerda nada

Por último, la declaración en sí de Álvarez Cascos no fue mucho más edificante, por aquello de que es más enriquecedor contar la verdad que hechos difícilmente creíbles. Hablamos de alguien que no sólo fue el número dos del PP durante una década, sino que fue tesorero del partido “en funciones” en los tres años que hubo entre los mandatos en ese puesto de Rosendo Naseiro y Álvaro Lapuerta, dos épocas en las que el PP recibió dinero de todos los sitios posibles.

Cascos era conocido entonces como “el general secretario” por la disciplina de hierro que imponía en un partido ya de por sí disciplinado, pero que venía de una época algo más tumultuosa de lo normal. La gente lo ve ahora ya mayor, pero en su época Cascos daba mucho miedo. De los dos, Aznar era el simpático.

No se movía una hoja sin que Cascos lo supiera. Pues bien, en la época en que El General era tesorero “en funciones” cuando ya existía una caja B en las finanzas del PP, él dice que no se enteró de nada. El “equipo”, es decir, el personal administrativo, se ocupaba de todo. Las donaciones privadas al partido –legales o ilegales– llegaban por arte de magia, quizá depositadas en una cesta en la puerta de la sede, pero Cascos no sabía nada. ¿Caja B? De eso nunca hubo nada. ¿Lapuerta y un tal Luis Bárcenas? “De lo que yo conozco, su comportamiento fue intachable. No vi en ellos nunca una actitud merecedora de reproche”. ¿Le informaba Bárcenas de las donaciones privadas recibidas? “En el PP teníamos muchas funciones que hacer”. ¿Cree que Bárcenas montó una caja B en el PP? “Las suposiciones son propias de procedimientos inquisitoriales”.

Ese sí era el momento apropiado para guiñarle un ojo.

Álvarez Cascos defendió que era casi metafísicamente imposible que hubiera corrupción en las obras adjudicadas por el Ministerio de Fomento, porque en las mesas de contratación estaban interventores y abogados del Estado, y no él, además de un procedimiento muy transparente y con “automatismo”.

La diputada de Podemos Noelia Vera sacó el caso de la constructora Hispánica, cuyo responsable reconoció ante el juez haber pagado cuatro millones de euros para agradecer adjudicaciones recibidas en la época en que Cascos era ministro de Fomento.

Hispánica llegó a facturar 700 millones de euros en obra pública. Como Cascos dijo que es “inverosímil” que Fomento favoreciera a alguna empresa, hay que suponer que esa constructora pagó esos millones por pura casualidad, por inercia. Lo mismo iba a donar ese dinero a Unicef y se lo quedó la Gürtel por el camino.

En las últimas noticias parlamentarias, hemos sabido que el PP y Ciudadanos han propuesto que haya una comisión de investigación sobre la tesis de Pedro Sánchez –tienen los votos para hacerla posible en el Senado– y que el Congreso votó a favor de la creación de otra comisión sobre ya el inexistente centro de la Universidad Rey Juan Carlos que regalaba los másters a los políticos.

Habrá barro, insultos y mentiras para todos. No hay que descartar que sepamos más nombres de puticlubs de carretera. Algunos puede incluso que estén todavía abiertos. No hay que descartar nada, excepto que se vaya a saber algo sobre los temas que justifiquen la puesta en marcha de esas comisiones de investigación.