Era el turno de la prensa portuguesa en la comparecencia conjunta de los jefes de Gobierno tras la cumbre hispano lusa de este miércoles en Lanzarote. “Hay quien dice en Portugal que tenemos una mayoría socialista recalentada y cansada. ¿Comparte usted esa opinión?”, le preguntó una periodista a Pedro Sánchez. El presidente español, que viene de sortear a duras penas las semanas más duras en la convivencia de la coalición que dirige y de ver caer la derogación de la ley mordaza por falta de apoyos parlamentarios, hablaba al lado de un hombre, Antònio Costa, que gobierna su país con 117 de 230 escaños. No pudo evitar sonreírse. “Lo que le puedo garantizar es que tengo una envidia sana de la mayoría parlamentaria que tiene el primer ministro Costa”, respondió.
Su reacción sonó tan sincera que él mismo se encargó de matizarse para evitar interpretaciones. “Cuando hablo de consolidar una mayoría parlamentaria como tiene Antònio (Costa) lo digo, lógicamente, con nuestros socios de Gobierno que están aquí representados en Yolanda Díaz”. Pero todo el mundo entendió lo que había querido decir tras su confesión de envidia y después de describir la debilidad numérica que es seña de identidad de su Gobierno. “En España es que la realidad parlamentaria es mucho más fragmentada”, explicó. “Nosotros, lo sabe bien la vicepresidenta Yolanda, tenemos poco más de 150 escaños. Así que no solamente estamos obligados a pactar entre nosotros sino que luego tenemos que salir al ruedo parlamentario a pactar con distintos grupos en contextos tan complejos como los que vivimos”. Su respuesta parecía llevar implícito el anhelo de lo que le acababan de describir como una “mayoría recalentada”, significara lo que significara aquello.
El malabarismo parlamentario de un Gobierno de coalición que, además, depende sistemáticamente de alrededor de una decena de grupos políticos en el Congreso contrasta con la arrolladora mayoría absoluta del primer ministro socialista portugués. Un espejo, el de Costa, en el que Pedro Sánchez sueña con mirarse desde hace ya mucho tiempo.
En 2015, Sánchez acababa de aterrizar (por primera vez) en la secretaría general del PSOE cuando las fuerzas progresistas portuguesas sirvieron de ejemplo para el conjunto de una izquierda europea en horas bajas. Contra todo pronóstico, Antònio Costa consiguió poner de acuerdo al PS con el Partido Comunista, el Bloco de Esquerda y el Partido Ecologista os Verdes para echar a la derecha. Y lo hizo con un acuerdo de gobierno que no implicó que las fuerzas a la izquierda de los socialistas formasen parte de un Consejo de Ministros de coalición porque dieron su apoyo desde fuera. Justo el espejo en el que intentó mirarse, sin éxito, Pedro Sánchez en 2019.
Ese acuerdo de gobierno portugués bautizado despectivamente por la derecha como geringonça (chapuza) duró seis años. Se rompió cuando el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista decidieron no apoyar los Presupuestos de Costa, quebrando así la senda de la colaboración progresista. El resultado fue una mayoría absoluta histórica del Partido Socialista y el correspondiente desplome de las formaciones en las que hasta ese momento se había apoyado para gobernar y a las que la ciudadanía señaló como responsables del divorcio.
Ese escenario es, de hecho, otro espejo que no pierde vista la izquierda española. “Si algo nos enseñó Portugal es que quien rompe paga”, argumentan a uno y otro lado de la coalición cada vez que se pregunta por la posibilidad de una ruptura precipitada del Ejecutivo a cuenta de choques tan virulentos como el vivido entre el PSOE y Podemos durante la reforma del 'solo sí es sí'.
Tras el revés que supuso la repetición electoral de 2019, en la Moncloa tienen asumido que el Gobierno que salga de las urnas en diciembre de este año volverá a ser de coalición sea cual sea el peso de cada uno de los bloques. Y que lo que se decidirá, por tanto, es la ideología de ese Ejecutivo compartido: progresista o de derechas con apoyo de la ultraderecha. Desde ese convencimiento y desde la experiencia portuguesa que demuestra el castigo del electorado a quien rompe pactos de Gobierno, Sánchez se esfuerza en sacar lustre al legado de su coalición a pesar del ruido. “Hemos aprobado más de 200 leyes, tres presupuestos, una reforma laboral, la reforma de las pensiones…” destacó en su comparecencia en Lanzarote.
Once acuerdos en la cumbre de Lanzarote
Desde Podemos, donde el tono de la crítica hacia su socio ha subido exponencialmente de tono en las últimas semanas, también descartan en público cualquier escenario de ruptura desde esa tesis portuguesa de que quien rompe es quien lo acaba pagando. “La coalición no está en peligro”, dijo Irene Montero en el Congreso justo después de la crisis política del 'solo sí es sí' durante la que su partido llegó a asemejar las posiciones del PSOE en materia de igualdad con las de PP y Vox.
De puertas hacia adentro en el Gobierno, todo el mundo admite que ese cierre de filas de uno y otro tiene mucho de escenificación. Es más, ni en el PSOE ni en algunos sectores de Unidas Podemos se ve con tan malos ojos que sea el de enfrente quien, llegado el caso, decida romper. “Por nuestra parte, desde luego, no va a ser. Ahora, si tanto nos desprecian, que asuman la coherencia y se larguen si quieren”, plantea en privado un ministro del ala socialista del Ejecutivo. Hace unos meses, el fundador y persona de confianza de las dirigentes de Podemos, Juan Carlos Monedero, confesó en un acto público: “Es mucho mejor que nos echen a que nos vayamos nosotros”.
Durante la 34 cumbre hispano-portuguesa, que contó con la presencia de nueve ministros españoles, se concretó la firma de once acuerdos bilaterales en los ámbitos judicial, laboral, sanitario, educativo y universitario. También se reivindicaron éxitos compartidos como el de la “solución ibérica” para limitar el precio del gas que tanto Costa como Sánchez pretenden utilizar en el impulso de una reforma integral del mercado eléctrico. Y quedó claro que, además de un colega y un aliado, el primer ministro portugués es ante todo un espejo para Pedro Sánchez. “Antònio es una referencia socialista europea. Si algo tengo que decir de él es que lo veo no en forma sino en muy buena forma”, dijo el presidente. “Te tienes que venir a ser comentarista en Portugal”, le agradeció Costa.