Cuenta atrás de 15 días para el plebiscito sobre Ayuso y sus derivadas sobre la política nacional

Marcos Pinheiro

17 de abril de 2021 21:48 h

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La campaña ha empezado oficialmente este sábado de madrugada, aunque en realidad lleve semanas. Lo que cambia a partir de ahora es que ya se puede pedir el voto –explícitamente– para unos comicios en los que solo están llamados a las urnas los madrileños, pero que tendrán consecuencias para la política nacional en su conjunto. El escenario es propicio para Isabel Díaz Ayuso que ha hecho de su guerra abierta con el Gobierno de Pedro Sánchez su estrategia electoral para unir a la derecha y extrema derecha de Madrid y en la pugna está pateando los barrios el líder de Unidas Podemos y hasta hace nada vicepresidente segundo del Gobierno. Ciudadanos se juega ni más ni menos que su propia supervivencia como partido. Elementos suficientes para que los comicios sean algo más que unas elecciones autonómicas en las que el PP vuelve a jugarse su feudo histórico, que en 2019 solo logró retener gracias al apoyo de Albert Rivera.

Ahora las circunstancias han cambiado. La extrema derecha es un partido normalizado por los populares que incluso les permiten gestionar dinero público en Murcia y por buena parte de los medios de comunicación. Y a tenor de los sondeos publicados es esa derecha extrema con Rocío Monasterio de candidata y Santiago Abascal como director de campaña, la que tiene la llave de la Comunidad de Madrid. Otro argumento más para hacer ver que el 4 de mayo es mucho más que unas autonómicas.

Así que si el guion sigue como hasta ahora, en la campaña oficial que arranca ahora van a tener poco espacio las propuestas sobre el día a día de los madrileños, por mucho que algunos partidos intenten derivar el debate hacia ellas. La presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, fijó el marco en el que quiere que se muevan los comicios, y al que inevitablemente ha arrastrado a sus rivales: o libertad o comunismo. O ella o los otros. Y en ese otros entra Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y hasta el que fuera su socio de Gobierno, Ciudadanos.

Los sondeos que marcan el punto de inicio de estas dos semanas coinciden en que a Ayuso de momento le ha salido bien la jugada. Tras un año de guerra con el Gobierno central a costa de la pandemia, durante el que ha llegado a erigirse en ocasiones prácticamente como líder de la oposición -por encima de un Pablo Casado con el que mantiene una relación distante últimamente-, Ayuso aprovechó la moción de censura en Murcia para romper con su socio en el Ejecutivo y convocar unos comicios que, más que unas elecciones al uso, son un plebiscito sobre su figura y su controvertida gestión de la crisis del coronavirus en la comunidad que lidera el número de muertes y de contagios.

Las encuestas dicen que ha acertado en su estrategia de polarización. Salvo el CIS, que pronostica un empate técnico entre bloques, el resto prevé una victoria aplastante de Ayuso que, eso sí, necesitará a Vox para gobernar. Pero los sondeos dicen que lo hará con una extrema derecha mermada, por debajo de sus actuales 12 diputados. Algunos sondeos apuntan a que pueden quedarse en siete. Según el modelo estadístico de elDiario.es, la derecha tiene un 84% de posibilidades de conseguir la mayoría absoluta el próximo 4 de mayo. La izquierda, solo un 12%. Y muchas de esas opciones pasan por que Vox sea extraparlamentario, una vez que la demoscopia da por descontado que el PP va a quedarse los restos de Ciudadanos, a quien casi ningún sondeo da representación.

Ayuso, el origen de una contienda adelantada

Isabel Díaz Ayuso se juega el 4M nada menos que la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Fue ella la que adelantó los comicios que se repetirán en 2023 a pesar de que la región se encuentra inmersa en una crisis sanitaria, económica y social y es de las que peores datos registra. Cuando la hoy candidata del PP a la reelección pulsó el botón del adelanto electoral el pasado 10 de marzo, estaba convencida de que revalidaría el cargo y además podría gobernar sin la compañía incómoda de Ciudadanos, un partido y unos dirigentes con los que Ayuso nunca tuvo sintonía, pese a sentarse con ellos en un Consejo de Gobierno.

El pasado lunes, la presidenta regional aseguraba que quiere integrar a “gestores” de Ciudadanos –pese a que rompió con ellos y convocó elecciones– y de Vox en su gabinete, incluso si no necesita sus votos para gobernar como una forma de representar a la derecha. Una forma, dijo, de integrar todas las sensibilidades de la derecha en el nuevo Ejecutivo de la Comunidad de Madrid.

Ayuso logra según los sondeos aglutinar el voto de la derecha en torno a su figura. Cinco semanas y varias encuestas después de convocar los comicios, la preocupación en el equipo de la presidenta es morir de éxito: que todo ese voto del centro-derecha concentrado en el PP le impida revalidar el Gobierno, por que Ciudadanos se quede fuera y también Vox.

En la línea del último año, prácticamente desde el inicio de la pandemia, Ayuso volvió a dejar claro este sábado quién será su rival en las próximas dos semanas. “A Sánchez solo le voy a decir una cosa, le invitó a marcharse de La Moncloa cuando obtenga los peores resultados del PSOE en Madrid, y cuando eso ocurra, porque va a ocurrir, porque ante la mayor participación que se recuerda en la Comunidad de Madrid, ante esa participación histórica que nos vamos a dar el 4 de mayo, a lo mejor España me debe tres”. Ayuso ya se apuntó en su día haber sacado a Iglesias de la vicepresidencia segunda del Gobierno y en el arranque de la campaña, junto al presidente nacional de su partido, Pablo Casado, volvió a erigirse en la principal oposición al Goiberno, en el distrito de Salamanca, uno de los calalderos de voto del PP en la capital.

El culmen de la contienda entre Sánchez y Ayuso

Cuando Isabel Díaz Ayuso convocó las elecciones el 10 de marzo, en Moncloa consideraron que el escenario era complejo y que Ángel Gabilondo solo tenía un 1% de posibilidades de gobernar. Los socialistas no llegaban en su mejor momento, tras dos años de perfil bajo frente a la presidenta madrileña. Sin embargo, consideran que “hay partido” y que la disputa entre los bloques está muy ajustada -creen que la balanza la inclinarán uno o dos escaños-. Por eso Pedro Sánchez y Moncloa están volcados en la campaña madrileña: desde la elaboración de la candidatura, que ha tenido una importante renovación, hasta el diseño milimétrico de la estrategia de Gabilondo. 

Más allá de conseguir una plaza que se les resiste desde hace casi tres décadas a los socialistas, Sánchez se enfrenta a la que ha sido su principal opositora durante la pandemia. Los comicios madrileños son un plebiscito en la región entre Sánchez y Ayuso, aunque los socialistas intentan enmarcar la contienda en unas simples elecciones regionales y sostienen que la Comunidad de Madrid no representa al conjunto del país para intentar alejar el temor de un rearme del PP de cara a las próximas generales.

Pero la estrategia del PSOE sí pasa por movilizar a la izquierda frente a las posiciones más conservadoras que representa Ayuso y la posible entrada por primera vez de la ultraderecha en un Ejecutivo regional así como en presentar a Gabilondo como un perfil moderado que pueda atraer votantes de Ciudadanos. Gabilondo, que se presentó a sí mismo como “serio, soso y formal” en un vídeo de campaña que apelaba a los que quieren acabar con la controvertida gestión de Ayuso, insiste estos días en que su idea no es subir los impuestos en los próximos dos años (en 2023 volverá a haber elecciones en Madrid) sino impulsar la recuperación. En el acto de arranque de campaña este sábado pidió acabar con el “Gobierno de Colón” para recuperar un Madrid “conciliador, progresista, joven, verde y digital”. Su plan es trasladar la imagen de que llega para gobernar y de que en esa tarea le van a acompañar dirigentes con experiencia de gestión como la ministra Reyes Maroto, a quien reserva la vicecepresidencia económica si las derechas pierden la mayoría.

El futuro de Pablo Iglesias

A Unidas Podemos el adelanto electoral les pilló en una situación complicada en Madrid, con su portavoz y potencial candidata, Isa Serra, pendiente de la ratificación de su condena a inhabilitación, y con el riesgo de que la coalición con IU quedase solo como un descarte para los votantes de izquierdas. El aterrizaje de Pablo Iglesias como candidato disipó ese miedo casi de forma instantánea. Nadie duda ya de que las tres fuerzas del bloque tendrán representación y queda por dilucidar el orden de preferencia para los madrileños, especialmente entre Unidas Podemos y Más Madrid.

Unidas Podemos se juega recuperar en Madrid una prevalencia que quedó demostrada a nivel estatal en 2019, cuando Iglesias se impuso sobradamente a Íñigo Errejón en la repetición electoral de noviembre. En las autonómicas de 2019 quien se impuso con claridad en la pugna a la izquierda del PSOE fue Errejón, si bien entonces el candidato no era Iglesias, sino Isa Serra. Si además se produce un tsunami electoral que movilice a todo el voto progresista de la región, puede optar a entrar al segundo Gobierno más importante de España en cuanto a nivel de gasto, después del central.

Si triunfa, demostrará que acertó con el arriesgado movimiento de bajar del Gobierno a la arena madrileña. Si no lo hace, cerrará su biografía política y cederá el liderazgo de Unidas Podemos a una mujer con un estilo diferente y que no forma parte de su propio partido.

Tras unas primeras semanas de campaña de guante blanco entre los partidos de izquierdas, en las últimas horas Iglesias tratar de agitar a los abstencionistas y en el arranque de la campaña este sábado dejó algún reproche, para el candidato del PSOE, al que no llegó a citar por su nombre. “No vamos a ganar pidiendo perdón y haciendo lo mismo que Ayuso”, dijo este sábado en un mitin en Alcalá de Henares, en referencia a la campaña de perfil bajo de Gabilondo y a sus promesas de no subir impuestos.

Una cita electoral a vida o muerte para Ciudadanos

Ciudadanos es el partido que afronta con más vértigo la cita electoral. El 4 de mayo sabrá si entra o se queda fuera de la Asamblea por no llegar al 5%; es decir, si es el inicio de su final, la puntilla al declive que el partido comenzó el 11 de noviembre de 2019, en los últimos comicios generales en los que Albert Rivera les dejó con 10 diputados al perder 47 escaños de los 57 que habían logrado apenas unos meses antes. Desde entonces han ido en picado. En Catalunya, feudo de Arrimadas, pasaron de 36 a tener solo seis parlamentarios y de ser la primera fuerza a situarse en séptimo lugar. 

Su reto ahora con Edmundo Bal como cabeza de cartel se limita a intentar llegar a ese listón mínimo del 5% que les garantizaría siete diputados, frente a los 21 que tienen ahora. La formación que se autodenomina de “centro liberal” lucha por ser “decisiva” para poder reeditar el Gobierno de coalición en Madrid liderado por Ayuso -por la que se han decantado de nuevo sin tapujos- y evitar así que pacte con Vox. Tanto Bal como la propia Arrimadas han dejado claro que con Gabilondo y la izquierda no quiere gobernar porque consideran que el líder del PSOE y el de Podemos, Pablo Iglesias, “van en el mismo pack”.

Un nuevo varapalo en estás cruciales elecciones pondría además en peligro el liderazgo de Arrimadas, que fue elegida hace tan solo un año en el cargo, aunque ella ha descartado que vaya a dimitir pase lo que pase. Pero las aguas internas bajan hace tiempo muy agitadas y serán muchas la voces que pidan una 'catarsis' y que se convoque una nueva Asamblea para decidir el futuro de la marca, a la que el PP y su presidente, Pablo Casado, sigue intentando fagocitar.

En el acto en el que han lanzado la campaña, Arrimadas ha llamado a la movilización “porque todo va a depender de un puñadito de votos”. Ha admitido que a su partido le toca “el papel más difícil” pero ha señalado que frente a “tantas vísceras” ellos pueden poner el contrapunto y actuar “con las manos libres de corrupción” y con “el corazón caliente”. Edmundo Bal ha cargado contra Ayuso: “Es la candidata del yo, me, mí, conmigo”, para alertar después de que podría pactar con Vox tras el 4 de mayo si Ciudadanos no es “decisivo”.

Más Madrid: una campaña con las encuestas a favor

A la candidata de Más Madrid, Mónica García, la convocatoria electoral le ha llegado subida en un trampolín: el de ser la voz de la oposición a la gestión de Isabel Díaz Ayuso durante la pandemia frente al perfil bajo encarnado por el socialista Ángel Gabilondo. La formación  –surgida tras la escisión de Iñigo Errejón de Podemos– encara la cita electoral con el estímulo de que, si gana el bloque de la izquierda, entrará por primera vez en un gobierno y con la certeza de que superará con holgura en escaños a Unidas Podemos tras rechazar concurrir en conjunto con sus antiguos compañeros de partido. 

El llamado 'efecto Pablo Iglesias', tras el desembarco sorpresivo del exvicepresidente del Gobierno en Madrid, no ha alterado su posición en las encuestas, que incluso auguran un pequeño crecimiento para la formación, pero aleja a Más Madrid de una hipotética posibilidad de medirse con el PSOE en escaños. La irrupción de Iglesias garantiza la supervivencia de Unidas Podemos en el arco parlamentario. 

Más Madrid es el único partido de los que se presentan a los comicios que no está tirando del marco nacional para la campaña –tiene menos fortaleza en este espacio–. No es su única particularidad. Es el partido más joven de los que concurren. Puso las bases de su construcción orgánica hace apenas un año y el proceso de fabricar su marca, que aún está definiéndose, se les ha cruzado para bien o para mal con las elecciones tras las que buscan afianzarse como espacio político propio y diferenciado. En Alcorcón, la candidata descubrió este sábado el lema de su campaña: “Lo que de verdad importa”. García, anestesista en el hospital 12 de octubre, ejerció como contrapunto de Ayuso en lo peor de la pandemia recriminándole su maltrato a la sanidad pública, y en el día cero de la campaña reivindicó “la política de lo cotidiano, de andar por casa”, la que habla “de lo que duele, de lo que se espera, de los anhelos” frente a la política de tinta del “calamar” de la presidenta de la Comunidad y candidata a la reelección por el PP, Isabel Díaz Ayuso, la del “fango, la de los bulos, la política del fake”.

Vox juega a la polémica para no quedar descolgado

El acto en Vallecas le ha servido a Vox para engancharse a una precampaña en la que “estaban fuera de juego”, como destacó hace unos días el politólogo Eduardo Bayón. A partir de entonces, Rocío Monasterio, la candidata autonómica del partido de extrema derecha, ha recorrido barrios y municipios madrileños, con la vista puesta en zonas obreras, donde buscan rascar votos a la izquierda. El arranque de campaña se celebrará en Móstoles, un municipio en el que Vox fue quinta fuerza con el 8% de los votos en los últimos comicios autonómicos y donde ganó el PSOE (32%).

Vox ha optado por una campaña centrada en cargar contra la seguridad de los barrios humildes, incidiendo en su discurso contra la ocupación y la inmigración irregular. En el centro de sus críticas está el Gobierno central. En sus actos instan a los asistentes en impedir el “asalto del comunismo al Gobierno de Madrid”, como plantearon este jueves en Colmenar de Oreja. 

El 4 de mayo la formación de extrema derecha tratará de repetir el resultado obtenido hace dos años, cuando entró por primera vez en la Asamblea de Madrid con 12 diputados y el 8,8% de los votos. Antes de los incidentes en Vallecas, sus expectativas electorales no eran muy optimistas, el CIS les otorgaba el 5,4% de los votos, a cinco décimas de no entrar en el parlamento autonómico. Hay algunos sondeos más optimistas -el de El Periódico les da hasta 14- la mayoría pronostican una caída, y que Ayuso logrará quitarles apoyos. Eso sí, la presidenta madrileña ya ha dicho que su intención es incluirles en el futuro gobierno regional.

Con información de Fátima Caballero, Irene Castro, Aitor Riveiro, Carmen Moraga, Sofía Pérez Mendoza y Laura Galaup.