Arrimadas, la sucesora de Rivera que fracasó en el intento de refundar Ciudadanos
Ciudadanos desaparece y con él se van los que han sido sus máximos referentes: Albert Rivera, su fundador, en 2019; y ahora sigue sus pasos quien le sustituyó hace apenas dos años y medio, Inés Arrimadas. El primero dimitió tras la debacle a la que arrastró al partido en aquellas fatídicas elecciones generales, cuando pasaron de 57 diputados a solo 10. El batacazo del 28M ha conducido a Arrimadas a la misma decisión.
Sin representación en todos los parlamentos regionales y con solo algunos concejales en los ayuntamientos, la nueva dirección, alentada por la propia Arrimadas, decidió el pasado martes no concurrir a las próximas generales, adelantadas por Pedro Sánchez al 23 de julio. “Es una decisión que no solo comparto plenamente, sino que he defendido con firmeza en todos los órganos de decisión de mi partido. Es una decisión difícil, pero es la decisión más responsable para España y más inteligente para el espacio de centro liberal en nuestro país”, ha afirmado Arrimadas en su despedida, certificada este jueves en una breve comparecencia en el Congreso en la que no ha admitido preguntas.
Con su marcha, Arrimadas (Jerez de la Frontera 1981) echa simbólicamente la persiana a un partido que pudo llegar a gobernar y que, sin embargo, debido a sus reconocidos errores de estrategia, se ha ido poco a poco desmoronando hasta estar a punto de desaparecer. En estos momentos la formación que se hace llamar ahora “liberal” solo mantenía 10 diputados nacionales y un senador, que al disolverse las Cortes se han quedado sin ocupación y tendrán que plantearse ahora qué hacer.
Aunque gran parte de su trayectoria política ha estado ligada a Catalunya y después a Madrid, los orígenes de Inés Arrimadas son andaluces. Nació en Jerez de la Frontera en el seno de una familia acomodada en la que era la menor de cinco hermanos. Allí pasó su infancia y siguen residiendo sus padres. Y allí ha vuelto a vivir con su marido y sus dos hijos, tal y como desveló ella misma la pasada Semana Santa en su cuenta de Instagram, a la que subió una fotografía viendo una procesión. Esa marcha a su tierra natal ya era todo un síntoma de sus planes.
La vida política de Arrimadas nace en Catalunya, donde comenzó su andadura de la mano de Albert Rivera, quien en 2006 con “un grupo de valientes”, como siempre le ha gustado decir, impulsó Ciutadans, un partido que nacía “para combatir al nacionalismo” y “defender los valores constitucionales y la unidad de España” frente al separatismo. En 2011 se afilió al partido y un año después consiguió un escaño por Barcelona en el Parlament compartiendo la bancada de la oposición con Rivera.
Sus encendidas intervenciones parlamentarias contra los nacionalistas e independentistas pronto la hicieron despuntar, hasta que en 2015 Rivera decidió dejar Catalunya e irse a Madrid para expandir a Ciudadanos por toda España. Arrimadas aprovechó el momento y tras ser designada candidata a la Generalitat, logró catapultar al grupo hasta los 25 escaños y llevarles a su gran victoria en las elecciones autonómicas de 2017, todo un hito histórico ya que con sus 36 diputados logró ser la primera fuerza del Parlament, por delante de CiU y ERC. Pero al no contar con apoyos no se presentó siquiera a la investidura, una decisión que le reprobaron muchos de los suyos.
En 2019, con Ciudadanos ya asentado como un partido nacional, y tras los intentos de Rivera de cerrar un pacto con el PSOE de Pedro Sánchez y materializar después uno con el PP de Mariano Rajoy, la dirigente catalana empezó a manifestar síntomas de agotamiento como diputada autonómica en Catalunya y presionó a Rivera para dar el salto también a Madrid. Arrimadas logró su objetivo y desplazó al portavoz parlamentario Juan Carlos Girauta como cabeza de cartel por Barcelona para concurrir en abril a las elecciones generales. Instalada ya en el Congreso fue nombrada portavoz parlamentaria de un grupo de 57 diputados.
Pero el tsunami de la repetición electoral de noviembre de ese mismo año se llevó por delante a Albert Rivera, que dimitió dejando al partido con una decena de escaños, que tras la fuga al Grupo Mixto del sevillano Pablo Cambronero, se quedó finalmente en nueve. Después de enfrentarse en unas duras primarias a Francisco Igea, Arrimadas cogió el testigo de un partido medio moribundo en una Asamblea extraordinaria que tuvo que posponerse por el estallido de la pandemia.
Durante esos meses en los que el Congreso estuvo primero cerrado y después con una mínima actividad, Arrimadas y Edmundo Bal –que tras la dimisión de Rivera ocupó su escaño por Madrid– cambiaron de estrategia y apoyaron tanto los estados de alarma como las medidas económicas que adoptó el Gobierno de Sánchez, salvándole incluso de alguna derrota. Y ahí estalla la primera gran crisis de su mandato. El grupo se resquebrajó y Marcos de Quinto se fue entre duras críticas a la portavoz.
Sin embargo, la buena sintonía de Arrimadas y Bal con el Gobierno “Frankenstein” y “la banda de Sánchez”, como le había bautizado Albert Rivera, acabó pronto, después de los frustrados intentos de ambos de negociar los presupuestos generales del Estado de aquel año para evitar que el presidente del Ejecutivo “no tuviera que depender de Bildu y ERC”. A partir de ese momento la dirigente de Ciudadanos endureció su discurso contra el líder del PSOE dando por enterrada aquella etapa de “colaboración”.
La tranquilidad le duró poco y su liderazgo se le empezó a complicar a raíz del primer gran fracaso electoral sufrido en las elecciones catalanas de 2021, cuando perdieron 30 diputados, quedándose tan solo en seis. Pero se le complicó mucho más tras la fallida moción de censura que preparó en Murcia contra el propio gobierno que mantenía su partido con el PP. Un error estratégico que fracasó y que precipitó el adelanto electoral en Madrid por parte de Isabel Díaz Ayuso, lo que propició la desaparición de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid.
A eso se unió otro fracaso: el cosechado en Andalucía donde gobernaban en coalición y de donde también desaparecieron del Parlamento autonómico, mientras veían cómo el candidato y líder regional, Juan Marín, fichaba por el nuevo Gobierno del dirigente del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla. Las voces críticas que reclamaban la dimisión de Arrimadas fueron creciendo y aumentaron mucho más cuando el partido acumuló una nueva derrota en Castilla y León, al mantener un solo procurador, Francisco Igea, su antiguo rival en primarias para optar por la presidencia de Ciudadanos.
Arrimadas intentó arreglar el penoso escenario impulsado el llamado proceso de “refundación”, desoyendo los numerosos llamamiento de los críticos a que se marchara a casa con toda su dirección. La situación terminó con el enconado duelo que mantuvo con Edmundo Bal, en la cruenta batalla que ambos libraron por hacerse con las riendas de un partido que ya estaba sentenciado en todas las encuestas. Arrimadas aparentemente dio un paso atrás no presentándose al proceso y apoyando la candidatura del eurodiputado Adrián Vázquez y la dirigente balear, Patricia Guasp. Su otrora fiel escudero y colaborador perdió el pulso pero el partido –y sobre todo el grupo parlamentario– quedó dividido, partido en dos.
El colofón a su abrupta trayectoria quedó escrito el pasado 28M, cuando el partido se quedó sin representación en los dobles comicios municipales y autonómicos. Muchas miradas volvieron a posarse aquel día sobre Arrimadas, a la que el propio Bal ha acusado de estar manejado los hilos del partido desde la sombra y de ser la culpable de todo. La decisión de no concurrir a las generales del 23J, auspiciada por la exdirigente de Ciudadanos, puso este martes la puntilla a la enésima crisis de Ciudadanos con Bal e Igea capitaneando de nuevo a los críticos, que no descartan impulsar otro partido.
Este jueves, Arrimadas decía adiós a su carrera política de más de una década en Ciudadanos. “He decidido poner fin a mi vida política e iniciar una nueva etapa al margen de ella, tras dedicar los mejores años de mi vida a servir a mi país. He tenido errores y aciertos, pero siempre he tomado las decisiones pensando en lo que era mejor para mi país”, aseguraba, conteniendo las lágrimas, en una comparecencia en el Congreso, en la que ha reconocido que los años que le ha tocado vivir como dirigente del partido no han sido precisamente “fáciles”. Por si había dudas, la ya exdirigente de Ciudadanos ha dejado claro en conversaciones informales con los periodistas que no se va al PP ni la veremos en ninguna de sus listas electorales.
9