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CRÓNICA

Los arrumacos de Tamames a los votantes de Vox para que Abascal no quede en ridículo

16 de marzo de 2023 23:13 h

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Dientes, dientes. Santiago Abascal recurrió al consejo de Isabel Pantoja para mantenerse firme en esa pista americana de obstáculos en la que se ha convertido la moción de censura desde que se anunció en diciembre. Buscar un candidato independiente que aceptara el reto había resultado complicado. Escuchar las opiniones del elegido en las entrevistas fue algo más difícil de tragar. Cuando apareció en elDiario.es el texto íntegro del discurso que había escrito Ramón Tamames, todo se convirtió en un ejercicio tan molesto como sufrir una colonoscopia con público asistente que comenta la jugada con grandes aspavientos.

Un partido tan poco transparente como Vox se veía en la extraña tesitura de tener que dar explicaciones, incluidos a sus votantes, algunos de los cuales no han ocultado su perplejidad en las redes sociales por la decisión, mientras Moncloa ha dejado claro que la cita del martes y miércoles de la próxima semana le viene muy bien.

Vox convocó una rueda de prensa el jueves para que Abascal y Tamames se presentaran juntos ante los periodistas. Fue en el Congreso, con lo que también pudieron asistir los medios de comunicación que están vetados, entre ellos este. El líder de Vox puso buena cara. Tamames, no, porque él ya no está para esas cosas. Alterna momentos en que se muestra muy interesado por la presentación de la moción con otros en que parece que está un poco de vuelta de todo, una actitud vital que tampoco es extraña a los 89 años.

Pero, cuidado, no quiere decir que esté demasiado mayor. “Me siento por dentro tan ilusionado sobre los cambios en España como cuando tenía 17 años”, dijo. Es un 'viejoven' del transformismo político. Militante y dirigente del PCE en la dictadura y la Transición, se pasó años después al CDS y propició con su voto que la derecha se hiciera con la alcaldía de Madrid en una moción de censura. Después, evolucionó sin dilación hacia posiciones de la derecha en economía, aunque ya sólo en el escenario de las tertulias más conservadoras. Tampoco es una gran sorpresa que haya sido elegido por Vox.

Abascal se mantuvo en la explicación que ha dado desde el principio. Al buscar a alguien que no fuera de Vox, aceptaba que su mensaje no fuera idéntico al del partido. En ese sentido, prueba superada. Lo malo es que Tamames ofreció posiciones sobre inmigración y cambio climático en varias entrevistas que están muy alejadas de la extrema derecha. Hasta definía a España como “una nación de naciones”, un concepto ante el que un diputado de Vox sacaría la recortada y empezaría a disparar.

El catedrático jubilado quiso alejar esa impresión para que no pareciera que Vox ha hecho el ridículo al presentarle como candidato: “Me siento muy a gusto con una moción de censura de 52 diputados de Vox, porque coincidimos en lo esencial”. A saber, lo esencial es la unidad de España, la monarquía y la bandera.

Con destino a los votantes del partido a los que se les ha hecho bola leer lo que opina Tamames, les dio algo para pasar el mal trago. “El español es tratado en Cataluña como una jerga que hay que expulsar”. Eso sí que pasa el corte de la extrema derecha.

Su discurso contiene varias perlas que sonarán perfectas entre los votantes ultras. La frase sobre la Guerra Civil –“en una guerra civil, no hay un lado bueno y otro malo”– será música en los oídos de aquellos que liberan de responsabilidad al golpe del 18 de julio en la catástrofe posterior, que niegan la realidad de las ejecuciones masivas de republicanos y que abjuran de las leyes de memoria histórica. En el fondo, la rueda de prensa había pasado a ser un intento de tranquilizar a los alarmados seguidores del partido.

Resulta hilarante que en algunos artículos hayan salido opiniones anónimas de gente de Vox lamentando que Tamames se haya dejado llevar por “el ego” a causa de todas esas entrevistas. ¿Qué esperaban de un catedrático? ¿Modestia intelectual? ¿Discreción mientras se encuentra en el foco mediático? Es gracioso porque es cierto. En realidad, el ego fue la razón por la que Tamames aceptó el encargo que le ofreció Abascal con la intermediación de un exhibicionista como Fernando Sánchez Dragó.

Los popes de la derecha mediática han intentado aprovechar la publicación del texto del discurso para anunciar que a Vox sólo le queda la opción de retirar la moción de censura y olvidarse de Tamames. Eso hubiera supuesto un ridículo aún mayor para el partido y su líder. Empeñados ya en la recta final de la operación que busca acabar como sea con Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición –“hay que parar la moción”, escribió una columnista de ABC presa de los nervios– les parece una molestia que llega en mal momento. Además, el PSOE y Unidas Podemos la emplearán para recordar lo que puede suceder después de las elecciones –el pacto PP-Vox– si el votante de izquierda no se pone las pilas.

Alberto Núñez Feijóo es consciente de que no podrá prescindir de ese acuerdo para gobernar, pero no quiere que se hable del asunto en voz alta en una ocasión tan señalada como una moción de censura.

Ni Feijóo ni Abascal podrán controlar lo que diga Tamames en las réplicas del debate. Eso es lo que temen el PP y los popes. En la rueda de prensa, se expresó con un lenguaje coherente en varios momentos. En otros, divagaba sin remedio –el propio texto del discurso es una sucesión de intenciones económicas un tanto contradictorias– y la memoria a corto plazo terminó por flaquear. Si le hacían tres preguntas, bastante tenía con recordar la primera.

Presumió de que habrá algunas novedades en el discurso con respecto al ofrecido por este diario. Dijo que esa era “una versión bastante anticuada” (probablemente quería decir antigua). La noche anterior, en una tertulia en Capital Radio, se vio claramente que no era así. Cuando le dijeron que tenía 31 páginas, se rindió. “Joé. Eso es la versión de hoy. Pues no sé quién la ha podido dar, porque la versión de hoy... eso sí que lo tengo controlado”.

Las expectativas sobre su discurso ya no son muy altas. Al menos, ha servido para que el PP se ponga nervioso y para que Jiménez Losantos sufra un colapso coronario. Es más de lo que podía aspirar Tamames a su edad, más de treinta años después de abandonar la política.