La llegada de Alberto Núñez Feijóo a Madrid para liderar el PP estatal supuso un cambio sustancial en la estrategia para Catalunya sobre la implementada por Pablo Casado e incluso Mariano Rajoy. La gestión del procés y de lo que vino después había provocado un doble efecto aparentemente paradójico, pero real: la fuga de votos de sectores tanto moderados como radicales. Los resultados electorales de 2017 y 2021, cuando quedó como el partido con menos representación del Parlament, así lo atestiguan. Desde abril de 2022, Feijóo ha trazado un plan de relanzamiento de la marca y acude de forma continua a actos propios y ajenos a la comunidad. Una estrategia que torpedea Isabel Díaz Ayuso, también en su reciente visita a Barcelona.
Las diferencias se han hecho patentes en los últimos días ya que ambos han coincidido en un breve lapso de tiempo en la capital catalana. Si Feijóo plantea un proyecto integrador, con abundante uso de palabras como “diálogo” y referencias a la unidad en pos del “crecimiento económico” y referencias mínimas a otros significantes como “sedición”, Ayuso denuncia que con Pedro Sánchez “la opresión” contra “los no separatistas” es “más asfixiante y consentida”. Más que cuando se declaró la independencia, quiere decir la presidenta.
Frente al “bilingüismo cordial” que propone Feijóo, el “régimen excluyente” que denuncia Ayuso. Porque mientras el gallego prefiere no hacer bandera del supuesto conflicto lingüístico que se produce donde se habla más de una lengua, la madrileña lo eleva hasta el máximo y se erige en defensora máxima del castellano para buscar su propio rédito electoral.
En realidad, son solo diferentes estilos y, en el fondo, la política real que defienden los dos es bastante similar. Así, Feijóo fue el primer presidente de la Xunta en reducir el gallego en la escuela. Mientras, Ayuso puso a Toni Cantó al frente de la Oficina del Español y se llevó a Catalunya su festival de la Hispanidad el pasado 12 de octubre.
El recurso a la polarización
Pero en los diferentes estilos se esconden estrategias personales que, lejos de ser complementarias como algunos dirigentes del PP se empeñan en decir, chocan. Y la potencia mediática de Ayuso desmonta los intentos de Feijóo de presentar a su partido como conciliador, sensato, gestor o centrado.
Y mientras el dirigente gallego plantea la necesidad de que la comunidad histórica recupere el fuelle empresarial que ha perdido durante el procés e incluso defiende el regreso de algunas compañías que trasladaron su sede tras el 1-O, la líder madrileña se planta ante el Círculo Ecuestre (uno de los clubs privados más elitistas formado por la alta burguesía y la aristocracia más conservadora) y les ofrece su región para atraer más firmas catalanas.
Pero no solo por las ventajas fiscales que pudieran obtener gracias al dumping que practica Madrid. Ayuso fuerza el discurso y señala que en Madrid nadie es tildado de “charnego”. Una conferencia en la que arremetió contra Pere Aragonés, Ada Colau… y Pedro Sánchez.
El de Ayuso fue, otra vez, un soliloquio de ámbito nacional que recurre a la polarización para movilizar a los suyos. Pero no a los suyos en Catalunya, sino a los suyos de Madrid. Porque pese a defender que su discurso es “estatal”, que “Madrid es España” y que la región es el “motor político” del país, pese a sus cantos a la unidad nacional y a la solidaridad entre regiones, la presidenta opera pensando en sus intereses propios, incluso si para lograrlos tiene que desbaratar un planteamiento más amplio decidido por sus jefes de filas.
Frente a esas palabras, las del líder gallego en junio de 2022: “Todos los españoles somos catalanes con independencia de donde vivamos”. Dos meses después, insistió: “No hemos tenido un mínimo de empatía para hacer ver nuestros planteamientos en Catalunya”. Entre medias, cargó contra las opciones “neocentralistas”. Nada más aterrizar en Madrid, uno de sus puntales en la dirección nacional, Elías Bendodo, incluso habló de “plurinacionalidad”. En Genova contuvieron la respiración, pero esa vez Ayuso lo dejó pasar.
La competición de Ayuso
Así, mientras Feijóo intenta reconstruir un relato integrador, Ayuso promueve el conflicto entre catalanes y madrileños, un escenario que recuerda a otros momentos del PP de Madrid, cuando con Esperanza Aguirre a la cabeza se hacía política local a fuerza de tensar al máximo las relaciones entre dos de las regiones económicamente más pujantes de España. En la competición Ayuso ha llegado a arrogarse el éxito de un acuerdo con Microsoft para invertir en Madrid que ha negociado el Gobierno central.
Es la tónica de las visitas de Ayuso a Catalunya, ocho desde que está en el cargo. Muchas más lleva Feijóo, quien ha tenido rachas de acudir cada semana a algún acto en la comunidad histórica para relanzar un proyecto que, cree, es clave para gobernar a nivel nacional.
A Ayuso, sin embargo, no parece importarle el futuro del PP en Catalunya o en Barcelona, donde Daniel Sirera pugna incluso por no quedarse fuera del Ayuntamiento como ya estuvo a punto de ocurrir en 2019.
En 2021, en las autonómicas, el PP fue el partido menos votado de todos los que lograron representación parlamentaria. Entonces fue Vox el principal beneficiario de la huída del voto ultra del PP, que sacó peor resultado incluso que en 2017. El voto más moderado se repartió entre otras opciones. El ganador de las elecciones fue el candidato del PSC, Salvador Illa.
La pugna de la madrileña es contra Vox. Pese a que tiene garantizado su triunfo en las elecciones autonómicas del 28 de mayo, las encuestas internas que manejan en la sede nacional de la calle de Génova (que comparte con la sede del PP madrileño) dejan a Ayuso lejos de la mayoría absoluta, lo que podría permitir a la ultraderecha exigir, esta vez sí, su cuota de poder ejecutivo.
El futuro electoral
Además, si el PP logra en Madrid un resultado similar al de 2021, muchos en Génova respirarán aliviados ante el frenazo al empuje de Ayuso, como muchos ya hicieron cuando Esperanza Aguirre fue denostada por los suyos en su intento en 2008 de asaltar el liderazgo del PP nacional y arrebatárselo a Mariano Rajoy. De hecho, ya hay dirigentes señalando que es muy difícil que logre la mayoría absoluta que tanto ansía.
En su última visita a Barcelona, Feijóo pidió que “se vuelva a hablar de diálogo, de crecimiento económico y no de sedición” habló de “recuperar para esta comunidad las grandes empresas que se han ido a Madrid y Valencia” y dejar la conversación sobre “los líderes fugados”, para centrarse en el “empleo y no de aquellas personas que incumplen las leyes”. La primera en desobedecer fue Isabel Díaz Ayuso.