José Luis —58 años, padre de familia, empleado de una empresa de transporte— lleva muchos meses sin poder conciliar el sueño. Ha perdido más de diez kilos y dice estar “destrozado”. José Luis no se llama en realidad José Luis. Es el nombre ficticio que pide utilizar para acceder a contar su historia, la de alguien arruinado tras invertir el dinero que tenía (y el que no tenía y pidió prestado) en una supuesta estafa con criptomonedas a través de Internet. Seducido por rentabilidades imposibles y por las embaucadoras artes de su supuesto broker, ha acabado perdiendo 175.000 euros.
Su sueño era retirarse y ahora asume que tendrá que dedicar el sueldo de los próximos ocho años a pagar deudas. Tampoco podrá renunciar al turno de noche, que le hace vivir al revés del mundo, pero le proporciona un plus imprescindible. Cada mes dedica 1.260 euros a pagar créditos. “Es casi el sueldo completo”, lamenta. La supuesta estafa ya está en manos de un juzgado de Madrid, que el mes pasado admitió a trámite la querella en la que atribuye cinco delitos a la plataforma de servicios financieros Fincloud, con la que hizo las inversiones, y al supuesto broker que le fue asignado. Entre ellos, apropiación indebida, publicidad engañosa o falsedad en documento público. También se dirige contra la propietaria de Fincloud, el supuesto “chiringuito” financiero Surreptitious Group LLC, con sede en el paraíso fiscal de las Granadinas.
José Luis recibe a elDiario.es en el despacho de Zaballos Abogados, que lo asesora en este proceso. Quiere contar su historia para ayudar a otras personas pero pide ocultar su identidad por la vergüenza que le produce. Ni sus familiares ni sus amigos conocen su situación. Su historia sigue el patrón de otras estafas con criptodivisas que se multiplican en juzgados de toda España y en las que se mezclan promesas de rentabilidades imposibles y verdaderas situaciones de hostigamiento y manipulación.
El particular “calvario” de José Luis empezó en noviembre de 2021, una tarde que estaba navegando por Internet en su casa de Madrid. No recuerda si fue en Facebook o en Youtube, pero le saltó un anuncio de la plataforma. El de las criptomonedas era un mundo que le atraía. En el pasado había hecho algunas inversiones en otros productos de riesgo y todo había ido bien. ¿Por qué iba a desconfiar esta vez? Su supuesto broker, le envió una fotocopia de su DNI, que situaba su domicilio en España y un extenso currículum donde afirmaba contar con el aval de la Finra, la organización que regula el sector financiero en Estados Unidos. Sus abogados creen ahora que el DNI es falso. Tampoco está acreditado por la Finra, según la documentación aportada al juzgado.
El supuesto broker se afanó en embaucar al nuevo inversor. Le insistía en que Fincloud era una empresa de confianza. Y para hacerle creer que estaba en España le mandaba vídeos de El Hormiguero, le decía que era aficionado del Betis y comentaba el resultado de los partidos, le preguntaba por su familia… Sin embargo, le llamaba siempre desde el Reino Unido y en las conversaciones, que ha escuchado este diario, suena de fondo el rumor de voces característico de los call center. Pero José Luis se fió y acabó haciendo un depósito inicial de 150 euros.
“Esta gente es especialista en ganarse la confianza de la gente, que es clave para que acaben cayendo en la trampa. Saben detectar las debilidades de cada uno, que pueden ser apuros económicos, avaricia o inseguridades”, explica Juantxo Domínguez, presidente de RedUNE, una asociación que se dedica a acompañar a centenares de víctimas de estafa. Muchas de las personas afectadas acaban en las redes de estas plataformas porque, como José Luis, ven un anuncio por Internet. Y para que se haga efectiva la estafa, antes hay que “engancharlos”, como dice Domínguez.
No necesitaba el dinero de manera imperiosa, pero me venía bien. ¿A quién no?
Pero también hay personas como Paula, que fue de cabeza al engaño “bien confiada”. A ella la convenció su hermano, que llevaba unos meses invirtiendo y había ganado ya un 35% de lo invertido. Así que jamás se hizo demasiadas preguntas sobre cómo funcionaba aquello. “No necesitaba el dinero de manera imperiosa, pero me venía bien. ¿A quién no?”, se pregunta. Paula jamás hubiera dicho que acabaría perdiendo 5.000 euros cuando entró en MindCapital. “Todo iba bien, veía mi monedero e iba ganando dinero”, recuerda.
MindCapital es otro chiringuito financiero que también está en manos de los tribunales. El abogado Francisco Jiménez, impulsor de ese procedimiento, afirma que es “otra estafa piramidal” en la que los inversores más antiguos se alimentan de las entradas de capital de los más recientes. El letrado se queja de que el Juzgado de Instrucción 37 de Madrid que admitió a trámite la querella hace varios meses apenas ha avanzado con las pesquisas. Y eso que este puede ser un caso “más sencillo” porque los presuntos autores son personas físicas que están localizadas en España. Su querella se dirige, entre otros, contra Gonzalo García-Pelayo. Este empresario forma parte de la célebre familia de Los Pelayos, conocidos por arrasar en los casinos en los años noventa utilizando un método matemático para ganar en la ruleta. Pero la jueza ni siquiera lo ha citado para interrogarle.
Los “ganchos” de las plataformas
Al principio de la estafa, los presuntos brokers siempre llaman para dar buenas noticias. Lo mismo le pasó a José Luis, a quien cada día le enviaban resúmenes sobre la situación del mercado y la supuesta rentabilidad que iba generando gracias a sus inversiones. “Eran dos, cinco o diez euros de ganancia diarios”, explica. Pronto se convirtieron en 1.500 euros y la suma seguía subiendo. Para ganarse su confianza, le propuso retirar 200 euros y reinvertir el resto. Lo hizo sin problemas. “Ahí pensé ‘si meto más, habrá más colchón para operar’”, relata. Era febrero de 2022. José Luis pidió un crédito de 21.000 euros a su empresa.
Cuando tenía el dinero en su poder y estaba dispuesto a invertirlo, el supuesto broker desapareció. “Le mandé mensajes. Intenté localizarlo en los teléfonos desde los que me había llamado, pero no daban tono. Al tiempo asumí que había perdido el dinero ganado hasta la fecha”, recuerda. Un mes después reapareció y le dijo que había sufrido un accidente. Estas supuestas desapariciones son uno de los ganchos “habituales” en este modelo de estafas, afirma el letrado Francisco Jiménez, que lleva alrededor de sesenta casos parecidos al de José Luis.
En los meses siguientes, en la supuesta cuenta que José Luis había abierto en la plataforma se iba reflejando la rentabilidad de su inversión y sus supuestos beneficios. El broker guiaba todas sus operaciones a través de TeamViewer, un software que permite controlar remotamente un ordenador. El pasado junio sus supuestas ganancias sumaban más de 109.000 euros. José Luis intentó entonces recuperar ese dinero traspasándolo a la plataforma de compraventa de criptomonedas Coinbase. “Y ahí empezó todo”, rememora.
Un supuesto trabajador de Coinbase le hizo creer a través de varias llamadas de teléfono y correos electrónicos que, al tratarse de una cantidad muy elevada, tenía que depositar un porcentaje para poder recuperar toda la inversión. Acabó abonando 37.000 euros en diferentes pagos porque lo convencieron de que se había equivocado al hacer las transacciones. Los primeros 11.000 los pidió prestados a su banco y los 26.000 restantes se los dejó su mujer, que se enteró en aquel momento del asunto en el que estaba metido. Según su testimonio, le decían que recuperaría todo una vez desbloqueados los fondos. Su mujer asegura que la manipulación era “brutal”. Las conversaciones por teléfono entre José Luis y su broker eran cada vez más fluidas. Había días que pasaban más de dos horas al teléfono. Nunca hacían videollamadas, que es un hecho sobre el que también llama la atención su abogado.
Tragando mucha saliva pedí otro préstamo de 48.000 euros e hice la transferencia
Tras esto, recibió una supuesta notificación de la Hacienda británica en la que le informaban de que debía pagar impuestos por importe de 9.000 euros. Los abonó y tampoco recibió el dinero. Entonces se puso en contacto con él un supuesto trabajador de otra plataforma de compraventa de criptomonedas, Blockchain. Le dijo que para solventar la situación tenía que abrir una wallet [billetera electrónica] con la criptomoneda Ethereum e ingresar otros 30.000 euros. Si no lo hacía sus fondos seguirían bloqueados.
José Luis reconoce que estaba “cegado” y que se sentía dentro de un callejón sin salida. Fue entonces cuando, de forma paralela, el broker le informó de otra supuesta “oportunidad de negocio” que le podría ayudar a recuperar todo el dinero perdido y los préstamos solicitados a través de una inversión con un ciudadano rumano con mucho dinero. “Tragando mucha saliva pedí otro préstamo de 48.000 euros e hice la transferencia a la cuenta española que me habían dicho”, relata. Su abogado sospecha que se trata de otra víctima de la que aprovecharon sus datos bancarios para recibir los fondos.
Pero antes de que se resolviera el supuesto negocio con el ciudadano rumano le contactaron de nuevo de Blockchain y le dijeron que la criptomoneda Ethereum [la segunda por capitalización de mercado] iba a sufrir una transformación técnica el 15 de septiembre y que debía abonar otros 30.000 euros o todo su dinero corría peligro. José Luis dio credibilidad a ese nuevo “engaño” al encontrar información en internet sobre la transformación de Ethereum para reducir drásticamente su consumo energético fijada para esa fecha. Su pareja acabó prestándole de nuevo ese dinero, endeudándose con su banco. “Tenía miedo de que se lo pidiera a un prestamista y fuera peor”, dice ella. Pero la “pesadilla” siguió. Ahora lo acusaban desde Blockchain de estar blanqueando dinero y de colaborar con la mafia rusa y, para solucionar la situación, le exigían otros 30.000 euros adicionales. Y ahí fue cuando se plantó. Después de haber abonado 175.000 euros.
La gran mayoría de dinero que perdió José Luis no fue tanto por las supuestas inversiones, sino por el dinero que la plataforma empezó a pedirle por retirar su dinero. Pero Paula cortó mucho antes el vínculo con sus estafadores porque lo que iban a hacerle a ella ya se lo empezaban a hacer a su hermano. “Vi que le pedían mucho dinero por trámites que debían ser sencillos y de los que no nos avisaron, así que decidí sacar el dinero”, cuenta. Por eso no perdió una cantidad tan relevante.
De hecho, lo que le preocupa no es tanto el dinero perdido, sino que le puedan hacer chantaje. Cuando decidió retirar el dinero, le pidieron sus datos para realizar un trámite que nunca llegó a buen puerto. Pero su identidad ya estaba en manos de sus estafadores. De la misma manera, también se descargó un programa que les permitió, durante unos meses, controlar en remoto su ordenador. “Quién sabe lo que habrán sacado de ahí y con qué me intentarán sacar más dinero”, lamenta Paula.
“No quiero dar ni un duro a los gobiernos corruptos”
Sergio es otra de las víctimas de estas tramas internacionales. En su caso ha perdido 35 bitcoins, comprados en diferentes momentos de la montaña rusa de precios que ha vivido esta divisa. Algunos los adquirió a 8.000 euros y otros a 40.000. Sergio, nacido en Argentina y migrado a Catalunya hace algunos años, no sabe la cifra exacta que le han estafado, pero haciendo una aproximación calcula que podrían ser más de 750.000 euros.
El caso de Sergio, a diferencia del de José Luis, no es el de alguien que da su dinero a una plataforma sin conocer nada de las criptomonedas, hechizado por las altas rentabilidades. Él se define como “inversor” y cuenta que desde que llegó a España no ha tenido trabajo. “Me dedico a las criptomonedas y sé que se puede ganar mucho dinero. No quiero dar ni un duro a los gobiernos corruptos”, dice en referencia a que las transacciones con criptomonedas no están gravadas con impuestos.
Si yo gané eso, imagínate los sinvergüenzas que nos estafaban
Este hombre se gana la vida comprando bitcoins y metiéndolos en plataformas de inversión. Algunas son lícitas y funcionan. Otras han resultado ser una estafa. Sergio ha sido víctima de Arbistar, Nimbus, Mind Capital y Algorithms Group, todas ellas investigadas en la Audiencia Nacional. Estas estafas se dieron en diversos momentos durante diferentes años.
Entonces, ¿por qué después de una estafa cayó en la siguiente? “El modus operandi se parece demasiado al de las plataformas reales y, como seguía invirtiendo en sitios que funcionaban, la diferencia no era tan obvia”. Ahora bien, en los casos de estafa hay un detalle que, según los abogados consultados, debería hacer saltar las alarmas: la oportunidad de ganar dinero atrayendo a otras personas a la plataforma. Cuando se entrevé un componente piramidal, “seguramente se trata de una estafa”, dice Sergio.
Llegó a ganar 60.000 dólares en dos meses en comisiones gracias a la gente a la que llevó a las plataformas. “Si yo gané eso, imagínate los sinvergüenzas que nos estafaban”, relata. Sergio está “desesperado” y lleva años intentando recuperar su dinero, aunque no tiene esperanzas. Está inmerso en un proceso judicial. Aunque dice hacerlo más por “rabia” que porque crea que va a obtener algún resultado.
Ignacio Palomar, director de Servilegal Abogados, especializado en estafas del mundo cripto, confirma los temores de Sergio. “La mayoría de estas plataformas están en el extranjero. En tramas internacionales se complica mucho el proceso y las posibilidades de recuperar el dinero son muy pocas”, resume el letrado. Hoy, a toro pasado, Sergio reconoce que cuando empezó a invertir en criptomonedas, sabía que podía ser estafado. “Estas divisas se usan para blanquear dinero porque no son rastreables. Podía salir mal, pero forma parte del riesgo”, confiesa. Palomar le da la razón: “El bitcoin se crea para evitar el rastreo, para ser una moneda anónima. Por eso es blanco de estafas y sufre una gran desprotección jurídica”
Sergio se muestra muy descontento con cómo se afrontan estas estafas desde los tribunales. “Nadie hace nada para perseguir a esta gentuza”, apunta. Y menciona diversos nombres de una larga lista de personas que, asegura, le han estafado. Destaca el de Javier Biosca, el supuesto cabecilla de uno de los principales casos que investiga la Audiencia Nacional y que apareció muerto en Estepona (Málaga) el pasado 22 de noviembre. Había salido de la cárcel sólo tres semanas antes. “Es una vergüenza que esta gente salga impune. Alguien debería pararles porque, si nadie lo hace, seguirán estafando y jugando con la gente”, dijo Sergio antes de conocer su fallecimiento.