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Campamentos militares para niños: una semana con uniforme castrense, al grito de 'cadete' y aprendiendo a desfilar

Vestidos con uniforme militar y sometidos durante una o dos semanas a la disciplina castrense. Así pasan el verano decenas de niños y jóvenes. Durante esos días, se autodenominan cadetes. Se levantan a las siete de la mañana con un toque de diana, aprenden a desfilar y a formar, homenajean a la bandera y, en algunos casos, realizan ejercicios con armas de aire comprimido, conocidas como 'airsoft'.

“Es un campamento para que vean cómo es una vida diferente a la que tienen diariamente, [cómo es] una vida pseudomilitar”, explica Pepe Cuesta, organizador del campamento Jóvenes Infantes, que acoge en Murcia a niños y jóvenes de entre once y 21 años con el objetivo de “despertar en los jóvenes una vocación deportiva con una admiración hacia” las Fuerzas Armadas, recoge la web de la actividad. Cuesta sostiene que esta actividad “no es un campamento para hacer soldados ni militares”. “No son militares, son niños, y así les tratamos”, insiste. 

Los Tercios de Lezo es otro de los campamentos que se autodenomina de orientación militar que se está celebrando estos días. En este caso, las actividades se desarrollan en la provincia de Valencia. La mayor parte de sus instructores han pasado o siguen vinculados actualmente al Ejército. Dionisio Ruiz, uno de sus responsables, sostiene que en este tipo de actividades “se enseñan valores como lealtad, espíritu de sacrificio, trabajo en equipo, respeto a los compañeros y respeto a uno mismo”.

Siguiendo un modelo extendido en Estados Unidos, la oferta de este tipo de campamentos se ha ido ampliando en nuestro país. Con una simple búsqueda en internet resulta sencillo encontrar media docena de colonias infantiles que tienen un marcado carácter militar. La organización de estos campamentos es muy similar. El día comienza muy pronto. Se realizan clases de defensa personal y de primeros auxilios. Se introducen también lecciones de instrucción militar para que los inscritos aprendan a desfilar y a formar. 

En algunos campamentos incorporan asimismo clases de historia de “algún héroe del Ejército español”, apunta Ruiz. Además, la programación incluye actividades deportivas como descensos de rápel o recorridos por una pista militar con diferentes obstáculos. Y el último día los participantes demuestran a sus progenitores lo aprendido, con un desfile militar conjunto y un homenaje a la bandera, según relata Cuesta.

Revisando alguno de los folletos que están disponibles en la web, se observa que en algunos de estos campamentos se apuesta por una “enseñanza práctica” del uso de armas. En el campamento de orientación cívico militar El Gran Capitán se transmiten, según el programa que publican en su web, “nociones de tirador de precisión, especialmente normas y métodos de seguridad con las armas”. Aclaran que todos los artefactos que se utilicen serán de 'airsoft' y los asistentes pueden tener entre 11 y 21 años. elDiario.es ha tratado de contactar con los organizadores de estas colonias, sin haber recibido respuesta por el momento. 

Familias atraídas por “la disciplina militar”

En los Tercios de Lezo también se hacen “simulaciones de armas con 'airsoft”, tal y como explica Ruiz. Esta actividad únicamente se realiza durante tres horas y en ella participan los asistentes que “traen armas” desde sus hogares. “Tiran como máximo 20 bolas cada uno. Son ejercicios tácticos”, reseña el instructor. El precio de todos los campamentos militares no es público. En aquellos que sí han difundido el coste de esta actividad, la tarifa ronda los 600 euros a la semana con pensión completa. 

El educador y psicólogo Jaume Funes considera que este modelo de vacaciones puede servir “para calmar a los padres”, pero no cree que sea una medida “útil para los chavales”. “Estos campamentos son opuestos a los campamentos de verano”, apunta la directora de investigación de la Fundació Bofill, Mónica Nadal, que recuerda que en EEUU este tipo de actividades se han consolidado para un perfil de “niños conflictivos” con padres que “sienten que no los saben controlar”. 

Aunque desde las asociaciones u organizaciones que promueven este tipo de campamentos se advierte de que no son actividades correctivas, el organizador de Jóvenes Infantes reconoce que en el 60% de los casos las familias recurren a sus colonias atraídos “por la disciplina militar”. Sin embargo, aspiran a acoger chavales a los que les guste el deporte y se puedan sentir atraídos por la vida militar o de cualquier otro cuerpo de las fuerzas de seguridad del Estado. Otra cantera de asistentes son los jóvenes familiares de militares, policías o guardias civiles. 

Un campamento “a golpe de pito” no va a cambiar a un niño

Utilizar este tipo de actividades como elemento disciplinario es “un gravísimo error”, advierte Nadal. Esta socióloga sostiene que para perfiles conflictivos “habría que analizar” el problema que provoca que los jóvenes “no se sometan a las dinámicas familiares”. Y añade: “No habría que pensar que llevar [a un niño] a un campamento que funciona a golpe de pito te lo va a devolver cambiado. 15 días no le cambian la vida a nadie”. 

Durante los primeros días a los jóvenes les cuesta adaptarse a la dinámica de estos campamentos. “Es un cambio distinto porque en los institutos no hay una disciplina”, subraya Cuesta, que insiste en que con este tipo de actividades solo buscan que los asistentes se “diviertan y aprendan valores”. Hace ya tres años, el Gobierno alertó sobre este modelo de ocio. 

El Instituto de la Juventud (Injuve) llegó a asegurar que “deplora” este tipo de campamentos. Por esta razón, con Pablo Iglesias todavía al frente del Ministerio de Derechos Sociales, al que está adscrito el Injuve, este organismo expresó su preocupación a las comunidades autónomas – encargadas de supervisar las licencias de los campamentos de verano–. “Al ser iniciativas privadas no tenía mucho margen de actuación”, indican desde el departamento gestionado por Ione Belarra. En ese momento, lo único que pudieron hacer fue “comprobar que ningún campamento de ese tipo estuviera financiado con dinero proveniente del gobierno ni de fondos europeos”. 

Con un espíritu militarista y en el que la disciplina tiene un papel crucial, Nadal considera que este modelo de actividades constituyen “una apuesta reaccionaria ante los cambios sociales”. Supone, apunta Enrique Díez, profesor de la Universidad de León, una “recuperación de un modelo profundamente patriarcal e hiper masculinizado”. En esa misma línea, este docente reseña que la ideología castrense “fomenta” un sentimiento social de “necesidad de las Fuerzas Armadas”. Por su parte, desde las organizaciones que los impulsan se defienden. “No hay nada de adoctrinamiento”, sostiene Ruiz.