La campaña de Felipe González en el 82 desde dentro: pegar carteles con miedo a Fuerza Nueva y el sorteo de un Seat

Irene Castro

28 de octubre de 2022 22:29 h

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No eran los tiempos del tuit fácil ni de las grandes peleas en los cuarteles generales de los partidos por debates encorsetados, sino los de los furgones con megafonía prestada empapelados de carteles con el puño y la rosa o los sorteos del último Seat y de televisores en color. España acababa de salir de 40 años de oscuridad de la dictadura de Franco y la democracia daba sus primeros pasos. Un PSOE que hasta hacía poco funcionaba desde la clandestinidad aspiraba entonces a gobernar y vivió una movilización inédita e irrepetible, según recuerdan algunas personas que vivieron aquella campaña que llevó a Felipe González a la Moncloa con una mayoría absoluta de un resultado histórico: 202 diputados en el Congreso. 

“Lo viví con mis amigos. Nos reunimos todos en una casa por la noche para celebrarlo. Fue una explosión de júbilo”, relata Isabel sobre la noche electoral del 28 de octubre de 1982. Recuerda que muchas de las personas con las que pasó aquella jornada, y a las que ha ido perdiendo la pista, votaron en los anteriores comicios a una formación valencianista, pero aquel día introdujeron la papeleta del PSOE. “Octubre del 82 recoge una enorme aspiración de cambio, no solo de nuestros votantes, no hay que engañarse, había otros votantes a la izquierda que también estaban por el cambio y también en el centro-derecha”, reconoció recientemente el propio González.

“Yo me salté la disciplina de voto, porque militaba en el PCE, pero voté a Felipe”, recuerda Elisa Pizarro, que se dio de baja en los tiempos de Julio Anguita y se afilió al PSOE el día que José Luis Rodríguez Zapatero anunció la retirada de las tropas de Irak. Ahora, jubilada, ha asumido responsabilidades orgánicas en la agrupación madrileña de Moncloa-Aravaca y se reconoce alejada de la “deriva” del primer presidente socialista. 

Otra efeméride relevante para la afiliación en el PSOE fue el intento de golpe de Estado de 1981. “Mi madre se afilió al día siguiente y yo, unos meses después”, recuerda Patricia Barbadillo, militante de base desde entonces. “Fue la campaña en la que más carteles pegué, y con miedo, porque andaban los de Fuerza Nueva dando palizas y los compañeros hacían vigilancias en las esquinas por si acaso”, recuerda esta profesora, que por entonces estaba en la veintena y participó vendiendo bocadillos en el mitin de cierre de campaña celebrado en Ciudad Universitaria. 

Aquel acto congregó a medio millón de personas y fue el más multitudinario de la historia, aunque esa campaña, bajo el lema ‘Por el cambio’, dejó un listón tan alto que prácticamente nunca se ha podido superar. 

Así recuerda Antonio Ramírez Moyano la visita que el entonces secretario general del PSOE hizo a Nueva Carteya (Córdoba) en 1981, poco antes de que comenzara oficialmente la campaña: “Si el pueblo tiene 6.000 habitantes, en la calle podía haber unas 2.000. No ha vuelto a repetirse porque ha habido campañas más normales, pero entonces España quería un cambio radical”. 

Él tenía 26 años y era secretario de Organización del PSOE municipal, donde había recalado procedente del Partido Socialista Popular. En aquellos años, el PSOE estaba reestructurando las agrupaciones locales. “Estuvimos volcados en la campaña. Era una cosa delirante”, explica Ramírez Moyano, que poco después se hizo con el bastón de mando de la localidad durante ocho años y posteriormente fue diputado provincial una legislatura.

“Todas las personas que estábamos trabajando nos movíamos de pueblo en pueblo. Todo era a base de voluntad poniendo nuestros propios coches, pero en aquel momento fue absolutamente ilusionante”, agrega en conversación telefónica hoy desde la militancia de base. 

Una de las personas que tienen en la retina aquellos coches 'tuneados' con megáfonos prestados por el partido es Ion Antolín. Entonces tenía tan solo cinco años. “Mi padre, que era afiliado de base puro, conducía y yo iba en el asiento de al lado e iba cantando los nombres de los que participaban en el mitin de esa tarde: Alberto Acitores y Juan Ramón Lagunilla”, explica Antolín, que años después militó en Juventudes Socialistas y, aunque simpatizó siempre con el partido, no ha tenido carnet. Hace unos meses entró a formar parte de la Secretaría de Estado de Comunicación y ahora tiene su despacho en Ferraz como director de comunicación. 

“Una campaña sobre ruedas”

Que aquella campaña tuvo una participación elevada lo constata Carmela Pascual, que colaboró en la organización desde la sede socialista. Ella trabajaba entonces en el grupo parlamentario en el Congreso, donde comenzó como voluntaria tras los comicios de 1977: “Entonces no había estructuras ni nada, tenía mi trabajo como secretaria de dirección en una empresa belga e iba a colaborar. Luego se fue estructurando y me quedé trabajando”.

“Lo que hacíamos era coordinar a todas las federaciones del partido”, dice sobre el trabajo que hacían desde la sede que entonces estaba en la antigua calle Joaquín Morata: “En general, no hubo muchos problemas porque había mucha euforia en el 82. En el 79 teníamos unas expectativas que no se cumplieron, pero después de lo que había pasado en el 81 con el golpe de Estado teníamos muchas expectativas de poder gobernar. Todo iba bastante sobre ruedas”. 

“Fue la campaña en la que más participantes hubo del partido y de simpatizantes. Querían colaborar en las ganas de ganar y de que hubiese un cambio”, agrega Pascual, que pone como ejemplo los denominados “servicios de orden” que se encargaban de velar por la seguridad y la buena marcha de los actos y que hoy se han profesionalizado. Tras la victoria electoral, Pascual se fue a trabajar con el ministro de Justicia, Fernando Ledesma, y tiempo después volvió al Congreso de la mano del PSOE y posteriormente al Senado, donde se jubiló hace unos años. 

Una de las personas que colaboraron en los servicios de orden, que prefiere no ser identificada, señala como principal cambio que entonces “se hacía más carretera”. “Ahora todo el mundo puede coger un avión, pero antes el esfuerzo era mayor. Antiguamente los compañeros llevábamos nuestros coches y ahora los ponen los partidos. Ahora los que trabajamos tenemos un sueldo y antes, no”, explica él, que tras la campaña fue contratado en Ferraz. “Actualmente no se hacen tantos kilómetros como entonces. Hizo muchísimos kilómetros en coche e iba en un autobús que compartía con prensa y gente del partido”, dice sobre Felipe González. “Las campañas antes eran más artesanales, ahora todo está muy programado”, sentencia este trabajador, que formará parte del dispositivo del PSOE en el acto del 40º aniversario de la victoria en Sevilla, donde tiene los recuerdos más emotivos de aquel momento, cuando se acercó al partido con 23 años.

Para Miguel Ángel Martínez el trabajo estaba ya avanzado cuando llegó la campaña del 82. “En los seis años anteriores no había parado de estar recorriendo la provincia de arriba a abajo. No fue una cosa novedosa ni que me descubrieran muchos en esos pueblos”, explica Martínez, a quien Txiki Benegas, Alfonso Guerra y Carmen García Bloise pidieron que encabezara la candidatura por Cuenca en 1977 tras años en el exilio, desde donde mantuvo una importante actividad política y sindical. Repitió en 1982 y en sucesivas generales hasta 1999, cuando emprendió la aventura en el Parlamento Europeo, donde fue diputado hasta 2014. 

“No recuerdo que los años en que Felipe encabezaba el partido fueran de banda y sonido. Siempre ha sido nuestro partido de gente normal de los pueblos y ciudades”, señala Martínez, que a sus 82 años sigue teniendo una prolija agenda tanto nacional, con visitas semanales a lugares de la provincia y la participación en las asambleas del PSOE, como internacional de la mano de la asociación de exparlamentarios europeos. 

“Felipe no estaba solo”

Martínez cree que el éxito de la campaña, al menos en Castilla-La Mancha, fue trasladar el mensaje de que no estaban “dispuestos a ser menos que los demás”. También teoriza sobre el “suicidio de la derecha” en aquel momento. “Estaban convencidos de que iban a quedarse con el pastel. Lo que les hizo perder las elecciones fue el desprecio a los que no eran como ellos”, agrega Martínez, que precisamente este 28 de octubre participará en la inauguración de un museo sobre su trayectoria en la estación de Alcázar de San Juan.

En todo caso, subraya que Felipe González “no estaba solo” cuando logró la mayoría absoluta más holgada de la historia. “Había mucha gente más. Estaba Alfonso [Guerra, que por ahora no ha tenido ninguna participación en las celebraciones que ha organizado Ferraz], que era capaz de ilusionar, y gente como Carmen García Bloise [en aquel momento secretaria de Organización], que tenía una condición de movilización importante”. “No me he considerado felipista. No era ni felipista ni guerrista. Yo era socialista”, expresa Ramírez Moyano. “La figura de Felipe es imprescindible en la historia de la democracia y espero que cuando esto esté más calmado se le reconozca el gran trabajo que hizo”, añade el exalcalde, que reconoce que estuvo en contra, por ejemplo, de la entrada de España en la OTAN, aunque con el tiempo le ha acabado dando la razón al expresidente. 

“17 hombres y yo sola”

“Lo importante es lo que se hizo después”, coincide Consuelo Ramiro, a quien unos conocidos del pueblo le pidieron, para su sorpresa, que fuera en la lista del PSOE del municipio de Socuéllamos (Ciudad Real). “Soy socialista porque mis padres lo fueron”, explica Ramiro, cuyo padre “republicano de izquierdas” fue represaliado durante la dictadura. Ella fue concejala durante tres legislaturas y ocupó el área de Bienestar Social en un consistorio liderado por el PCE. 

“Fue tal el cambio, que tantas mujeres dejamos el quehacer de una ama de casa y nos lanzamos a la política”, cuenta Ramiro, que, como muchas otras, fue la única mujer en un mundo masculino. “17 hombres y yo sola. Vi que se me escuchaba y lo que yo decía para el pueblo estaba bien dicho”, dice con orgullo antes de relatar algunas actuaciones que sostiene que fueron “muy importantes para el mundo rural”, como la ayuda a las personas con discapacidad que hasta entonces estaban “encerradas en el interior de sus casas”. “Antes de Felipe González éramos mujeres sumisas”, remata, sobre su propia experiencia.