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“Si nos quedamos en lo que los políticos pueden hacer por nosotros habremos fracasado en todos los sentidos”

Ana Caro

El autor de 'El fin de la clase media' o 'Nosotros o el caos: así es la derecha que viene“ continua en su análisis de los cambios socioeconómicos de los últimos años. Con 'Los límites del deseo: instrucciones de uso del capitalismo del siglo XXI', el periodista y abogado Esteban Hernández elabora una radiografía del sistema económico en el que la sociedad occidental se encuentra inmersa.

A lo largo de su libro habla reiteradamente de “mecanismos” y “resistencias” para frenar las dinámicas del neocapitalismo. ¿A qué resistencias y mecanismos se refiere?

Opciones hay muchísimas. En primera lugar sustituir a algunas personas que están al frente de los puestos de mando y poner a otros que nos lleven por un camino más beneficioso. Se puede poner palos en la rueda en el caso de la financiarización y la Unión Europea puede tomar medidas que combatan la precarización laboral. Además es importante que los impuestos se inviertan en la misma sociedad y poner límite a la avaricia de las empresas. 

¿Es cierto que como individuos podemos hacer poco para frenar el sistema? 

Eso es un error enorme, si nosotros nos quedamos en lo que los políticos pueden hacer por nosotros, habremos fracasado en todos los sentidos. A lo largo de la historia, se han originado un montón de resistencias que la gente ha planteado por sí misma con independencia de lo que los políticos hacían. En el caso del mundo laboral es muy evidente, los sindicatos nacieron fruto de situaciones de necesidad y sin pasar por mediaciones políticas.

Yo creo que ahora estamos delegando demasiado en lo que los políticos pueden hacer y nos olvidamos un poco de mecanismos mediante los que nosotros sí podamos tener una incidencia. En el mundo del trabajo podemos necesitar mecanismos distintos porque es complicado defender tus derechos sin que te partan la cara pero esto no significa que sea imposible. Es obvio que hay determinadas cosas que se pueden hacer y esas cosas que se pueden hacer, insisto, no podemos dejarlas en manos de otros.

¿Cree que ese cambio que apunta en 'Los límites del deseo' vendrá desde las instituciones o desde comunidades más pequeñas? 

No tengo ni idea porque ambas cosas en este momento en concreto tienen muy poco poder a la hora de actuar. Es verdad que instituciones como la Unión Europea tienen muchos mecanismos para hacer cosas pero también hay falta de voluntad, entonces es necesario generar un cambio social para que efectivamente esto se lleve a cabo. Tenemos mecanismos enormes para favorecer nuestra vida y los estamos utilizando en sentido contrario, eso se pude cambiar pero tiene sus dificultades.

Por otro lado las comunidades pequeñas necesitan crecer y desarrollarse para crear algo más consolidado. Uno de los grandes problemas que existe es que hay muchas cosas que se pueden hacer y hay una escasa voluntad por parte de la gente de ponerse en relación con los demás para poder hacer lo que esté en su mano. Si queremos cambiar las cosas, tenemos que poner iniciativas en común y trazar nuevas experiencias porque si no, estaremos absolutamente aislados y lo que hagamos carecerá de eficacia.

Según esta teoría, lo que se necesita para cambiar las cosas es que la gente sea primero consciente de la situación en la que está y reaccione. ¿Cree que la educación es una buena herramienta en este sentido? 

Desde luego que sí, hay elementos obvios y uno de ellos es la educación pero tampoco podemos esperar a que la educación  pueda darnos sus frutos al cabo de X años. Yo creo que estamos en un momento de urgencia y necesitamos una solución ahora. Es evidente que la gente está desanimada y hace falta una chispa. Esa chispa puede ocurrir. Pongo el ejemplo político: en un momento determinado en España estaba todo parado y una determinada formación metió una chispa y a partir de ahí la política se reactivó, puede ocurrir igual en otros terrenos. 

Menciona en su ensayo que un rasgo de la sociedad actual es que sí existe   capacidad para indignarse pero que se trata de una indignación que olvidamos a los pocos minutos. 

Sí, es un tipo de resistencia muy útil para cualquier tipo de poder porque se trata fundamentalmente de un desahogo. Si además del desahogo, que está bien, empezáramos a generar iniciativas en los ámbitos en los que estemos sería mucho más fácil que las cosas fueran de otra forma.

¿Cree que la izquierda de este país está cumpliendo su función en el sentido de luchar contra las fuerzas económicas?

En absoluto, yo creo que ahora mismo en el mapa europeo la gran fuerza es la derecha populista, que está teniendo votos incluso en aquellos lugares que eran propios de la izquierda. Esto significa que, evidentemente, la izquierda está haciendo algo mal.

En España hay un partido de poder que está agotado por la corrupción y el partido de la oposición, que es socialista, está a punto de hacer crack por sus crisis internas. Si en este contexto, Podemos es solamente la tercera fuerza es porque se han equivocado en algo.

Es evidente que la derecha populista europea ha tenido un mensaje muy poderoso alrededor del mundo material, del trabajo, de las posibilidades vitales, de las condiciones de vida… todo ligado al dinero, a lo económico, a lo que de te da el sustento. Si la izquierda española no da esta perspectiva, será cada vez más irrelevante.

Otro de los asuntos que aborda es la percepción que tiene la sociedad acerca del sistema económico. El capitalismo es un sistema que funciona a base de crisis pero a la gente le da una sensación de estabilidad.

El capitalismo viene de crisis pero mucha gente se ha criado en un lapso de tiempo en el que la sociedad tenía una estabilidad, por lo tanto es lógico que se tenga esa percepción. Desde el punto de vista de las generaciones inmediatamente anteriores, en España se vivió un desarrollo grande que venía acompañado de la promesa de un mundo mejor. Tú pensabas que tus hijos iban a estudiar y por tanto iban a vivir mejor que tú, pensabas que esto era un camino acumulativo y que de mayor ibas a tener más recursos y más posibilidades que de joven…, la sociedad tiende a confiar en esto y de repente se quiebra y llega la crisis. Sin embargo, hasta ese momento había una sensación de ir a favor de los tiempos por lo que es normal que la gente no solo tenga la percepción de la estabilidad, si no una necesidad de dicha estabilidad.

Lo que estamos viendo es que con este sistema la posibilidad de trazar tu propio proyecto vital está eliminada, ya no es una cuestión de elección, estamos aquí hoy y mañana no sabemos. Esto genera mucha inestabilidad, mucha inseguridad y por lo tanto, mucho descontento.

¿Cree que la clase media ha variado en sus condiciones de vida desde la publicación de 'El fin de la clase media' en 2014?

La clase media existe por dos motivos: uno porque todavía queda clase media en cuanto a los recursos económicos y en segundo lugar porque la mayor parte de la sociedad se percibe así. Es raro el español que dice que no es clase media, incluso gente con muy pocos recursos materiales se percibe como tal. Así que, aunque solo sea en este nivel, la clase media existe.

Ocurre que a día de hoy se trata de una clase muy debilitada porque muchos han descendido y, aunque algunos hayan ascendido en la escala social, es continua la sensación de que la posición es provisional.

La gran diferencia entre la clase media de hace unas décadas y la actual es que antes las personas que formaban parte de esta clase pensaban que iban a seguir ahí,  ahora sabes que cualquier movimiento te puede llevar a cualquier lado malo. Esta ruptura cambia radicalmente la percepción que la clase media tenía de sí misma. 

Según esta lógica, ¿un médico y un obrero de la construcción realmente pertenecen a la misma clase social?

Si nos fijamos en los recursos materiales, no es así y, precisamente por eso, cada vez hay menos clase media, y cada vez hay más gente dentro de esta clase que subsiste con los recursos propios de las clases populares y menos que están muy por encima de eso. Yo insisto en dos aspectos: uno de ellos es la percepción, y el otro es que antes había una serie de bienes sociales de los que incluso la clase obrera disfrutaba.

Una persona de clase obrera de hace cuatro décadas tenía la sensación de que las cosas iban a ir a mejor pero también una serie de bienes materiales que respaldaban esa idea. Empezando por la vivienda, en los 70 la mayor parte de la vivienda era de creación oficial con lo cual el acceso era mucho más sencillo. Además, existía un transporte público que era relativamente barato y se disfrutaba de bienes como la energía con unos precios no tan elevados. Es verdad que los salarios eran bajos pero había una serie de compensaciones en términos del Estado del bienestar que mejoraban tu nivel de vida y además tus hijos podían ir a la Universidad e intentar trazar un futuro mejor.

Esto ha desaparecido por completo, es todo lo contrario, no me extraña que la clase obrera de esa época pensara que, de alguna manera, pertenecía a la clase media. Es cierto que materialmente no lo eran pero los bienes sociales de los que disfrutaba les permitía pensar de esa manera pensar sobre sí misma.

En 'Los límites del deseo' también analiza el funcionamiento de la Universidad. ¿Cree que la precarización de los recién titulados es un fallo del sistema o, por el contrario, existen empresas fundamentadas precisamente en esta mano de obra?

Fallo del sistema no es, porque estamos metidos en un tipo de gestión financiarizada y una de las patas es la de reducir costes. Si tú puedes tener mano de obra a bajo coste la aprovechas. Es el caso de los becarios y el de mucha otra gente, no es algo coyuntural, es una mecánica de gestión que se utiliza en muy distintos estratos. Mientras la lógica de gestión siga siendo ésta, estas situaciones se producirán, más incluso si sigue habiendo un exceso de mano de obra en las profesiones. Es una consecuencia de lógica de un tipo de gestión.

En la presentación de 'Los límites del deseo' se dijo que al libro le faltaba política y que ofrecía una visión cruda de la realidad. ¿Qué piensa acerca de estas afirmaciones?

En cuanto a la visión cruda, es como cuando intentas hacer una fotografía, la imagen no es ni cruda ni deja de serlo, simplemente capta lo que está afuera. Insisto en esto: independientemente de como sea la realidad, en el instante en que la conoces puedes empezar a cambiarla, si es cruda, será el punto de partida, no el de llegada. Sea como sea la situación en la que estamos, hay que intentar ir hacia lugares que nos sean beneficiosos. Es una cuestión de pensar:  “Esto es crudo y tengo que dar un paso adelante para modificarlo”.

En cuanto a la política, si entendemos la política como una idea de “siéntente bien, vamos a pasárnoslo bien todos juntos, vamos hacer cosas”, pues no, aquí no hay nada de eso. Si entendemos la política como algo más serio, establecer mecanismos de resistencia, porque el conocimiento de la realidad te lo permite, pues entonces es política 100%. Ahora, si lo que decimos es: “Bueno, vamos a dejarlo todo en manos de una gente que nos va a ayudar a sentirnos mejor”,  malo.