“El Gobierno cede” es el titular que deberían evitar todos los gobiernos. La política tiene mucho de reafirmación testosterónica en este país. Cedes en algo y te conviertes en un cobarde, pusilánime, débil, blando, ingenuo, vulnerable, miedoso... cuando los demás te exigen golpear la mesa con violencia y gallardía típicamente españolas, como cuando Pérez-Reverte explica a Javier Marías el avance de los tercios en Rocroi.
Esta vez, el Gobierno no ha podido evitar ese titular, porque su plan de negociaciones con los independentistas catalanes va evolucionando en función de los acontecimientos, eso en el caso de que se le pueda llamar plan. A veces, es hasta complicado tener claro en qué palabra están pensando en el Gobierno, como ocurrió este martes.
Aparentemente, ha aceptado que la llamada mesa de partidos para discutir sobre el conflicto de Catalunya tenga una persona a su cargo, o quizá alguien que haga de testigo independiente de las discusiones, o quizá alguien que sea un mediador y que pueda aportar soluciones. Coordinador, relator, mediador, albacea testamentario, experto en coaching...
Cuando nombras a las cosas, terminas definiendo lo que significan para ti y hasta dónde llega su importancia. Los nacionalistas catalanes querían un mediador internacional, porque pretenden que parezca un conflicto entre iguales. El Gobierno prefiere que sea de Murcia, Alicante o Vigo y que esté ahí para echar una mano.
En cualquier caso, sería una persona “neutral”, lo que da lugar a una situación poco habitual. El Gobierno central o el PSOE no son capaces de entablar un diálogo directo con otros partidos y necesitan una especie de celestina que haga posible el acuerdo.
No hay negociación sin reuniones y la figura de alguien en esos contactos que no forme parte de ninguno de los interlocutores no es algo extraordinario ni mucho menos ilegal. Pero al menos hay que tener claro qué tipo de persona sería y cuáles serían sus funciones. Eso es lo que el Gobierno no dejó claro el martes al cometer el error de aceptar un cambio en su posición sin explicar hasta dónde llegaba. Así que se quedó con el titular 'El Gobierno cede' y sólo puede culparse a sí mismo.
Minuto de juego y resultado
Abrió la lata a primera hora el líder del PSC, Miquel Iceta, con la idea de un “notario” que diera fe de las conversaciones. La vicepresidenta Carmen Calvo le añadió algunos ingredientes: esta vez era un “relator” no ajeno a Cataluña y España para ayudar en los contactos. Después, la portavoz parlamentaria, Adriana Lastra, optó por la palabra “coordinador” y enfrió el plato al dejar en el aire que haya un acuerdo. Las conversaciones sobre esa mesa de los partidos están supuestamente en un estado “muy primigenio”, dijo.
A última hora, el estado primigenio había avanzado unos cuantos metros, porque Moncloa hizo saber que estaba pensando en esa figura mediadora a la que llamó “relator” y también “facilitador”. Cada hora que pasaba, esa misteriosa persona iba asumiendo distintas denominaciones.
Si es verdad que el acuerdo aún estaba por definir en sus justos términos, no queda muy claro por qué había que pasarse todo el día dando vueltas en público sobre una figura que aún no existe y que iba aumentando y encogiéndose en cada versión.
Lo que está claro es que la oposición no iba a dejar pasar la oportunidad de lanzar la voz de alarma. “Traicionar a España”, entonó Ignacio Cosidó, portavoz del PP en el Senado. “Una puñalada en la espalda de la Justicia”, denunció un comunicado del PP. “Este día permanecerá para siempre en la infamia”, tronó Luis Garicano, candidato de Ciudadanos en las europeas, con las palabras de Roosevelt después del ataque de Pearl Harbor. “Una humillación intolerable para España”, dijo Albert Rivera. Peor que la derrota de Rocroi.
Rivera lo tenía claro: se había pactado nombrar a un “mediador”. Podía haber seguido y anunciado su identidad. En Ciudadanos, ven las cosas tan claras que saben perfectamente lo que ha pasado en reuniones a las que no han asistido. La senadora Lorena Roldán dijo en la Cámara qué es lo que había pasado en el viaje del presidente del Gobierno a Barcelona. “Yo creo que Sánchez dio un cheque en blanco a Torra”, el presidente de la Generalitat, dijo Roldán.
Si fuera así, es extraño que los independentistas no estén reclamando que los presupuestos se voten cuanto antes para mostrar su entusiasmo por ellos mientras ponen un montón de ceros en el cheque. Por el contrario, lo que han hecho es presentar una enmienda a la totalidad en el caso de Esquerra. Si Torra consiguió todo lo que quería, para qué entregar a Sánchez la famosa lista con las 21 reivindicaciones.
Así que está feo en política tirar de testosterona a cada rato, pero la idea tampoco es ir dando tumbos ante los periodistas con varios políticos diciendo cosas diferentes e intentando acertar con el sistema de prueba y error. El Gobierno consiguió el martes dos cosas: que Esquerra dijera que no valían nada todas esas especulaciones sobre el coordinador/mediador y que el PP y Ciudadanos denunciaran que eso era una afrenta inaudita y que la patria estaba en peligro.
Una jornada de derrota para el Gobierno. Todo ello en el día en que se anunció la publicación de un libro de Pedro Sánchez titulado 'Manual de resistencia'. Resistir esta tormenta está muy bien, pensarán muchos socialistas, pero acertar debe de ser la bomba.