Los líderes de los partidos a los que votaron los ciudadanos el 20 de diciembre no han sido capaces de desbloquear la situación para hacer posible un nuevo gobierno. En los cien días que se cumplen este martes, el panorama político se ha llenado más de mensajes cruzados de Whatsapp o Telegram y llamadas fallidas que de reuniones fructíferas.
El único acuerdo al que se ha llegado, el de PSOE y Ciudadanos para la investidura de Pedro Sánche, no contó con los votos suficientes en el Congreso. El líder socialista y el de Podemos volverán a verse las caras este miércoles para tratar de desbloquear la situación, aunque se mantiene el veto mutuo entre los de Albert Rivera y los de Pablo Iglesias.
El más votado en las elecciones generales, Mariano Rajoy, no se ha movido del sitio desde hace tres meses. Su mantra de que solo el partido con más votos puede estar al frente del nuevo Gobierno ha contrastado con su incapacidad para atraer al PSOE y formar una gran coalición. En cuanto a la suma de Ciudadanos, no necesaria pero sí conveniente según Rajoy para asegurarse una mayoría sólida, el PP se ha movido entre el ataque furibundo y los periodos de tregua.
Un mes después de las elecciones, el 22 de enero, Rajoy declinó ante el rey el encargo de formar Gobierno ante el cálculo de que tendría una mayoría absoluta de votos en contra. Fue, según sus propias palabras, una renuncia temporal porque no descartaba someterse a un debate de investidura más adelante. En la segunda ronda de contactos con Felipe VI, no hizo falta que renunciara por segunda vez. Esa vez, el monarca ya no se lo ofreció.
La renuncia del candidato del PP permitió a Sánchez decir que lo intentaría y calculó entre tres semanas y un mes para llegar a un pacto. A partir de su encuentro con el rey, el 2 de febrero, el socialista se entregó a una serie de reuniones con Ciudadanos a través de los equipos negociadores que tanto él como Rivera designaron para discutir la letra pequeña.
Tres semanas después, el acuerdo fue suscrito ante El abrazo, el cuadro de Juan Genovés que fue el símbolo de la Transición y que en los últimos meses ha vuelto a convertirse en un símbolo de la necesidad de un consenso para volver a tener Gobierno. El exceso ha llevado a su autor a lamentar el abuso de los partidos al usar su cuadro como fondo de sus reuniones en el Congreso.
Los votos del grupo parlamentario de Rivera no bastaron para que Sánchez consiguiera su objetivo. El intento de investidura resultó fallido, lo que no constituyó una sorpresa porque Podemos se mantuvo en el “no” tanto el 2 como el 4 de marzo, cuando se celebró el segundo pleno del Congreso. Si de aquí a finales de abril ninguno de los candidatos logra recabar los apoyos suficientes, las Cortes se disolverán el 2 de mayo y el 26 de junio volverán a celebrarse elecciones.
En estos cien días transcurridos, el PP no se ha movido prácticamente de la posición en la que se colocó el 21 de diciembre. Ante el “no es no” del PSOE, Rajoy se ha limitado a constatar su distancia con Sánchez en una primera reunión en el Congreso y ha vuelto a atacar con dureza tanto a él como a Rivera. Su oferta de cinco pactos de Estado nació como variante de los cinco grandes objetivos que el conservador fijó para una segunda legislatura.
Como contraste, los acercamientos de PSOE y Ciudadanos desde sus posiciones en campaña electoral. Sánchez hablaba del partido de Rivera como “las Nuevas Generaciones del PP” o “la derecha de FAES”. Rivera fijó como línea roja apoyar un Gobierno tanto del PSOE como del PP. Nada de eso ha frenado que llegaran a un pacto con medidas políticas comunes. Podemos, que se ofreció como socio de un Gobierno presidido por Sánchez y con Iglesias de vicepresidente y con varias carteras para los suyos, tampoco ha funcionado.
El debate de investidura de Sánchez de la primera semana de marzo no logró llevar al socialista a La Moncloa y tampoco sirvió para acercar posturas. El líder de Ciudadanos, que intentó atraer al PP al pacto firmado con Sánchez con el argumento de “todo esto no lo podemos hacer solos”, alejó aún más la posibilidad. Rivera pidió a los diputados del PP que se atrevieran a limpiar su corrupción interna y prescindieran de Rajoy para regenerar su partido. El llamamiento de “sean valientes y corten por lo sano” ofendió a la mayoría de los diputados conservadores, además de a su jefe.
No fue la única ofensa. Los socialistas también vivieron la suya cuando Iglesias se remontó a la guerra sucia de los GAL para pedir a Sánchez que no se dejara aconsejar por Felipe González. La frase sobre su “pasado manchado de cal viva” irritó a la bancada socialista y provocó polémica en el resto.
La incompatibilidad de Podemos con Ciudadanos y el veto mutuo han dificultado la posición de Sánchez para ampliar el acuerdo tras firmar con Rivera. La idea de ir juntos a las reuniones con otros partidos ha quedado en el camino aunque en Ciudadanos recelan de la reunión que este miércoles tendrán Sánchez e Iglesias.
La cita no ha sido fácil de acordar. Aunque el plan era verse antes de Semana Santa, unos días antes se cruzaron mensajes para reunirse. Después, en una conversación telefónica acordaron verse después de las vacaciones. Ambos partidos adujeron la imposibilidad de cuadrar sus agendas.
Hubo una vía de desbloqueo por la izquierda. Pero también se bloqueó en apenas unos días. Fue la mesa de cuatro partidos que impulsó el portavoz parlamentario de IU-UP, Alberto Garzón, para negociar con el PSOE, Podemos y las confluencias, y Compromís. Pero saltó por los aires después del acuerdo de gobierno firmado por Pedro Sánchez y Albert Rivera: primero Podemos y luego el PSOE rechazaron sentarse a la mesa, que a día de hoy está en punto muerto. Así, la idea de Sánchez, de pactar a su derecha e izquierda, se cegaba por su izquierda, que no quiere saber nada mientras siga vigente el acuerdo PSOE-Ciudadanos.
¿Cómo afectará la crisis interna de Podemos? De momento, la destitución de Sergio Pascual como secretario de Organización de Podemos por parte de Pablo Iglesias parece no tener incidencia en el sentido del voto de los diputados de Podemos. Todas las fuentes coinciden en señalar, independientemente de cómo les haya caído el cese de Pascual, que Podemos votará en contra de cualquier investidura de Pedro Sánchez de la mano de Albert Rivera.