La batalla que mantienen desde hace meses el Partido Popular y Ciudadanos por cada voto del electorado de centro derecha no ha cesado tras el 28A. Es más, las elecciones generales que situaron al PP a tan solo nueve puntos de Ciudadanos han recrudecido el enfrentamiento entre Pablo Casado y Albert Rivera. El líder del PP ha obtenido el peor resultado en la historia del partido, con 66 escaños, menos de la mitad de los 134 de 2016; Rivera ha sumado 25, ha pasado de los 32 escaños a los 57.
Ambos dirigentes pugnan ahora por liderar tanto la oposición a Pedro Sánchez como la derecha fragmentada en tres partidos (PP, Ciudadanos y Vox), que hasta ahora se había mantenido unida entorno a los populares. De esa batalla por el liderazgo ha quedado algo descolgado Vox al obtener solo 24 escaños, muchos menos de los esperados.
El objetivo inmediato de Casado y Rivera es de nuevo pelear por cada voto en las elecciones autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo. Con su nuevo viraje hacia la moderación, el líder del PP busca robar votos a Ciudadanos por el centro, mientras Ciudadanos apuesta por endurecer la confrontación con el Gobierno para tratar de desbancar a los populares como fuerza hegemónica de la derecha.
Este escenario se evidenció en el tono empleado tanto por Casado como por Rivera para valorar las respectivas reuniones que mantuvieron los dos líderes con Sánchez en la Moncloa. El lunes, en el caso del presidente del PP –un encuentro que se prolongó durante una hora y media– y el martes, en el de Ciudadanos –que duró apenas 50 minutos–.
El fin del “poli malo”
En la rueda de prensa posterior, Casado enseñó su perfil más moderado, abriéndose a lograr pactos de Estado con el jefe del Ejecutivo tras siete meses de ruptura. Sánchez había puesto fin a la relación con Casado en octubre, cuando éste le acusó de ser “responsable del golpe de Estado en Catalunya. El lunes, el líder del PP destacó el carácter ”amable“ del encuentro en el que tanto los populares como el Gobierno reconocieron que se había producido un ”acercamiento“ y se había constatado la ”normalización“ de las relaciones.
Fuentes de la dirección popular insistieron después en que la relación personal entre Sánchez y Casado es “muy buena” y que la pretensión del líder del PP es dejar de ser percibido como el “poli malo” de la política española tras la debacle sufrida en las urnas el 28 de abril.
El propio presidente popular consideró que, con su “acercamiento” a Sánchez el Ejecutivo había puesto fin al “cordón sanitario” que le había impuesto a raíz de las descalificaciones de Casado al presidente del Gobierno, al que en campaña llamó “traidor” o felón“ e incluso dijo que prefería ”pactar con las manos manchadas de sangre“ por contar con el respaldo de Bildu en la convalidación de los decretos sobre alquileres o permisos de paternidad. Sin haber pedido disculpas a Sánchez, la dirección del PP considera que esas palabras fueron propias del ”enfrentamiento político“ y tratan de restarles importancia.
Este martes, en cambio, la “frialdad” dominó la reunión entre Sánchez y Rivera, según explicaron después fuentes conocedoras del encuentro. Para el presidente de Ciudadanos no hay duda de que él es quien debe liderar la oposición y así se lo hizo saber a Sánchez en la Moncloa en su breve cita, tras la cual Rivera decidió entrar en el cuerpo a cuerpo con Casado.
“Nos han dado la batuta”
Sus argumentos principales para desplazar a Casado como líder de la oposición –pese a que el PP mantuvo la segunda posición en las generales– son, por una parte, el desplome de los populares en las urnas y, por otra, la “descomposición” que a su juicio está sufriendo la formación conservadora, todo ello unido al “imparable crecimiento” electoral que está experimentando Ciudadanos.
Rivera interpreta que los resultados cosechados por su partido y el PP son “dos factores de peso” que demuestran que el mensaje de los ciudadanos es claro sobre el papel que debe jugar cada uno. “Los españoles nos han dado la batuta para que lideremos la oposición”, sentenció durante su intervención en un desayuno informativo que protagonizó junto a Begoña Villacís poco antes de su visita a Moncloa.
Su estrategia de intentar arrebatar al PP su posición hegemónica en la derecha le está dando buenos frutos, según Rivera, por lo que ha decidido mantener su tono beligerante contra Sánchez, en contraposición con el que estrenó el presidente del PP tras las elecciones generales, mucho más templado y conciliador.
El presidente de Ciudadanos interpreta que esa actitud de Casado y la oferta que lanzó el lunes para que sean los diputados de Ciudadanos los que se abstengan en la investidura de Sánchez y así evitar que pacte con “populistas y nacionalistas”, además de ser “un chiste”, son “síntomas claros de debilidad” del líder del PP. “Bastante tiene Casado con lo que tiene como para que yo tenga que meterle el dedo en el ojo”, respondía Rivera cuando se le preguntaba por la propuesta de la abstención lanzada por Casado.
“La única alternativa”
Ciudadanos, insistía, no se dejará presionar y mantendrá por encima de todo su 'no' a la investidura de un hipotético Gobierno de Pedro Sánchez que considera que ya “está pactado” con Iglesias.
En los últimos días Rivera y los dirigentes de su partido han estado alimentando la idea de que el 26M será decisivo para consolidar ese “crecimiento imparable” de Ciudadanos, que iría en paralelo al declive del PP y al paulatino “desmoronamiento” del Gobierno del PSOE “hipotecado” por Unidas Podemos y los nacionalistas.
Bajo esa premisa, consideran que ellos son “la única alternativa al bipartidismo” que, según creen, intenta resurgir de sus cenizas. Por eso insisten en que Ciudadanos tiene que estar preparado para afrontar el futuro en el que se ven arrebatando a PP y PSOE algunos de sus feudos más preciados como la Comunidad de Madrid –en el caso de los populares– o Extremadura –en el de los socialistas–.
La dirección de Rivera es consciente de que para lograr sus objetivos tendrá probablemente que pactar con alguna de las dos fuerzas del bipartidismo. De ahí que Rivera siga tendiendo la mano a Casado y retándole a que apoye a Ciudadanos allí donde el partido que se dice liberal supere en escaños al PP. Sobre Vox, al que necesitarán las derechas, ni una palabra.
“Si el PP se desmorona y el Gobierno se desmorona, ¿en qué manos queda España?”, se preguntó este martes Rivera. “Cuando este gobierno empiece a dar síntomas de problemas de gestión, necesitará una oposición fuerte ante la descomposición del PP, una oposición que esté preparada para sustituir al bipartidismo”.
Los “chistes” de Ciudadanos y PP
El líder de Ciudadanos llegó a la Moncloa muy crecido y, según fuentes conocedoras de la reunión, se mostró bastante frío con Sánchez, con el que no se veía en privado desde hace años, prácticamente desde la firma del frustrado pacto de investidura que ambos rubricaron en 2016. Sus relaciones desde entonces se han ido agriando poco a poco. Sobre todo tras la moción de censura del pasado mes de junio, en donde se demostraron el nulo aprecio político que se profesan, que raya casi en lo personal, aunque los dos lo niegan.
A pesar de todo, Rivera quiso también aparecer como un líder “responsable” y capaz de ofrecerse al presidente del Gobierno para alcanzar pactos de Estado: en educación; terrorismo y seguridad; en inmigración y en despoblación. También ofreció a Sánchez su apoyo para aplicar el 155 de Catalunya, si es necesario, “para requerir a Torra que haga cumplir la Constitución”. Pero siempre como líder de la oposición.
Esta última afirmación del líder de Ciudadanos generaba este martes un nuevo enfrentamiento con el PP, que ridiculizaba a los de Rivera por plantear la aplicación del 155 que debe ser activado desde el Senado, siempre a propuesta del Gobierno. “Para activar el 155 se necesita una mayoría de senadores y Ciudadanos tiene cuatro senadores, eso sí que es un chiste”, zanjaba en rueda de prensa la jefa de la campaña de los populares para las autonómicas, Cuca Gamarra.