A punto de que comience una nueva campaña electoral para las autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo las tres derechas (PP, Ciudadanos y Vox) han iniciado una nueva batalla campal de acusaciones y reproches por el mal resultado cosechado en las elecciones generales del 28A, que no les permite sumar para reeditar la vía andaluza y expulsar a Pedro Sánchez de la Moncloa.
La fórmula que en enero hizo, contra todo pronóstico, presidente de la Junta de Andalucía a Juan Manuel Moreno Bonilla –un Gobierno de coalición entre PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox– era la que el líder del PP, Pablo Casado, esperaba poder repetir para llegar a la presidencia del Gobierno. El último día de la campaña de las generales el candidato popular llegó a abrirse a llevar esa vía un paso más allá, ofreciendo al partido de Santiago Abascal entrar en su Ejecutivo.
Todo cambió una vez conocido el escrutinio del 28A. El PP encajó el peor resultado de su historia –66 escaños, menos de la mitad de los 134 logrados en 2016–, con Ciudadanos pisándole los talones y mejorando notablemente los resultados de hace tres años –15 diputados más, llegando a los 57– aunque no suficiente como para decantar hacia la victoria a favor del bloque de las derechas y Vox irrumpió en el nuevo parlamento con 24 diputados, menos de los que esperaba la formación extremista.
Los números no dieron para repetir esa vía andaluza y, forzado por su propios barones, que en menos de un mes se juegan todo el poder institucional que le queda en las urnas el 26-M, Casado cambió de repente de estrategia llevando al barro la relación de las derechas: del principio de no agresión a sus posibles socios mantenido en campaña, el líder del PP pasó al ataque directo contra Ciudadanos, que le había golpeado en los dos debates pero sobre todo frente a Vox, formación a la que había tratado con mucho mimo durante el último medio año.
Una guerra por cada voto
Este martes llamó por primera vez a los de Abascal “ultraderecha” y “extrema derecha” tras meses resistiéndose a calificar al partido de Abascal a pesar de que se le preguntara por ello en cada comparecencia. Y, tratando de situarse en el centro, Casado consideró además a los de Rivera “socialdemócratas” y de “centro izquierda”.
Los resultados del 28A no solo han supuesto una pelea de todos contra todos en ese lado del tablero, también han reabierto además la guerra interna en el PP. Casado y su entorno más próximo consideran que la sangría de votos es un castigo que ha culminado ahora pero empezó en la etapa de Mariano Rajoy, mientras que dirigentes del sector más crítico vinculan la derrota histórica con el alejamiento del centro político que ahora se intenta corregir.
Pese a mantener desde hace meses una guerra por cada voto del electorado conservador, tanto en la campaña de las elecciones autonómicas de Andalucía de diciembre como en la de las generales las tres derechas habían intentado evitar lanzarse ataques directos. Tan solo Vox se apresuró desde el principio a llamar “derechita cobarde” o “mentirosa” al PP, que no contraatacó. “No vamos a polemizar con nuestros posibles socios”, decían entonces los populares.
Las hostilidades comenzaron en la última semana de la campaña del 28A. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que paradójicamente ofreció al PP un acuerdo de Gobierno si sumaban tras las generales, atacó directamente a Casado durante el primer debate electoral. Le acusó de no haber hecho nada contra el paro y llegó a asegurar que el “milagro económico del PP está en la cárcel”, en alusión al exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato. El presidente popular tuvo que cambiar de estrategia en el segundo debate, cuando contraatacó a Rivera recordándole la falta de experiencia de su partido en el gobierno.
La 'autocrítica' de Casado
Los populares, sin embargo, evitaron cargar contra los de Rivera –al menos públicamente– cuando por sorpresa y a tres días de las generales les 'robaron' a uno de sus referentes, el expresidente de la Comunidad de Madrid Ángel Garrido, que pasó de ser el número cuatro del PP para las elecciones europeas a ocupar el puesto 13 de la candidatura de Ciudadanos a la Comunidad de Madrid.
Después de que el pasado domingo los españoles situaran a las derechas en minoría con sus votos en las urnas la relación entre PP, Ciudadanos y Vox explotaba definitivamente y se enterraba la teoría de la competición virtuosa de Andalucía que algunos de sus asesores y columnistas de cabecera han defendido estos meses. Casado, que en todo momento ha descartado que el pésimo resultado de su partido se haya producido por errores estratégicos o programáticos, consideraba el martes que el único fallo cometido por el PP durante la campaña fue no ser consciente de que los partidos de Rivera y Abascal les veían como rivales.
En un enésimo cambio de estrategia, el nerviosismo que le generó al líder del PP haber situado su partido en las peores cifras de apoyo de su historia hacía que Casado se revolviese contra Ciudadanos y Vox. El presidente popular busca ahora reivindicar a la suya como una formación de centro, después de que desde su triunfo en las primarias virara al PP hacia la derecha abrazándose al aznarismo más extremo –sus principales colaboradores son de la confianza del expresidente José María Aznar– y dejando de lado a dirigentes más moderados cercanos a su predecesor, Mariano Rajoy.
“Es falso que en España haya tres derechas”, apuntaba este martes Casado en rueda de prensa, tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP en la que todos los barones le pidieron que girar al centro. “En España solo hay un partido de centroderecha: el PP. Otro de extrema derecha, Vox, y otro socialdemócrata, Ciudadanos, disfrazado de liberal. Como mucho, es un partido de centroizquierda”, dijo el presidente popular, que llegó a tildar al partido de Abascal de “ultraderecha” durante la reunión de su partido, que se celebró a puerta cerrada.
La “veleta cobardita y azul”
Aunque la nueva estrategia del líder del PP es atacar tanto a Vox como a Ciudadanos, Casado decidía centrar sus críticas en el primero. “Quiero hacer una reflexión sobre lo mucho que Abascal debe a este partido, del que ha estado cobrando de fundaciones, chiringuitos y mamandurrias como él dice de alguna comunidad autónoma hasta antes de ayer”. El presidente popular calificaba con esas palabras –“chiringuitos” o “mamandurrias”– a los organismos públicos en los que el propio PP, el de su madrina política Esperanza Aguirre, colocó al líder de Vox.
A la expresidenta madrileña no le sentaron nada bien estas palabras. “Pablo Casado ha querido dar una patada a Abascal, pero en mi trasero”, dijo Aguirre durante el acto de celebración del 2 de Mayo, festivo de la Comunidad de Madrid, que se convirtió en el escenario del campo de la batalla de la derecha, con la presencia de Garrido –al que Casado evitó saludar– y de los candidatos de Vox a las próximas elecciones autonómicas y municipales.
El partido de Abascal tampoco encajó bien que el líder del PP los situara en la “ultraderecha”: “Ya teníamos la veleta naranja y ahora tenemos la veleta que, además de cobardita, es azul. Allá él, lo que están preocupados es de que cada vez más antiguos votantes del PP están encontrando la verdad, la resistencia y la autenticidad en las siglas de Vox y saben que el PP ya está cuesta abajo, solo le queda un poquito de tiempo para terminar como la UCD, desaparecido, o como la UPyD”, dijo el número dos de Vox, Javier Ortega Smith, el miércoles.
Al margen de su trifulca con la extrema derecha, Casado ha iniciado otra batalla con Ciudadanos por el centro después de que el pasado 28A los de Rivera robaran a los populares más de un millón de papeletas. El gran objetivo de Ciudadanos es precisamente sustituir al PP como partido hegemónico del centro derecha, lo que el presidente popular trata de evitar con su última maniobra de viraje hacia la moderación, que choca de frente con la estrategia de derechización mantenida hasta ahora y que le ha pasado factura en las urnas.
Acuerdos imprescindibles
Los de Rivera no se creen el viraje del PP al centro y desde el 28A centran su estrategia en acusar a Casado de mimetizarse con Vox. “Durante todo este tiempo han trabajado hacia la derecha”, aseguraba el jueves Garrido de su expartido. El giro que quiere hacer ahora el PP hacia el centro es, en su opinión, solo “una operación cosmética” que “nadie se va a creer”.
Entre acusaciones y reproches las derechas llegan a la campaña de las elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo que se inicia este jueves más fragmentadas que nunca, a pesar de que todas las encuestas apuntan a que PP, Ciudadanos y Vox deberán entenderse para lograr pactos postelectorales que les permitan lograr poder territorial e impidan que los gobiernos autonómicos o los ayuntamientos caigan en manos de la izquierda.