El Gobierno en la sombra de Albert Rivera que resultó un fiasco
Hace tan solo solo cinco años, cuando en 2015 Albert Rivera inició su andadura en la política nacional, lo más granado del empresariado y de ese establishment que no aparece pero está, se lo rifaban para poder sentarle a su mesa y conocer sus planes y su proyecto para el país. El joven político acababa de dejar Catalunya y con tan solo 36 años había aterrizado en Madrid con el sueño de convertirse en presidente del Gobierno entre las cenizas del viejo régimen. En todos los mitines de las campañas de las cuatro elecciones generales a las que se presentó aseguraba que Ciudadanos era “la única alternativa al bipartidismo caduco”, “el único partido que plantaba cara al nacionalismo”. “Vamos a gobernar España. Ciudadanos ha venido para quedarse”, clamaba por el país adelante.
Eran años de ilusión en los que el partido empezaba a expandirse e intentaba tejer una estructura orgánica por todo el territorio nacional bajo el férreo control del entonces todopoderoso secretario de Organización, Francisco Hervías, al que Rivera se trajo de Catalunya a Madrid, como a otros muchos compañeros de filas, para ir configurando poco a poco su equipo. De hecho, en ese primer elenco de dirigentes figuraban también algunos de los que iniciaron con él en 2006 su andadura política, como el abogado y fiel amigo, José Manuel Villegas -hoy compañero en el bufete Martínez-Echevarría-; o Juan Carlos Girauta, que provenía de formaciones políticas tan dispares como el PSC (los socialista catalanes), y el PP. Al primero lo nombró secretario general de su Ejecutiva, y al segundo le encomendó la portavocía del Congreso, un cargo de gran relevancia y visibilidad. Como brazo derecho de Girauta Rivera situó al madrileño Miguel Gutiérrez, que después de perder el 10N su escaño en el Congreso ha logrado recuperarlo gracias a la abrupta marcha de Marcos de Quinto.
Al diputado del Parlament de Catalunya, Fernando de Páramo, experto en comunicación y marketing televisivo, le encargó la secretaría de Comunicación mientras dejaba al frente del grupo catalán a la que hoy es su sucesora, Inés Arrimadas, formando tándem con Carlos Carrizosa, bajo la atenta mirada de otro histórico de la formación: José María Espejo-Saavedra. Salvo Carrizosa, el resto de los citados terminaron mudándose a Madrid de la mano de Rivera para hacer política nacional.
El primer equipo económico de Rivera
En esas primeras elecciones generales Rivera se presentó con varios independientes que tanto le gustaba reclutar: el economista Toni Roldán y el inspector de Hacienda, Francisco de la Torre, al que colocó como número dos en su candidatura por Madrid.
Junto a ellos despuntaba el nombre de Luis Garicano, un prestigioso economista bien relacionado con el mundo empresarial y los grupos liberales europeos, y muy bien visto por el exclusivo Club Bilderberg. En él recayó la responsabilidad de coordinar los dos programas económicos de 2015 y 2016 con el que el partido concurrió a ambas elecciones, liderando un equipo en el que estaban Roldán y De la Torre.
Rivera también incluyó en sus listas de 2015 a la escritora Marta Rivera de la Cruz (hoy consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid); al exdirigente valenciano de UPyD y actor, Toni Cantó; y a Patricia Reyes, abogada especialista en violencia de género, que recientemente se ha ido a trabajar para el Real Madrid.
Gracias al tesón del entonces líder de Cs y a la inestimable ayuda de los poderes fácticos, Ciudadanos obtuvo aquel 20 de noviembre más de 3,5 millones de votos irrumpiendo en el Congreso con 40 escaños, convirtiéndose en cuarta fuerza de la política nacional.
Casi un año después, en la repetición electoral del 26 de junio de 2016, Rivera siguió tirando de independientes y fichó al cómico Felix Álvarez para intentar abrirse un hueco en Cantabria. El actor dimitió de su cargo de portavoz autonómico del partido a finales del año pasado aunque conserva su escaño en el Parlamento regional.
Pocos sabían entonces que el líder del partido vivía en un lujoso piso del empresario Kike Sarasola sin que ninguno de los dos haya aclarado qué renta pagaba, tal y como ha desvelado eldiario.es.
En el partido pocos dudaban de que la mayoría de aquellos hombres y mujeres que le habían ayudado a llegar hasta ese triunfo en Madrid estaban llamados a formar parte de su anhelado Gobierno, ese con el que nunca dejaron de soñar Rivera y algunos de sus apoyos en la sombra.
Durante esos tres primeros años, pese a bajar de 40 a 36 diputados en junio de 2016, el partido vivió una luna de miel con su electorado y con ciertos medios de comunicación. La figura de Rivera estaba en alza y el líder del partido emergente continuaba cabalgando a lomos de unos sondeos por lo general favorables. También se ganó fama de 'veleta', entre los enemigos que empezaba a tener.
De cara a sus terceras elecciones del 28 de abril de 2019, el líder de Ciudadanos decidió arriesgar algo más en las fichajes, tanto para las generales, donde buscaba el sorpasso al PP, como en las municipales, autonómicas y europeas: el empresario Marcos de Quinto, expresidente mundial de Coca Cola en España; Edmundo Bal, abogado del Estado, apartado de su cargo por Pedro Sánchez por negarse a retirar algunos hechos que defendían la rebelión en el escrito de acusación contra los líderes del procés; Sara Gimenez, representante del Secretariado Gitano; dos ex dirigentes del PSOE, como Joan Mesquida o Soraya Rodríguez, a la que incluyó en la lista para Europa; otros dos ex del PP, como el balear José Ramón Bauzá y el madrileño Ángel Garrido, y un tercero mucho más polémico: el de Silvia Clemente, el gran fiasco como candidata a la Junta de Castilla y León tras destaparse el pucherazo en las primarias contra Francisco Igea.
Rivera también reclutó a Soraya Mayo, exsecretaria general de la Asociación de Trabajadores Autónomos. Casi todos acabaron militando en el partido.
En aquella campaña electoral del 28A de 2019 Rivera empezó a verse presidente y no dudó en ir asignando carteras: a De Quinto, la de Economía; a Mesquida lo presentaba como futuro titular de Interior; a Bal como ministro de Justicia; a Sara Ginénez como titular de Igualdad, y a Soraya Mayo como futura responsable de una nueva cartera que se ocuparía de los Autónomos....
Esos ofrecimientos del líder de Ciudadanos no eran nuevos. Ya lo había hecho en las anteriores campañas con Roldán , Garicano o De la Torre, a los que veía ya dirigiendo un macro departamento de Economía y Hacienda. Luego los orilló para dejar que brillaran sus nuevos fichajes.
El veto al PSOE que desencadenó la tormenta
La decisión de Rivera de vetar al PSOE como aliado optando por pacto con el PP y el apoyo Vox en varias autonomías tras esos comicios de mayo de ese mismo año, provocó una grave crisis interna y la marcha primero de Toni Roldán y luego del eurodiputado e histórico dirigente, Javier Nart, así como la de uno de los fundadores de Ciudadanos y padre político del propio Rivera, Francesc de Carreras. A la lista de abandonos se sumó otra, la del también fundador y dirigente balear Xavier Pericay.
Ese gran malestar interno impulsó una corriente crítica dentro de un partido como Ciudadanos en el que que nadie jamás se había atrevido a levantar la voz al líder. El propio Garicano expresó su descontento, así como el dirigente castellano leonés, Francisco Igea, y otros cuadros intermedios (grupo que poco después terminó presentando batalla al equipo de Arrimadas por el liderazgo de la formación).
Lejos de preocuparse, Rivera, continuó con la hoja de ruta que se había marcado para ocupar el espacio político y sociológico del PP, con Vox compitiendo por el carril de la extrema derecha, convencido de que La Moncloa estaba cada vez más a su alcance.
El 28 de abril Ciudadanos logró 57 diputados, rozando el sorpasso al PP, unos históricos resultados que emborracharon de éxito a Rivera que ya se veía como presidente del Gobierno. Sus 57 escaños más los 123 del PSOE sumaban mayoría absoluta. Rivera, sin embargo, se negó desde el principio a sumar con los socialistas amparándose en que Pedro Sánchez ya había elegido a sus socios “populistas y separatistas”. Y aunque in extremis, al ver fracasar ese pacto, hizo amagos de cambiar alarmado por los malos pronósticos que les daban a esas alturas las encuestas, fue demasiado tarde. La suerte ya estaba echada.
El 10 de noviembre Ciudadanos se desinfló como un suflé quedándose en 10 diputados. Rivera dimitió e Inés Arrimadas tomó el testigo del partido. La nueva líder de Ciudadanos ha aprovechado el estallido de la pandemia de la COVID19 para dar un giro estratégico a la política de pactos consciente de que es la única vía de supervivencia para Ciudadanos.
Arrimadas -ahora de baja por maternidad-, ha decidido para sorpresa de muchos, apoyar todas las prórrogas del estado de alarma y no descarta sentarse a negociar con el Gobierno los Presupuestos Generales del Estado, lo que ha provocado que algunos de aquellos dirigentes que estaban llamados a formar parte del Gobierno imposible de Rivera abandonen la formación dando un portazo. Además de la exportavoz municipal del partido en Barcelona, Carina Mejías, el polémico Juan Carlos Girauta, que no ha ahorrado críticas contra sus excompañeros, con frases de tan mal gusto como esta: “Vosotros, traidores, me vais a comer la polla por tiempos”.
O el empresario Marcos de Quinto que les pidió a sus compañeros en Twitter el día antes del debate de la última prórroga del estado de alarma que no “blanquearan” a Bildu ni a los separatistas mientras lanzaba durísimas andanadas contra el Gobierno de Pedro Sánchez. El mismo De Quinto que días atrás había llamado “payaso” al vicepresidente segundo, Pablo Iglesías.
De ese equipo de prohombres que aterrizaron en Ciudadanos ungidos por Rivera para ser ministros solo queda en el Congreso Edmundo Bal. El abogado del Estado se ha convertido ahora en el 'hombre fuerte' de la nueva dirección de Ciudadanos junto al exresponsable de Fianzas de la anterior Ejecutiva, Carlos Cuadrado, otro superviviente de la era riverista.
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