Los colaboradores de Franco en el golpe de 1936 que perderán sus títulos nobiliarios
El olvido no es una opción en democracia. Y dejar morir la memoria de las víctimas del golpe de Estado, la Guerra Civil y la dictadura franquista, tampoco. Su reconocimiento y dignificación son un inexcusable deber moral, además de un signo de la calidad de la democracia. Así lo plantea el Gobierno en la Ley de Memoria Democrática que previsiblemente se aprobará en el Senado.
Por haber tenido comportamientos atentatorios contra la dignidad humana y otros derechos fundamentales. Porque Franco se consideró legitimado para reconocer y conceder títulos de nobleza, tras restablecer la legislación nobiliaria derogada por la Segunda República. Porque la democracia entiende que, casi un siglo después, es el momento de asumir un deber moral indispensable con el que neutralizar el olvido y evitar la repetición de los episodios más trágicos de nuestra historia. Y porque los procesos de memoria afectan desde los gestos más cotidianos hasta las grandes políticas de Estado.
Por todo ello, la ley incluye la supresión de un elenco de hasta 33 títulos nobiliarios que un informe previo de la Secretaría de Estado agrupó en varios apartados, en función de las razones que motivaron su concesión, algo que los redactores del texto legal consideran mucho más relevante que la simple fecha del otorgamiento de los títulos. Este diario desmenuzará en dos entregas quiénes fueron y qué hicieron los condecorados, y por qué sus descendientes dejarán de ser nobles para ser plebeyos, tras la supresión de los títulos nobiliarios concedidos por Franco entre 1948 y 1978. Un tránsito en todo caso de carácter simbólico, porque a día de hoy ninguno de ellos lleva aparejado algún tipo de privilegio real.
La primera entrega incluye los nombres de militares que participaron en la conspiración, el golpe o la sublevación, además de líderes de las principales organizaciones políticas que apoyaron la rebelión militar. Una segunda entrega versará de títulos concedidos a dirigentes políticos, financieros, ministros o altos cargos de la administración durante la dictadura de Franco, y también a los familiares del dictador. Con la entrada en vigor de la norma, todos ellos serán desprovistos de un reconocimiento que les fue concedido mientras los familiares de los represaliados de la guerra convivieron durante décadas con el olvido y la impotencia de no saber dónde estaban los restos de sus seres queridos. Aquí, los primeros 19 nombres.
Nacido en Placetas (Cuba) en 1887. Destacado “africanista”, en 1926 y ya como coronel, participó en la “pacificación” del Riff. Desde 1928 dirigió la Comandancia General de Larache, y fue nombrado director general de Seguridad en enero de 1930, tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera y la formación del gobierno del general Berenguer. La policía bajo sus órdenes desempeñó un papel clave en el fracaso de la sublevación republicana de Jaca (diciembre de 1930) y en la represión de las protestas universitarias de marzo de 1931.
Apodado “el director”, el Frente Popular le destinó a Navarra como gobernador militar por sus tendencias golpistas, dirigió desde allí los movimientos preparatorios del golpe de Estado. Junto con Sanjurjo y Franco, fue uno de los principales impulsores del golpe. Tomó Navarra con el apoyo de los carlistas. Sus instrucciones reservadas constituyen una prueba irrefutable del carácter extremadamente violento con que los golpistas planificaron su acción para eliminar tanto a sus potenciales “enemigos” como cualquier conato de resistencia. Fue también quien estableció contactos con los partidos de derechas para sumar apoyos civiles a un golpe que en cualquier caso debía supeditarse siempre a la dirección y mando de los militares.
El fracaso parcial a mediados de julio del golpe diseñado por Mola no impidió que algunas de sus instrucciones se cumplieran a rajatabla, como lo acreditan los casi 2.800 asesinatos que tuvieron lugar sólo en Navarra. Fallecido en 1937 en un accidente aéreo, 11 años después el cerebro del “alzamiento” fue, junto con Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera y el coronel Moscardó, uno de los primeros integrantes de la nobleza creada por el general Franco.
El título le fue concedido de forma póstuma en 1948 y la sucesión le fue otorgada a su nieto durante el segundo gobierno de Rodríguez Zapatero, si bien tuvo que esperar tres años hasta recibirlo porque la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica pidió su retirada.
Considerado como uno de los militares más proclives a la colaboración con los republicanos, en diciembre de 1930 participó con Ramón Franco en el levantamiento del aeródromo de Cuatro Vientos y se exilió en Francia hasta la proclamación de la Segunda República. Consuegro del jefe del gobierno provisional y futuro presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, a partir de 1931 le fue reconocido el ascenso a general de división y ejerció los cargos de capitán general de Madrid, inspector general del Ejército y jefe del cuarto militar del Presidente de la República. Entre 1934 y 1936 desempeñó el puesto de inspector general de Carabineros. Era uno de los generales de los que menos podía sospechar el gobierno del Frente Popular que estuviera en contacto con quienes preparaban el golpe de estado de julio de 1936, aunque en su actitud jugó un papel importante la destitución de su consuegro, Alcalá-Zamora, al frente de la Presidencia.
El 18 de julio se sublevó en Sevilla, haciéndose rápidamente con el control de la ciudad. En las semanas y meses siguientes Queipo convirtió la Baja Andalucía, rápidamente controlada por las tropas bajo su mando mediante el uso de una violencia extrema –cifrada actualmente en más de 40.000 asesinatos–, en la principal base logística de la España “nacional”. Nombrado general en jefe del Ejército del Sur desde agosto de 1936, sus bandos de guerra y sobre todo sus emisiones nocturnas desde Radio Sevilla pusieron en juego un nuevo elemento de combate: la guerra psicológica. Controló Andalucía con mano de hierro durante la guerra, administrando leyes e impuestos según su voluntad. Nombrado marqués de Queipo de Llano, fue enterrado en la basílica de la Macarena en Sevilla, donde aún permanece.
El actual portador del título es el nieto del teniente general. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica criticó duramente que el entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, renovara el título en 2012.
Amigo personal de José Antonio Primo de Rivera, fue uno de los primeros militares de graduación en afiliarse al partido fascista, la Falange, siendo reclamado por el gobierno de derecha, en octubre de 1934, para aplastar la revolución de Asturias, tarea en la que las tropas bajo su mando –regulares y la Legión–se emplearon con extraordinaria dureza.
El 17 de julio se sumó a la sublevación militar contra el gobierno de la República, ocupando Ceuta. Trasladado a la península, Franco le puso al frente de las tropas que desde Andalucía y a través de Extremadura debían converger en Madrid. La conocida como “columna de la muerte” protagonizó algunas de las más terribles matanzas de la Guerra Civil, dejando a su paso el asesinato de 4.000 republicanos en localidades como Almendralejo, Badajoz o Talavera.
Yagüe participó en la ofensiva contra Madrid, en la batalla de Brunete y en la de Teruel, ascendido ya a general de brigada. Al mando de las tropas marroquíes, su intervención en la batalla del Ebro fue decisiva para la victoria de los franquistas, y participó en la ocupación de Catalunya y en la batalla de Peñarroya. Finalizada la guerra, Franco le nombró ministro del Aire en agosto de 1939, defendiendo la participación de España en la Segunda Guerra Mundial al lado de la Alemania nazi y de la Italia fascista.
Cesado como ministro en junio de 1940, dos años después fue enviado a Melilla al mando del ejército de Marruecos. El día después de su muerte y en agradecimiento a los servicios prestados el general Franco le concedió a título póstumo el título de marqués de San Leonardo de Yagüe. Y en el decreto de concesión, hizo referencia a los “méritos” de Yagüe para tal distinción: “Desde las brillantes acciones en África con la Legión y los Regulares, hasta los resonantes triunfos logrados al frente del Cuerpo de Ejército Marroquí durante nuestra Gloriosa Cruzada, y la obra constructiva de paz desarrollada en la Sexta Región Militar, la vida del Capitán General don Juan Yagüe Blanco es un ejemplo constante de las más preciadas virtudes militares y civiles de valor, lealtad y amor a España”.
El título está hoy en manos de su hijo, Juan Yagüe Martínez del Campo.
Implicado en la conspiración contra el gobierno republicano organizada por el general Mola, el 19 de julio de 1936 asumió el mando del gobierno civil y militar de Burgos, “capital de la Cruzada” y escenario de una feroz represión. Integrante de la Junta de Defensa Nacional, formada por los principales militares sublevados, Dávila apoyó firmemente la entrega a Franco de los máximos poderes del “Nuevo Estado”, pasando a presidir la denominada Junta Técnica. En 1937, tras el fallecimiento de Mola, Dávila asumió además el mando del Ejército de Norte hasta la ocupación de Bizkaia, la cornisa cantábrica y las batallas de Teruel y del Ebro, ejerciendo de facto como ministro de Defensa durante 1938. Durante las primeras semanas de 1939 planificó y dirigió la ocupación de Catalunya por las tropas franquistas, presidiendo junto a Franco el “Desfile de la Victoria” de Barcelona. En septiembre de 1939, finalizada la guerra civil, fue nombrado capitán general de la Segunda Región Militar, con sede en Sevilla, cargo que desempeñó hasta 1941.
El 18 de julio de 1949 Franco recompensó sus servicios con la concesión del título de marqués de Dávila, con grandeza de España desde el 18 de julio de 1957. Tras su fallecimiento en Madrid en 1962 fue ascendido a capitán general a título póstumo. El título fue renovado y otorgado a su sobrino nieto también por el ex ministro de Justicia, Alberto-Ruíz Gallardón, en 2014.
Implicado desde el primer momento en la conspiración urdida por el general Mola, el 19 de julio de 1936 se hizo con el control de Valladolid y de la 7ª División Orgánica tras deponer por la fuerza al general Molero. Su mando se caracterizó por el uso de una violencia extrema en la represión de los simpatizantes del Frente Popular en Castilla y León, llegando incluso a organizar en Valladolid ejecuciones públicas de los detenidos a modo de espectáculo. Por delegación de Franco, de él dependió la puesta en marcha de los consejos de guerra que especialmente entre 1939-1941 se tradujeron en la condena y ejecución de miles de madrileños.
En marzo de 1941, fue elegido por Franco para presidir el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento en 1959. Según la documentación conservada en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, este organismo abrió expediente a unos 80.000 masones (o supuestos masones), tramitó unos 65.000 sumarios y condenó a penas de prisión a varias decenas de miles de vencidos en la Guerra Civil, buena parte de ellos ya fallecidos o asesinados entre 1936-1939, o condenados “en rebeldía”, en caso de no haber podido ser localizados y detenidos.
Saliquet, a quien Serrano Suñer define en sus Memorias como un hombre “perrunamente fidelísimo al mando”, fue ampliamente recompensado por el general Franco con la concesión de distinciones como la Gran Cruz del Orden al Mérito Militar, la de Isabel la Católica, su nombramiento como consejero de Estado, procurador en Cortes y presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar entre 1945-1946. En abril de 1950 fue distinguido además con la concesión del título de nobleza de marqués de Saliquet.
Plenamente integrado en la conspiración que desembocó en el golpe de estado de julio de 1936, Varela se sublevó en Cádiz y, a las órdenes de Queipo, dirigió varias de las columnas que a sangre y fuego ocuparon la campiña cordobesa, Antequera y Ronda. Franco, por su parte, le puso al frente de las tropas que liberaron el Alcázar de Toledo. Participó durante la guerra en varias de las principales campañas (Jarama, Brunete, Teruel…), ascendiendo a general de división. Tras la guerra fue nombrado ministro del Ejército (1939-1941), teniente general, nombrado alto comisario en Marruecos y miembro del consejo del reino y del de regencia. Sin embargo, sus enfrentamientos con Serrano Suñer y Falange –y su apoyo a la restauración monárquica– acabaron por deteriorar sus relaciones con el 'generalísimo'. Aun así, días después de su fallecimiento en 1951, Franco recompensó sus servicios con el ascenso a capitán general y la concesión del título de marqués de Varela de San Fernando.
El título lo heredó, en 2013, su nieto José Enrique Varela y Urquijo.
Aunque participó en numerosas operaciones militares durante la Guerra Civil, su actuación más destacada fue el avance de las fuerzas bajo su mando sobre Somosierra, en noviembre de 1936, en el ataque concéntrico contra Madrid. Tras ocupar Logroño, Soria, El Burgo de Osma, Aranda de Duero y Sigüenza, sembrando siempre el terror a su paso –sólo en Soria se produjeron 2.000 asesinatos de “izquierdistas”–, la columna García-Escámez alcanzó el puerto de Somosierra y participó en la batalla del Jarama. Con posterioridad y al frente de unidades de la Legión y Regulares, también intervino en la ofensiva sobre Aragón, en la ocupación de Caspe y en la batalla del Ebro. Enterrado en la parroquia de San Fernando Rey, en Santa Cruz de Tenerife, unos meses después de su fallecimiento Franco tuvo a bien recompensar sus servicios otorgándole el título de marqués de Somosierra, que hoy posee Francisco García-Escámez Pablos, que le fue otorgado bajo la presidencia de Zapatero y con Mariano Fernández Bermejo como titular de Justicia.
Participó en la planificación de las operaciones de ocupación del País Vasco y la cornisa cantábrica, del avance sobre Teruel, Lleida y el Mediterráneo, de la batalla del Ebro y la ocupación de Catalunya. Fue designado por Franco para dirigir el Alto Estado Mayor concluida la guerra. Ascendió a general de división en 1940. Ese mismo año fue designado ministro del Aire por el 'generalísimo', enfrentado políticamente con Kindelán y los aviadores. Permaneció en el cargo hasta 1945. Hizo de enlace ante Adolf Hitler, con quien se entrevistó en 1940 para tantear la intervención de España en la Segunda Guerra Mundial al lado de los nazis. Ascendido a teniente general y nombrado procurador en Cortes, Vigón creó la Academia General del Aire y organizó las llamadas “Escuadrillas Azules”, enviadas como la División Azul a combatir junto a los nazis en Rusia. Dirigió de facto, por encima del ministro de Exteriores, las negociaciones que en 1953 concluirían con el pacto entre Franco y los Estados Unidos y el establecimiento de bases norteamericanas en España.
Falleció en 1955 en Madrid, y dos meses después de su muerte el dictador le otorgó el título de marqués de Vigón.
El tercer Marqués de Vigón es en la actualidad Juan Ramón Vigón García, nieto del represor e hijo de María Concepción García Llorente, que murió en el incendio del hotel Corona de Aragón, que algunos atribuyen a ETA.
Permaneció inicialmente indeciso ante el golpe de estado iniciado en Marruecos –del que no había sido informado–, adhiriéndose a la sublevación militar el 18 en cuanto supo que la misma contaría con el apoyo del general Franco, con quien mantenía una excelente relación. Fue designado jefe de Estado Mayor del Cuartel General del “Generalísimo”, cargo que desempeñó durante toda la guerra. Siempre al lado de Franco en todos sus desplazamientos y frentes de combate, en 1937 ascendió a general de brigada. Martín Moreno firmó todos los partes diarios de guerra “nacionales” a excepción del último, del 1 de abril de 1939, firmado por Franco.
Finalizada la guerra viajó a Italia junto con Serrano Suñer con motivo de la repatriación de las fuerzas militares italianas, entrevistándose con el dictador fascista Benito Mussolini, el rey de Italia y el Papa. Ascendido a general de división, en agosto de 1939 fue nombrado gobernador militar del Campo de Gibraltar y jefe de todas las fuerzas militares de la zona. Veinte años después de su fallecimiento y con carácter póstumo, el dictador le concedió el título nobiliario de conde de Martín Moreno.
Integró los consejos de guerra contra los “desafectos”, es decir, contra los partidarios del Frente Popular, de los cuales no menos de 2.000 pasaron a convertirse literalmente en “desaparecidos”, pues la mayoría de los fusilados ni siquiera fueron enterrados, sino arrojados al mar. Finalizada la Guerra Civil fue nombrado comandante general de las Islas Canarias y gobernador militar de Santa Cruz de Tenerife. Designado en 1940 director general de Industrias y Material del Ministerio del Ejército, en 1941 fue ascendido a general de división y en 1942 a capitán general de Canarias, puesto que desempeñó hasta su pase a la reserva en junio de 1943. Ascendido a teniente general honorífico en 1947, poco después de su fallecimiento en 1960 el 'generalísimo' le recompensó con la concesión del título de conde de Pasallar.
Enviado por Mola a Ceuta poco después del 18 de julio como jefe de la aviación sublevada, Kindelán organizó el puente aéreo sobre el Estrecho que, gracias a la ayuda de Hitler y Mussolini, permitió trasladar al grueso del ejército de África al sur de la península. En las reuniones de Salamanca, Kindelán fue un firme partidario de conceder el mando único a Franco, aunque la decisión de éste de nombrar a su hermano aviador jefe de la base aérea de Pollensa derivó en un fuerte enfrentamiento entre ambos. Jefe de la aviación franquista durante toda la Guerra Civil, en 1939 fue postergado por Yagüe, el jefe de la Legión, como titular del recién creado Ministerio del Aire.
Nombrado comandante de las Baleares y, brevemente, Capitán General de la 4ª Región Militar (Barcelona), sus relaciones con Franco se enturbiaron aún más por su identificación con los partidarios de la restauración monárquica y de Don Juan de Borbón, del que llegaría a ser su representante en España, lo que le costaría ser deportado unos meses a Tenerife. No obstante, unos meses antes de su muerte se le concedió el título de marqués de Kindelán. Su hijo Alfredo Kindelán y Núñez del Pino recibió en sucesión el título en 1964, y lo mantuvo hasta su fallecimiento en 1991. El tercer marqués de Kindelán fue Alfredo Kindelán y Camp, que murió a su vez en 2018. Ahora está en posesión de María Kindelán Cuéllar, hija del anterior marqués.
Adherido a la sublevación militar desde el 18 de julio, en octubre de 1936, fue nombrado por Franco jefe del Estado Mayor de la Armada “Nacional”, coordinando la reorganización de las fuerzas navales franquistas y la depuración de los “desafectos”: en la Base de Ferrol, por ejemplo, fueron fusilados 136 marinos, en su inmensa mayoría suboficiales, marineros de los cuerpos auxiliares y trabajadores. Según escribió en sus Memorias el propio Cervera Valderrama, “hubo que hacer un buen cribado entre el personal obrero…”. Ascendido a almirante en 1939, al finalizar la Guerra Civil pasó definitivamente a la reserva, y falleció en Puerto Real en 1952. Una década después, en 1961, Franco le concedió con carácter póstumo el título nobiliario de marqués de Casa Cervera, siendo trasladados sus restos al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.
Comprometido desde comienzos de 1936 en la conspiración militar urdida por Mola, cuando estalló el golpe de Estado se hizo con el control de la base de Ferrol y del arsenal, tras el fusilamiento del contralmirante Azarola y de un centenar largo de trabajadores, marineros y suboficiales. Nombrado jefe de la Flota “Nacional” a finales de julio de 1936 y vocal de la Junta de Defensa, Moreno Fernández desempeñó dicho cargo durante toda la Guerra Civil, además de la jefatura de las fuerzas de bloqueo del Mediterráneo, siendo ascendido a contralmirante en 1937. Junto con buques de la Alemania nazi, las fuerzas bajo su mando colaboraron en el bombardeo de los huidos de Málaga durante la “desbandá” o de ciudades como Almería. Enterrado en el Panteón de Marinos Ilustres, cinco años después de su muerte el 'generalísimo' recompensó sus servicios a la causa “nacional” durante la Guerra Civil otorgándole el título de marqués de Alborán.
A pesar de su carácter extremadamente conservador y antiliberal, tras la proclamación de la República juró fidelidad al nuevo régimen y permaneció en el servicio activo, pero como teniente coronel, después de que Azaña anulara los ascensos por elección. Durante los acontecimientos de octubre de 1934 se hizo cargo del gobierno militar de Toledo, y con posterioridad se le nombró también jefe de la Comandancia Militar de Toledo. Se sumó al golpe, declarando el estado de guerra y encerrándose en el Alcázar, donde resistió un asedio de 70 días. Incluso su hijo Luis fue fusilado en represalia, tras rechazar el coronel rendirse a cambio de su vida. Convertido en héroe de la España “nacional” tras la liberación del Alcázar, Moscardó fue ascendido a general de brigada y premiado con la Laureada.
Durante la guerra ejerció el mando de varias unidades que operaron en la batalla de Guadalajara, Aragón, el Ebro y Catalunya. Ascendido a general de división, teniente general y capitán general honorífico, consejero de FET de las JONS, representante de Franco ante Hitler, jefe de la Casa Militar del “generalísimo”, consejero de la Hispanidad, enviado especial a la División Azul en Rusia, procurador en Cortes, capitán general de la IV y II Región, consejero de la Campsa, del monopolio de Loterías y hasta presidente del Comité Olímpico Español, Moscardó, fallecido en 1956 y enterrado en el Alcázar, fue sin duda el militar más agasajado con cargos y prebendas por el “generalísimo”, incluido con el título de conde en 1948.
Cuando se produjo el golpe de Estado de julio de 1936 se encontraba en Inglaterra, pero rápidamente regresó a España, para ponerse al servicio de los sublevados e integrarse en una de las escuadrillas que el gobierno fascista de Mussolini había enviado en apoyo de Franco y los golpistas. En los tres primeros meses de la guerra García Morato logró derribar quince aparatos republicanos y bombardear ciudades como Jaén o Antequera. Convertido en el “as” de la aviación franquista y en asesor del general Kindelán, las hazañas aéreas de García Morato en el frente del Jarama le valieron la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando en mayo de 1937 y, en septiembre del mismo año, el nombramiento de Jefe de Operaciones de la Brigada Aérea Hispana. Identificado políticamente con el “Nuevo Estado”, en 1938 fue nombrado consejero nacional de FET de las JONS y comendador de la Gran Cruz Imperial de las Flechas Rojas.
Con 40 aviones derribados hasta comienzos de 1939, tras la ocupación de Catalunya por las tropas franquistas encabezó los desfiles aéreos de la Victoria sobre Barcelona y Tarragona. Sin embargo, recién concluida la guerra, el 4 de abril de 1939 y durante un vuelo de prueba se estrelló en el aeródromo de Griñón, falleciendo en el acto. Ascendido a título póstumo a comandante de Infantería, en 1950 el general Franco le otorgó el título de conde del Jarama en reconocimiento a sus servicios al bando sublevado durante la Guerra Civil.
Desde Londres Juan de la Cierva colaboró en la conspiración militar de 1936 y contrató al Dragon Rapide, el hidroavión que trasladó a Franco desde las Canarias a Marruecos. En Roma, junto a otros monárquicos, se entrevistó con Mussolini para solicitar su apoyo al golpe. Durante los primeros meses de la guerra actuó además como representante oficioso de la Junta Militar constituida por los sublevados en Burgos ante el gobierno británico, y actuó como agente de Mola en la compra de aviones y armamento. En diciembre de 1936 Juan de la Cierva falleció en un accidente de avión en el aeródromo de Croydron, Inglaterra.
Considerado mundialmente como una figura clave en la historia de la aviación, años después, en 1954, Franco le concedió póstumamente el título de conde de la Cierva en reconocimiento a su invención del autogiro y su condición de “insigne patriota”.
Defensor de un Estado corporativo, autoritario y nacionalsindicalista, en 1933 tras ser recibido en Roma por Benito Mussolini fundó Falange Española. Financiado desde Italia y con el apoyo de la derecha monárquica fue elegido diputado a Cortes por Cádiz en noviembre de 1933. Un año después, fusionó a su Falange con otro grupúsculo de inspiración fascista, las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), de Onésimo Redondo y Ledesma Ramos, asumiendo oficialmente la dirección. Sobre todo desde 1935 los falangistas protagonizarían numerosos incidentes, enfrascándose a través de sus llamadas Primera Línea y Escuadrones de la Muerte en una “dialéctica de los puños y las pistolas” con sectores de las organizaciones obreras.
Acusado de ser uno de los principales inspiradores del golpe de Estado, fue condenado a muerte por un tribunal popular y fusilado en Alicante el 20 de noviembre de 1936, trasladándose sus restos posteriormente al Valle de los Caídos. En 1948 Franco le nombró a título póstumo Duque de Primo de Rivera.
Líder indiscutible de las derechas, tanto de las más radicalizadas como de la que hasta entonces había seguido a Gil Robles, fue conocedor de la conspiración que estaba urdiéndose en los cuarteles y protagonista de numerosos enfrentamientos parlamentarios, en uno de los cuales llegaría a declararse admirador del fascismo. Fue asesinado en la madrugada del 12 al 13 de julio en una camioneta de la Guardia de Asalto, como represalia por el asesinato horas antes del teniente Castillo, miembro de dicho cuerpo.
Su muerte precipitó y sumó el apoyo de muchos indecisos, como Franco, al golpe de Estado que días después estalló en España, provocando el inicio de la Guerra Civil. Convertido en “protomártir” de la “Cruzada” para el bando sublevado, en julio de 1948 el “generalísimo” tuvo a bien concederle el título de marqués de Calvo Sotelo.
Candidato en febrero de 1936 de Falange por Valladolid (apenas obtuvo 5.000 votos), Redondo fue detenido en la primavera como consecuencia de los enfrentamientos y atentados protagonizados por los falangistas vallisoletanos, recobrando la libertad el 20 de julio tras el triunfo del golpe de Estado en Ávila, a cuya prisión había sido trasladado. Cuatro días después, cuando combatía en el Guadarrama con las milicias falangistas, murió en combate en la localidad de Labajos.
Apodado el “Caudillo de Castilla” no tuvo reconocimiento que el régimen dispensó a los “protomártires” José Antonio y Calvo Sotelo, pero fue ennoblecido por Franco como conde de Labajos en 1949. Su pueblo natal aún mantiene hoy el nombre con el que se le rebautizó durante la dictadura franquista: “Quintanilla de Onésimo”.
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