Hay una parte burlona en lo que ocurre en la política. Quizá, como en 'El sueño de una noche de verano', donde la ley dicta que los padres son quienes deciden con quién se casan sus hijos, pero hay duendes caprichosos que todo lo trastocan y no paran de hacer travesuras a los humanos hasta convertir su vida en una pesadilla en la que nada sale como estaba previsto. Y si hubiera que seguir con Shakespeare quizá en 'Otelo,' un militar de alto rango obsesionado y desesperado por los celos, encontráramos las respuestas al malestar que reina entre los socios del actual Gobierno.
Este curso político ha arrancado, dicen, con 'Mucho ruido y pocas nueces'. Con amores que surgen por sorpresa entre personajes que a priori parecen opuestos, como el PSOE y Ciudadanos. También se tejen traiciones y conspiraciones que rompen con la atmósfera casi idílica con la que se inauguró el primer Gobierno de coalición en democracia. Lo que nadie quiere –ni socialistas ni morados– es que esto se convierta en una réplica de Hamlet, en la que la traición y la venganza sean los grandes temas y que haya un final épico cargado de dramatismo. Tampoco que, si de ambición hablamos, la coalición acabe como Macbeth, que no dudó en empujar a su marido al asesinato para alcanzar sus objetivos.
Todo está en Skakespeare. La condición humana, la política, sus pasiones, sus desvaríos y sus sentimientos. Quizá a este Ejecutivo le falte un guionista que ponga orden en los protagonistas y en sus voces a menudo tan cruzadas. La del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, tronó esta semana ante los micrófonos de la Cadena SER cuando desveló que había tenido “una fuerte discusión” con el presidente, Pedro Sánchez, por no haberle hecho partícipe de la “la huida del emérito”, en referencia a la salida de España de Juan Carlos I. Y tampoco gustó en La Moncloa que agradeciese que Sánchez se disculpara por no haber sido transparente con él sobre lo que se gestó en Zarzuela.
Iglesias no oculta las diferencias con sus socios, ni que hay ministros con los que no tiene sintonía ideológica, como es el caso de Nadia Calviño. El último roce con el presidente lo ha tenido por no haber sido informado de la fusión de Bankia y Caixabank, pero en la formación morada admiten además que cuando el PSOE comenzó a allanar el camino en busca del apoyo de Ciudadanos para los presupuestos tampoco fueron informados.
“Si la ministra de Asuntos Sociales hubiera seguido siendo la socialista María Luisa Carcedo tampoco hubiera sido informada de la fusión de Bankia. El presidente maneja códigos e información sensible que sólo puede compartir con los responsables de las áreas competentes y su círculo más estrecho”, alegan en Moncloa para justificar que Sánchez no compartiera el alcance de la operación con Iglesias.
La comunicación en todo caso es deficiente, la coordinación es escasa y la cohabitación, no siempre fácil. Pese a todo, en ambos partidos existe el convencimiento de que hay que seguir juntos en el Gobierno y que están condenados a entenderse. Nadie se plantea otro escenario, más allá de que Unidas Podemos tenga una estrategia para visibilizar diferencias y que en la parte socialista del Ejecutivo lo achacan a que, como socio minoritario, “no esté capitalizando la acción de Gobierno”.
Desde el entorno del presidente creen que “ese afán suyo por apostar por la diferencia no le deja en buen lugar ante el electorado progresista, tampoco ante el suyo propio”. Los morados defienden, por su parte, que no seguir esa estrategia sería “la muerte de Podemos”, que no puede sucumbir al abrazo del oso de los socialistas hasta quedar reducido a un mero apéndice del PSOE.
Como en el PSOE, en la formación morada defienden que “no está en peligro el Gobierno”, si bien admiten que fallan cosas, que hay desacuerdos y hasta visiones muy diferentes en asuntos nucleares como la Monarquía, el futuro de la banca o los apoyos parlamentarios con los que debe sostenerse el Gobierno. Y añaden que entra dentro de la lógica política que las desavenencias se clarifiquen en privado pero también en público para que Podemos no vea reducido aún más su espacio electoral. Con todo, creen que “la radicalización de la derecha de Casado, cada día más próximo a Vox” es una salvaguarda para la continuidad del Ejecutivo de coalición, pese a que desde que se aprobó el estado de alarma Ciudadanos haya decidido que “quiere salvar su mundo” y haya entrado en la escena “para enturbiar” la relación entre socios ofreciéndose a apoyar los Presupuestos del Estado y a rebajar la participación de los morados en las cuentas, pero también la de ERC o Bildu con el propósito de fracturar la mayoría que hizo posible la investidura.
Pedro Sánchez se ha lanzado a explorar la vía naranja y en su entorno están convencidos de que si las cuentas públicas fueran aprobadas con el apoyo de los de Arrimadas, Unidas Podemos acabaría aceptando los presupuestos. Lo contrario, auguran desde la Presidencia, les obligaría a salir del Gobierno. “Ni ellos ni nosotros lo queremos”, concluyen. El de Sánchez es, por tanto, un Ejecutivo con “mala salud de hierro”, aquejado de múltiples achaques, pero con una enorme capacidad de resistencia que está conjurado para permanecer en el tiempo.
Otra cosa es que Iglesias, asegura un miembro socialista del Gobierno, exija una bilateralidad “como si fuera Quim Torra”, algo que en algunos asuntos sectoriales no puede funcionar de ese modo como tampoco es permisible que alguien pretenda que la acción del Ejecutivo discurra “de politburó a politburó y los ministros sean meros asistentes”.
“El Gobierno no funciona como si fuéramos dos partidos con dos líderes políticos. Y muchos menos somos un Gabinete integrado por dos formaciones políticas en igualdad de escaños, sino con una proporcionalidad que cae por su propio peso (35 diputados frente a 120) y que, además, no suma mayoría absoluta”, señala otro ministro socialista para poner en valor la fuerza numérica del PSOE frente a la de Unidas Podemos, a quien reclama más “esfuerzo y menos abrir vías de agua” en un momento excepcional de país que necesita de soluciones y no “de problemas o batallas que tienen que ver con la falta de madurez y de experiencia en la gestión” de los morados. Entre los socialistas está instalada la percepción de que el partido de Pablo Iglesias actúa así porque “ha quedado desdibujado y porque quiere ocupar en el Gobierno un espacio que no le corresponde con sus 32 escaños”.
Pese a todos los momentos de tensión vividos entre los socios de coalición, el PSOE subraya que tan sólo en una ocasión ha tenido que recordar a Podemos la proporción de votos y escaños que cada uno aporta a la coalición y que fue con motivo de la comisión de investigación sobre el rey emérito que pidieron Unidas Podemos y otras formaciones como ERC, el PNV, EH-Bildu, JxCat, Compromís o Más y que el PSOE rechazó con la suma de PP y VOX.
Más allá de eso ha habido en este arranque de curso diferencias notables y tensiones que han trascendido a los medios, como el reproche que Unidas Podemos hizo a la titular de Educación, Isabel Celaá, por su falta de liderazgo ante el inicio del curso escolar en el mismo momento en que estaba reunido el primer Consejo de Ministros después del parón de agosto. “Claro que hay manifestaciones públicas que no entendemos de nuestros socios, pero tenemos la piel dura y somos conscientes de que si ERC no puede o no quiere apoyar los Presupuestos, tenemos que buscar otras vías”, explican desde La Moncloa a la presión de Iglesias para mantener la mayoría de la investidura.
Los socialistas rechazan que su estrategia, como barruntan en el partido morado, pase por revitalizar a Ciudadanos para mantener abierta la posibilidad a futuro de un cambio de alianzas. Mucho menos que las declaraciones esta misma semana del secretario general del PSM, José Manuel Franco, ofreciendo a los naranjas la Presidencia de la Comunidad de Madrid ante una hipotética moción de censura a Ayuso forme parte de las conversaciones con Arrimadas a cambio de su apoyo a los Presupuestos, como temen los de Iglesias.
Las declaraciones de Franco, que compatibiliza su cargo orgánico con el de delegado del Gobierno en Madrid, han sido calificadas tanto en Moncloa como en Ferraz como “una equivocación y una imprudencia” de alguien ajeno por completo a lo que se cuece en los despachos de la dirección federal que quizá ha recibido el eco de alguna “conspiración de salón a beneficio de inventario” en el horizonte inmediato.
La comunicación fluida que hoy mantiene el PSOE con Ciudadanos para la elaboración de los Presupuestos ha sido motivo de algo más que la escenificación pública del malestar de Podemos. En el Gobierno admiten que el asunto motivó un gran revuelo interno que hubo que aplacar con un acuerdo de emergencia para que el secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez, formase parte de la comisión negociadora del Ministerio de Hacienda con los grupos parlamentarios.
En las filas del partido morado restan importancia a las desavenencias que creen lógicas entre partidos diferentes y están convencidos de que de los “grandes conflictos saldrán los mejores acuerdos” porque todo pasa por “una supervivencia de Sánchez” para la que ellos son necesarios. “Si la perduración del presidente pasara por destruir a Podemos, nos destruiría y volvería a perder el sueño”, ironizan.
Hoy por hoy solo con gobernar, sentencian, “el PSOE gana y Sánchez soluciona parte de sus problemas del mismo modo que el PP en la oposición pierde y Casado arrastra los miedos del pasado”. Es su forma de ilustrar que hay una clara voluntad de permanencia de la coalición, más allá de los roces y de que el presidente del Gobierno “juegue a la vez en varias pistas, como suele hacer desde que ejerce la política: a veces juega al izquierdismo; a veces, hace un guiño al sector más conservador del PSOE. Pero, sobre todo, lo que hace es mantenerse”.
Al final, sentencia un dirigente de Podemos, “las discrepancias dan entidad a los personajes y, aunque todas las tramas estén abiertas”, hay un gran acuerdo que es mantener el Gobierno. De lo contrario, ni Iglesias saldría a vanagloriarse de que Sánchez le había pedido perdón tras una fuerte discusión ni los de Sánchez irían quejándose por los despachos de la falta de lealtad de los de Iglesias. El presidente puede flirtear con Ciudadanos, pero está obligado a ser “virtuoso con la izquierda y con la condición plurinacional de Catalunya”, añaden. Y es que no tiene alternativa, pese a que en toda esta farsa nadie represente el papel que desearía, ni siquiera ERC que, de no ser por sus intereses electorales, estaría apoyando sin fisuras al gobierno de izquierdas. Con otra aritmética, el PSOE igual tampoco hubiera pactado con el centro derecha ni Podemos estaría en la oposición agitando a las masas. Hoy no puede porque la pérdida de votos le llevó a intentar poner orden en todo su desorden con la entrada en el Gobierno, que es donde seguirá pese a las desavenencias y las representaciones que protagoniza sobre la escena.