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La crisis y la sequía revientan las peonadas andaluzas

Alfonso Alba

Córdoba —

Cuando a principios de otoño comenzaron las campañas agrícolas en Andalucía, sindicatos, organizaciones agrarias, PSOE, IU y movimientos independientes de jornaleros avisaron al Gobierno de que o reducía el mínimo de peonadas para poder acceder al cobro del subsidio agrario (el antiguo PER) o muchos trabajadores se quedarían sin ayudas. 2012 ha sido un año “desastroso también en lo climatológico”, como ha reconocido el jefe de la patronal agraria en Córdoba, Ignacio Fernández de Mesa (Asaja). Ya en otoño se atisbaba que este año iba a haber poco trabajo en el campo y mucha más demanda de empleo que nunca tras la crisis del sector de la construcción, que en la última década alimentó a los grandes pueblos de Andalucía. Estos municipios criaban jornaleros y albañiles a partes iguales. Y ahora son una fábrica de producir parados.

A medida que han avanzado las campañas agrícolas (la más importante, la del olivar, se da ya casi por finalizada) se han confirmado los peores pronósticos: muchos jornaleros no han llegado a superar el mínimo de 20 peonadas que el Gobierno acaba de establecer como límite para el cobro del subsidio (algo que ya ha hecho en años anteriores con crisis en el campo andaluz y extremeño similares). Ni sindicatos ni movimientos jornaleros saben cuantificar aún cuántos braceros no han llegado al límite, pero empiezan a darse situaciones de compra de peonadas a empresarios agrícolas (firman un número determinado de días a cambio de dinero). Y están arreciando las protestas.

Centenares de alcaldes, concejales y jornaleros de la provincia de Córdoba se encerraron en la noche del jueves en la mayoría de los ayuntamientos más agrícolas de la zona para pedir el fin de las peonadas mínimas. De paso, exigen al Gobierno que impulse de manera urgente un plan de empleo rural. IU ya ha anunciado que van a recrudecer las movilizaciones si el Ejecutivo no da su brazo a torcer y accede e eliminar este año y por primera vez en la historia el mínimo de peonadas.

El propio Gobierno reconoció en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros que se trata de una situación excepcional. La ministra de Empleo, Fátima Báñez, ha admitido que la campaña de aceite ha caído un 60%. Sin embargo, la reducción en el número mínimo de peonadas (de 35 a 20) no es equivalente a ese descenso.

La situación es especialmente dramática entre las jornaleras. Actualmente, más del 60% de la población que cobra el subsidio agrario en Andalucía y Extremadura son mujeres. Este año, muchas no han podido salir ni un sólo día al campo y, por tanto, se quedarán sin cobrar la prestación. Según reconocen fuentes de las tres patronales agrarias andaluzas, el trabajo se ha mecanizado tanto en los tajos agrícolas que los empresarios prefieren contratar a hombres.

El caso del olivar es de libro. Hasta hace cinco o seis años, el hombre vareaba el olivo y la mujer recogía la aceituna cuando caía al suelo. Hoy, el trabajo se ha hecho mucho más rápido y simple: los hombres sostienen unas pesadísimas máquinas vibradoras que sacuden un olivo en segundos. El fruto cae sobre unas lonas que arrastra un tractor hasta un remolque. Ahora, en tres minutos se recoge entre tres o cuatro hombres la misma cantidad de aceituna que antes vareaba una cuadrilla de 15 personas (hombres y mujeres) en un cuarto de hora. Es así de simple y, a la vez, dramático.

En 2012, más de 130.000 jornaleros andaluces cobraron el subsidio agrario. La ayuda neta que precibieron es de 426 euros al mes (el 80% del salario mínimo interprofesional) y sólo pudieron cobrarlo durante seis meses.

El PER (Plan de Empleo Rural) nació en 1984. Entonces, se concibió como una medida transitoria para los miles de jornaleros andaluces y extremeños que vivían exclusivamente de las campañas agrícolas y que carecían de ingresos en los seis meses en que no había trabajo en el campo. Durante ese tiempo, eran contratados por los ayuntamientos para hacer obras municipales a la vez que cobraban el subsidio agrícola.

Tras el estallido de la crisis, los jornaleros que cambiaron de profesión (principalmente albañiles) han regresado a un campo que se ha mecanizado y que da menos trabajo que nunca. Este año se ha unido la crisis agrícola provocada por la sequía de 2012 y también otra crisis de precios que está arruinando a muchos agricultores. Córdoba y Sevilla acaban de superar cinco días de huelga de jornaleros de la naranja cuando ya se está planteando un cierre patronal del sector para protestar por los bajos precios que pagan al productor las grandes superficies.

Por todo eso, si los empresarios agrícolas ya contrataban a menos jornaleros que nunca este año echan cuentas y, o bien prefieren dejar el fruto en el campo porque es más caro cosecharlo que dejar que se eche a perder, o bien son ellos mismos y sus familias los que sustituyen a los jornaleros y recolectan sus propios productos. Hoy, en el campo andaluz hay muchas manos y muy poco trabajo.

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