Fue una sorpresa que Pablo Casado la eligiera para formar parte de su dirección porque había apoyado abiertamente a Soraya Sáenz de Santamaría. Y fue otra sorpresa que Feijóo la ascendiera a Secretaria General tras el asalto al poder en la séptima planta de la calle Génova. Antes, también había sido una persona de la total confianza de Rajoy. Quienes han trabajado muy de cerca con ella coinciden en que es casi imposible llegar a conocer de verdad a Concepción Gamarra (Logroño, 1974). En el PP la describen como una mujer educada, talentosa y muy escurridiza, que no se abre con facilidad ni siquiera en entornos de cierta confianza. Una de las personas que ha vivido en primera fila los avatares populares de la última década, apunta: “Con Cuca, nunca se sabe si va o si viene”.
Lo que sí se sabe es que, por muchas cosas que ocurran en la calle Génova, Gamarra siempre permanece. Tenía plena sintonía con Mariano Rajoy, hasta el punto de que fue designada por su partido para ser vicepresidenta de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y de que el propio expresidente la respaldó orgánicamente para hacerse con las riendas de la formación en La Rioja. Pero perdió la batalla interna frente a José Ignacio Ceniceros (actual presidente del PP en la región) a pesar de ser la candidata patrocinada por el aparato. Ya entonces demostró tener más apoyos en los despachos que en las bases.
En el duelo entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado, se alineó con la primera, que perdió, pero fue nombrada vicesecretaria y portavoz parlamentaria por el segundo, que ganó, y al que dio la espalda justo cuando aterrizó Feijóo para acabar ascendiendo a secretaria general. La conclusión es que siempre saltó del barco en el momento justo: de las tres últimas direcciones del PP, Cuca Gamarra ha sido persona de confianza en todas ellas aunque estuvieran enfrentadas entre sí.
Para eso, y a pesar de las formas amables y respetuosas de las que hace gala, es inevitable, claro, romper algunos platos. Como los que, según los testigos, literalmente estuvieron a punto de quebrarse aquella tarde del pasado mes de febrero en la séptima planta de Génova 13. Ocurrió cuando Teodoro García Egea se enteró de que ella y el conjunto del grupo parlamentario también habían bajado el pulgar con Casado. “Tuvieron que pararlo”, describen gráficamente en el PP sobre la reacción del ex secretario general a aquella maniobra. Según esos mismos testigos, lo más suave que salió de la boca de Egea fue una acusación directa a su portavoz parlamentaria en forma de grito repetido: “¡Nos has matado!”. Gamarra, como siempre en la historia reciente del PP, sobrevivió.
García Egea llevaba días alimentando la estrategia de resistencia del ex líder del PP en base a apoyos territoriales que iban llegando con cuentagotas. Hacía cuentas, dirigente a dirigente, sobre esos respaldos en los órganos internos por si llegaba el caso de que los barones forzaran una votación. Pero el desmoronamiento del propio grupo parlamentario popular bajo la dirección de Gamarra terminó por convertir la situación en insostenible. “A Pablo Casado y a García Egea les sorprendió especialmente aquel posicionamiento de Cuca porque ambos habían hecho una apuesta muy fuerte por ella como portavoz”, recuerda una persona que estuvo presente en las reuniones claves de aquellos días de febrero en que el PP se abrió en canal.
En el famoso comité de dirección en el que gran parte de los líderes territoriales le pidieron expresamente a Casado que se marchara y que convocara un congreso extraordinario para investir a Feijóo, Gamarra ya secundó los planes de cambio de rumbo. Pero fue su mensaje en Twitter del día siguiente el que realmente escoció a la anterior cúpula del PP: “Me ratifico en lo que trasladé ayer en el Comité de Dirección: que se celebre un congreso extraordinario con unidad para superar esta situación. Pensemos todos en el PP y en España. Nos necesitan y se lo debemos”.
Después de ese tuit pasaron dos cosas que muchos interpretan desde el propio PP como dos consecuencias directas de tal posicionamiento público: la práctica totalidad de diputados retiró su apoyo a la dirección y Cuca Gamarra fue nombrada coordinadora general por quienes habían propiciado el derrocamiento de Casado para pilotar la transición del partido. Gamarra había saltado in extremis al barco de Feijóo, Moreno Bonilla e Isabel Díaz Ayuso. Fue su forma de responder al 'sálvese quien pueda' que se vivió en el PP aquellos días.
Estas semanas ha vuelto a recordarse su papel en el magnicidio de Casado, a propósito de la polémica entre las dos direcciones populares por el documento firmado en su día con el Gobierno para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Feijóo asegura que nadie del equipo de Casado le dio cuenta de tal cosa, justo lo contrario de lo que afirma la anterior cúpula. Gamarra, presente en ambas direcciones, se limita a decir que ella no sabía nada.
Licenciada en Derecho y abogada de profesión, lleva casi veinte años ostentando cargos de representación pública en el PP. Esa trayectoria comenzó en el ayuntamiento de su ciudad, del que fue primero concejala rasa, después teniente de alcalde y luego alcaldesa por mayoría absoluta a partir de 2011, convirtiéndose en la primera mujer en ponerse al frente del consistorio de Logroño. En las siguientes elecciones logró revalidar el cargo en minoría y ya no volvió a repetir como candidata porque Javier Maroto pensó en ella como cabeza de lista por La Rioja para las generales del candidato Casado.
Su salto a la primera línea política nacional tuvo lugar en verano de 2020. El exlíder del PP cedió a la presión de los barones que ya habían manifestado dudas sobre el nombramiento y fulminó a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria para nombrar a Gamarra como sustituta, un movimiento que muchos interpretaron como la búsqueda de la moderación en un PP errático por la feroz competencia electoral con la extrema derecha. Su llegada supuso un cambio de tono pero no de fondo en los ataques a Sánchez y sus socios parlamentarios, en los que secundó a Casado siempre apuntándose a la mayoría de sus hipérboles.
Ahora tiene nuevo jefe, pero la llegada de Feijóo tampoco ha alterado su rango en el Congreso. Gamarra sigue siendo la portavoz parlamentaria en esta nueva etapa en la que además encarna el cuerpo a cuerpo de su partido con el presidente del Gobierno puesto que el líder de la oposición no tiene escaño. Ese rol, el de la voz de líder de la oposición en cuerpo ajeno, se escenificó el día del Debate sobre el Estado de la Nación. Feijóo ocupó el sillón que un día fue de Casado, pero la réplica al presidente se la dio Gamarra, que estaba a su lado. La portavoz centró gran parte de su discurso en Catalunya y en ETA, recordando los tiempos de su exjefe y con un mensaje muy alejado de cualquier atisbo de la moderación predicada por su sustituto. De hecho, comenzó su intervención saliéndose del guion y pidiendo por iniciativa propia desde la tribuna un minuto de silencio en memoria de Miguel Ángel Blanco, algo que concedieron la totalidad de grupos parlamentarios (también Bildu) a pesar de la sorpresa y del malestar de la presidencia de la Cámara, a quien no había consultado. El balance de la jornada fue casi unánime: Sánchez salió fortalecido del debate y la persona que había puesto voz a la oposición quedó muy lejos de brillar.
La pregunta que se hacen dentro del PP es cómo se consigue ser persona de confianza de la noche a la mañana de dos equipos enfrentados entre sí y a perfiles tan diferentes como Casado, Feijóo y Soraya Sáenz de Santamaría. “De confianza para Feijóo solo son los gallegos. Quien manda ahí es Miguel Tellado [Miguel, un fontanero gris que llegó a secretario general en Galicia y se ocupó durante los últimos años del orden interno, los alcaldes y las descalificaciones a la oposición] y lo de Cuca es un apaño”, responde una persona que conoce de primera mano cómo funcionan las cosas en Génova. Hay quien dice que ese “apaño” tiene fecha de caducidad y que la candidatura a las autonómicas de mayo en La Rioja serían la oportunidad idónea para ello.