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La derecha abandona las teorías de la conspiración tras el 23J y las deja en manos de los más radicales

Marcos Pinheiro

30 de julio de 2023 21:39 h

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El principal indicio de la inverosimilitud de un supuesto pucherazo en las elecciones es que la derecha no ha sido capaz de mantener sus teorías de las conspiración tras el 23J. Ni PP ni Vox han alentado ninguna de ellas tras los resultados electorales pese a que les dejan sin posibilidad de gobernar, un escenario abonado para haber recuperado algunas de las acusaciones lanzadas durante la campaña. Apenas una semana después del 23J ya solo los tratan de mantenerlas en pie los sectores más ultras en las redes que tratan de crear nuevos bulos o secuelas de los anteriores.

La acusación de que las elecciones en vacaciones estaban pensadas para favorecer la abstención, las insinuaciones sobre que los jefes en Correos tenían pocas ganas de repartir los votos o la teoría del último minuto sobre un supuesto boicot a los trenes que debían circular el 23J entre Valencia y Madrid, y que la derecha aireó dando por hecho que en ellos solo viajaban sus votantes, han caído en el olvido. Una semana después, las denuncias de pucherazo son más específicas, pero también más disparatadas y efímeras, y ya solo las alientan sectores marginales, no los políticos desde la primera línea.

Esa transición entre las teorías de la conspiración mantenidas por representantes de la derecha, empezando por el propio Feijóo, y los bulos más inverosímiles que circulan ahora por las redes ha sido impuesta por la realidad. Ninguna de las acusaciones que lanzaban PP, Vox y sus satélites mediáticos tenía la entidad suficiente para ser sostenida en el tiempo: todas han ido cayendo por su propio peso, o antes de las elecciones o con los resultados en la mano.

Las acusaciones contra Correos –primero la de que sus jefes no querían repartir los votos, como insinuó Alberto Núñez Feijóo, o después aquella que daba por hecho que cientos de miles de personas no podrían votar por no haber recibido en su casa la documentación– quedaron anuladas ya el 21 de julio en que se cerró la campaña: la compañía informó de que había recibido 2,47 millones de votos, que suponen el 94,2% de las solicitudes admitidas. Es la ratio más alta alcanzada en unas elecciones generales desde 2008, el primer año con registros estadísticos homologados.

Tampoco ha tenido recorrido la acusación contra Pedro Sánchez de poner las elecciones en verano para que la gente no vote. El bulo, que partía de la asunción de que solo iban a verse afectados los votantes de derechas, ha chocado con el dato de participación del pasado domingo: ha pasado del 66,2% en 2019 al 70,4% en estos comicios.

Abandonadas tras el 28M las denuncias de tramas de compras de votos, la última conspiración de la derecha fue insinuar sin prueba ninguna un boicot a la línea de AVE Valencia-Madrid, averiada en la mañana del domingo de las elecciones. La acusación era ambigua, algunos dirigentes repetían consignas que parecían dar a entender que alguien del Gobierno o de la izquierda podría haber propiciado una explosión en la línea ferroviaria. No se decía directamente, simplemente se alentaba la sospecha. En eso andaban cargos populares como el exportavoz parlamentario Rafael Hernando, que repetía como candidato en estas elecciones, o Alfonso Serrano, lugar teniente de Isabel Díaz Ayuso en Madrid.

De nuevo, el PP asumió que en esos trenes solo viajaban sus votantes; Renfe puso refuerzos por carretera y el bulo se disipó con la misma rapidez con que se había creado. Como en el caso de Correos, nadie pidió disculpas, los portavoces del PP tampoco fueron desautorizados.

Los nuevos bulos: el Senado, Indra y los pueblos ‘rojos’ de Madrid

El abandono por parte de PP y Vox de sus teorías, más pensadas para enfadar y movilizar a su electorado que fruto de un convencimiento en un posible pucherazo, no ha impedido que ahora surjan nuevas conspiraciones en las redes. Se trata de los sectores más ultras, que arrastrados por los líderes políticos a la sospecha de que las elecciones se han podido manipular, llevan días alentando nuevos bulos. Eso sí, ya menos elaborados y más fácilmente desmontables.

Uno de los que circula últimamente por WhatsApp y redes lo ha iniciado el locutor Javier Cárdenas. En uno de los programas que hace para OkDiario dijo que un “alto cargo de la Policía” le alertó de un posible fraude electoral: “Es muy extraño que el PP haya obtenido mayoría absoluta en el Senado, pero no en el Congreso, eso es muy difícil que pase”. El locutor se adentra en la posible causa con supuesta información de ese mando policial que no identifica: “La suspicacia reside en la posible manipulación del software, los datos se tienen que traducir y si en el sistema se introduce una alerta que introduce desviaciones puede darse un resultado alterado”.

Cárdenas ignora que ya ha ocurrido que un partido tenga mayoría en el Senado y no en el Congreso (el PP en 2015 y 2016; el PSOE abril de 2019) y desconoce el sistema de elección de senadores, que beneficia al partido más votado: cada circunscripción peninsular reparte cuatro y la formación que gana en votos se lleva habitualmente tres senadores y el segundo consigue solo uno (salvo en situaciones de empate donde puede haber 2-2). El resto de formaciones que queden por debajo de la primera y la segunda posición no logran un solo senador, de ahí que Sumar y Vox no hayan conseguido representación en la Cámara Alta en estas elecciones.

El locutor no es el único que ha apuntado a una posible manipulación de los datos informáticos. Otro de los agitadores habituales de la extrema derecha, Vito Quiles, apuntó sin pruebas a un posible fraude la misma noche del 23J: “Lo de esta noche apesta. Lo mires por donde lo mires”. Dos días después tuiteó un supuesto pantallazo de Indra –la empresa que centraliza los datos pero que no cuenta las papeletas– que reflejaba una mayoría de PP y Vox de 252 escaños.

El bulo es tan burdo que Twitter se ha visto obligado a etiquetar el tuit advirtiendo de que se trata de información falsa y él mismo ha admitido que no tiene veracidad ninguna, pero que le parecía “interesante compartirlo”.

Y allá donde hay una teoría de la conspiración, aparece Luis ‘Alvise’ Pérez. Replegado a Telegram desde el cierre de sus cuentas de Twitter, el activista de extrema derecha lanza cada día un nuevo bulo a sus miles de seguidores. En este caso, ha replicado el falso pantallazo de Quiles y ha comprado la conspiración de la diferencia de voto entre Congreso y Senado –“Cuatro millones de papeletas al Congreso han sido falseadas”, sostiene–. De nuevo sin pruebas pero con un objetivo: mantener la agitación entre sus seguidores y seguir pidiendo donaciones para hacer frente a las indemnizaciones que le impone la justicia en las sentencias condenatorias .

La última teoría que trata de apuntalar las denuncias de ‘pucherazo’ es quizá la más burda. Circula por las redes, la ha recogido algún medio y lo denunció un colaborador de Cárdenas en su programa, el periodista Albert Castillón: “Hay dos pueblos en Madrid donde arrasó Ayuso el 28M, ahora ha ganado Yolanda Díaz. Es una cosa que no cuadra, hay cosas que no se entienden”. Cárdenas ironizó con si la gente había ido “borracha” a votar y volvió a sugerir que había un pucherazo.

Los pueblos son Bustarviejo y Torremocha del Jarama y la explicación al vuelco electoral es bastante sencilla: en ninguno “arrasó” Ayuso y la unión de Más Madrid y Podemos ha dado la victoria a Sumar. El 28M, en Bustarviejo el PP consiguió el 36,4% de los votos, Más Madrid el 23% y Podemos el 12,6%; en las generales, el PP bajó hasta el 30% y Sumar, que aglutinó a los dos partidos que concurrieron separados en las autonómicas, obtuvo el 33%. En Torremocha pasó algo similar: ya el 28M la suma de Más Madrid y Podemos era superior a los votos del PP, 41,7% frente a 33%. En ambos municipios la izquierda –PSOE, Podemos y Más Madrid– supera ampliamente el 50% de los votos, tanto en autonómicas como en las generales.

Así, las nuevas teorías sobre el pucherazo tienen cada vez menos recorrido y han quedado reducidas a programas marginales y a los agitadores habituales de la extrema derecha. De hecho, Javier Cárdenas y Albert Castillón lamentaron que el PP ya no se sume a sus bulos: “No quieren que les llamen conspiranoicos”.