CRÓNICA

La derecha pide la invasión de los hombres de negro de Bruselas

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La derecha está excitada y deprimida al mismo tiempo. Denuncia que el Gobierno está llevando a cabo “un asalto a la Constitución”. Preñada de sentimientos apocalípticos, cree que la democracia está desapareciendo en España. Pero por otro lado da muestras de estar agotada ante la fuerza de los hechos, es decir, de los votos que no tuvo en las elecciones de 2019 y de los escaños que no tiene en el Parlamento.

Casi cada semana se produce un golpe de Estado. O eso dicen algunos medios de comunicación, como el soldado japonés oculto en una isla que no sabe que la guerra ha terminado. Los lectores de la prensa europea no se han enterado de tal desastre. La Comisión Europea no parece alarmada. La derecha se desgañita y nadie le hace caso fuera de España.

Alberto Núñez Feijóo agotaba sus últimas balas en una entrevista este fin de semana en El Mundo por el hecho de que la Unión Europea no ha declarado la guerra a Sánchez ni ha enviado hombres de negro a España para meterle en cintura. “Si es coherente, Bruselas intervendrá otra vez por lo que ha ocurrido con el CGPJ y el TC”, dijo.

El líder del PP intenta dar lecciones de coherencia a la Comisión, que tiene por norma no meterse de cabeza en las peleas internas de cada país. Pero Feijóo no es consciente de ello al dar por hecho o probable que la Comisión intervendrá.

La idea ha aparecido en varios artículos en la prensa conservadora, donde cala el temor de que toda esta tormenta de improperios acabe como “un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada”. Por mucho que griten, Sánchez no les hace caso. Menuda sorpresa. Por tanto, piden... no, no piden, exigen que Europa venga en su ayuda. “La UE debe actuar con urgencia como árbitro frente a una tentación totalitaria en uno de los estados miembros”, dijo un editorial de ABC, que también denunciaba que Bruselas estaba haciendo “la vista gorda”.

Alguno pensará que la UE está embarcada en una cruzada totalitaria (los de Vox, tan amantes de las conspiraciones, desde luego). En realidad, la Unión lleva tiempo empeñada en un conflicto institucional con los gobiernos de Polonia y Hungría, en especial el segundo. Su principal herramienta es la amenaza de suspensión de las ayudas económicas, muy difícil de llevar a la práctica al requerir la unanimidad de los gobiernos en el Consejo Europeo.

¿Por qué no ha hecho lo mismo con España? Porque no oculta que no tiene reproches que hacer a la gestión económica y política del Gobierno de Sánchez. Querría que el CGPJ se hubiera renovado como marca la ley, pero sabe que ahí el PP también es responsable.

Los llamamientos a Europa no se detienen ahí. A algunos sólo les falta afirmar que España es un Estado fallido, un argumento que también les gustaba mucho a los independentistas catalanes (luego descubrieron que lo que había fallado era su estrategia). “Es importante reconocer que hemos fracasado como país y necesitamos ayuda externa para reconducir un Estado constitucional que va a la deriva: la pelota está en el tejado de la Comisión”, escribió en El Mundo un profesor de Derecho Constitucional.

Sólo la Comisión puede salvar la democracia en España. Es un avance. Hace unas décadas, el pelotón spengleriano sólo confiaba en el Ejército para proteger a la civilización.

Los hay que ya saben que eso no va a suceder. John Müller, columnista de ABC, explica a sus lectores que el problema es Europa, que siempre le dice que sí a todo a Sánchez. A la conservadora alemana Ursula von der Leyen le falta tiempo para venir a España para mostrar su apoyo a las medidas del Gobierno sobre la pandemia o la guerra de Ucrania. Müller anuncia el inevitable crecimiento del euroescepticismo en el PP y para ello recurre a despreciar a la presidenta de la Comisión. En el PP, “la frivolidad de Ursula von der Leyen, que más que la estricta institutriz alemana que todos esperaban ha resultado ser una adolescente en busca del título de 'Miss Simpatía', también ha empezado a hacer mella” en su discurso sobre Europa, escribe.

Además de sanchista, adolescente frívola (con 64 años). En la derecha española, ya no respetan ni a los alemanes.

Díaz Ayuso ya había dicho que estábamos cerca de caer en el infierno venezolano. Luego, pasó al nicaragüense, aunque eso tuvo menos pegada. El lunes, adoptó el papel de aspirante a Casandra enloquecida: “Hay un cambio de modelo territorial, no sólo para instaurar una República, también para ir troceando España entre los países catalanes, la anexión de Navarra al País Vasco, y, desde luego, un empobrecimiento masivo de la sociedad española a todos los niveles”.

Como decía Bill Murray en 'Cazafantasmas': “Human sacrifice! Dogs and cats living together! Mass hysteria!”.

No es tan diferente a lo que había dicho Feijóo unos días antes: “Estamos en una situación que yo no recuerdo. Recuerdo el golpe del 81, las décadas de plomo de ETA y la declaración de independencia en el 2017 en Cataluña, pero no recuerdo la toma de control y la intervención del poder judicial”.

El golpe del 23F, los novecientos muertos de ETA y el referéndum independentista del 1-O. Vale, es posible que fueran situaciones graves, pero no tanto como Sánchez.

Algunos ya disparan contra Feijóo, quizá aburridos de gritar contra Sánchez. En ABC, su exdirector Ignacio Camacho plantea que el electorado del PP –traducción: lo que él cree que piensan esos votantes– puede albergar “dudas prematuras sobre su liderazgo”. Hizo lo que le pedían al negarse a pactar la renovación del CGPJ, pero no es suficiente: “De repente empieza a ver proyectada a su alrededor la peligrosa sombra del 'síndrome Casado', la sensación de falta de cuajo, el titubeo del novato”.

No sabemos si Feijóo leyó ese artículo. Lo que sí hizo fue presentarse el lunes por sorpresa en el pleno del Senado que debatía los Presupuestos del Estado. Su gran objetivo no era hablar de ellos, sino confirmar en público su exigencia de elecciones anticipadas, “porque Sánchez no tiene derecho a hacer esto”. El líder del PP fue más lejos: “No tiene la mayoría social”, un concepto que permite a cada político sostener que España piensa lo que él piensa y no hay más que hablar.

La ministra María Jesús Montero le dio un buen repaso, probablemente mejor del que le hubiera dado Sánchez. Le sirvió con recordar lo obvio: “Fue con ustedes cuando se celebró un referéndum anticonstitucional en Cataluña. Fue con ustedes cuando Puigdemont huyó de España”.

Luego, la daga en el corazón: “Pide elecciones porque teme que le pase lo mismo que al señor Casado”. Ay, Dios, otra vez Casado. El fantasma en el despacho de Feijóo.