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El PP presume de tornillos para construir puentes y CAT saca la radial

Nunca hay déficit de testosterona en la campaña electoral. Como casi todo lo que escucharán en la que empieza esta semana ya se dijo antes de votar en abril, van a tener que prepararse para nuevas dosis de esa hormona que tanto ha hecho por la política española.

No va a ser todo amenazar al votante con un futuro de plagas y muerte de primogénitos si ganan los otros. A veces, conviene mostrar el lado más tolerante. El Partido Popular ha sacado un breve vídeo cuya palabra clave es 'tornillos'. La ferretería del PP publicita su capacidad para construir y de ahí su inventario en oferta: “Tornillos que tienden puentes, ensamblan trenes, aviones, barcos, coches...”.

En los últimos dos años, se ha hablado mucho de la necesidad de tender puentes entre los gobiernos central y catalán. Lo hicieron en su momento de forma insistente el PSOE y el PSC, incluido Pedro Sánchez. Pero Esquerra presentó en febrero una enmienda a la totalidad a los presupuestos y Sánchez tiró los planos del puente a la papelera. Desde entonces, no oculta su hostilidad hacia los independentistas, convencido de que es un requisito ineludible para ser el partido más votado.

Ahora el PP alardea de su capacidad de repartir tornillos que sueldan fracturas y “hacen posible la comunicación entre semejantes”. Qué bonito.

Su portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, es más de sacar la radial y ponerla a pleno funcionamiento. La pacificación se consigue con mano dura. Y no con esa tontería del diálogo. En la entrevista del martes en 'Los desayunos de TVE', Álvarez de Toledo –CAT, para sus amigos en la prensa– afirmó que sólo se puede garantizar la convivencia en Catalunya “a través de una política constitucionalista, la única que no se ha intentado en cuarenta años”.

Los fiscales del juicio del procés sostuvieron enérgicos en su informe final que la Constitución había sido derogada de facto en Catalunya entre el 1 y el 27 de octubre de 2017. Ya sabemos que el tribunal no estuvo nada de acuerdo y dejó claro justamente lo contrario en la sentencia. Eso es poco menos que traición o burda simulación de la realidad, en opinión de Toledo, que parece pensar que la Constitución ha brillado por su ausencia desde hace cuarenta años. Es casi como decir que nunca ha estado en vigor allí. Es legítimo preguntarse qué entiende la portavoz del PP por la palabra 'Constitución'.

Tampoco está muy en la onda del PP en cuanto al concepto de comunicación, que también aparece en el vídeo. Sólo hay que leer la entrevista que dio Oriol Junqueras hace unos días a este medio para tener claro lo lejos que están en estos momentos el PSOE y ERC: “Con el PSOE que nos amenaza cada día con el 155, que pide el cumplimiento íntegro de penas y que se niega ni a coger el teléfono es imposible que lleguemos a ningún acuerdo”.

No para CAT, que está convencida de que los socialistas buscan un pacto con ERC al que define como “una reedición de una inmoral e inútil operación diálogo, que es una palabra muy bonita, pero que en español siempre acaba significando lo mismo, que es que los constitucionalistas o los españoles cedemos más poder a los que buscan la segregación”.

Operación Diálogo es como se llamó en los medios al encargo que hizo Mariano Rajoy a Soraya Sáenz de Santamaría para que montara una línea de comunicación con Junqueras en la segunda mitad de 2016. Los tornillos no estaban bien ajustados o esa operación no tenía ninguna posibilidad de éxito. Lo que es seguro es que Álvarez de Toledo ni perdona ni olvida. Cuando CAT oye la palabra diálogo saca la radial.

Escuchando a la portavoz del PP en el Congreso, las opciones de algún tipo de entente entre PSOE y PP son remotas. Eso no es lo que interesa a Podemos. Pablo Iglesias ofreció en su cuenta de Twitter un corte de audio de CAT en el que se le oye decir que es probable que se produzca tras las elecciones “una forma nueva de entendimiento” entre PSOE y PP. Pero inmediatamente después exige que cualquier acuerdo pase por que los socialistas acepten los planes del PP sobre Catalunya. Resulta un precio bastante alto a nada que quieran bajar a políticas concretas, pero Iglesias lo tiene claro. Clarísimo. Cristalino: “Más claro, agua. Se prepara un pacto PSOE-PP tras el 10N con Catalunya como excusa”. Alberto Garzón y Ada Colau no tardaron mucho en retuitearle. Está la cosa como para ponerse exquisito en la interpretación de las declaraciones de los rivales.

Calvo ya está nerviosa por la euroorden

La vicepresidenta Carmen Calvo también tuvo el martes la oportunidad de enseñar los colmillos porque estamos en campaña. Pero en su caso, contra un Gobierno extranjero. De forma algo vaga, anunció que el Gobierno tomará “decisiones” si Bélgica no entrega a Carles Puigdemont por los delitos por los que fueron condenados los acusados del juicio del procés.

Ese proceso judicial con sus correspondientes recursos acaba de iniciarse en la justicia belga y llevará su tiempo. La reciente sentencia es un elemento nuevo con lo que no hay ningún indicio de que la euroorden vaya a rechazarse o lo contrario. Es un mecanismo suscrito por estados, pero en el que son jueces y fiscales los que llevan la iniciativa. El juez belga que rechazó en su momento la entrega de Puigdemont no cumplía órdenes del Gobierno de su país ni le consultó.

¿Qué está proponiendo Calvo? ¿Recuperar los tercios de Flandes? ¿Enviar a Pérez-Reverte para que valones y flamencos prueben el acero toledano? ¿Abandonar un instrumento como la euroorden que ha sido muy útil para la justicia española?

En el debate político de este país, los gobiernos y muchos partidos insisten en que hay que respetar la independencia del poder judicial y a veces hasta se niegan a opinar sobre sentencias. Pero resulta que eso no cuenta con la justicia en países extranjeros, donde hay barra libre para desdeñar a jueces belgas o alemanes si molestan sus decisiones. ¿Qué les hará pensar a políticos como Calvo que amenazar a jueces de otros países hará que terminen decidiendo en favor de los intereses españoles?

Esperemos que no se convierta en una costumbre y que todo se deba al exceso de testosterona política en época electoral.