Gibraltar en vísperas del 20N. Pareciera que el calendario ha retrocedido cuatro décadas, si no fuera porque España se encuentra en plena campaña de unas andaluzas en las que el presidente del PP, Pablo Casado, ha exigido el “Gibraltar español”. Ni hay un Manuel Fraga bañándose en Palomares ni un Manuel Summers reclutando “voluntarios obligatorios” para reivindicar la españolidad de Gibraltar. Pero sí hay un acuerdo de 585 páginas que establece la retirada del Reino Unido de la UE sin especificar el papel de España en lo relativo a Gibraltar.
Y eso no vale para el Gobierno socialista, con el PP presionando día sí y día también con el asunto y con unas elecciones en Andalucía en las que se juega mucho. España, tradicionalmente, ha tenido un papel protagonista en lo relacionado con Gibraltar dentro de la UE. Y no quiere perderlo con el Reino Unido fuera de la UE.
“No queda mucho tiempo, debería estar resuelto antes del domingo o que no tuviera lugar la reunión del domingo”, ha sentenciado Borrell. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, convocó la cumbre del domingo 25 de noviembre para santificar el acuerdo del Brexit “salvo que ocurriera algo extraordinario”. Y seguramente no tendría en la cabeza Tusk que ese asunto extraordinario pudiera ser Gibraltar.
“No disponemos de la declaración política sobre la relación futura”, ha explicado el ministro Borrell en una rueda de prensa al final de las reuniones en Bruselas con el resto de ministros: “Una cosa es el acuerdo de retirada, que tiene un protocolo donde se trata Gibraltar, y otro la declaración política que debe orientar la relación futura. Hemos explicado que nos preocupa el desconocimiento de cómo quedará la relación futura, porque el texto de retirada incluyen artículos novedosos que siembran confusión sobre Gibraltar en la relación futura. Hasta que no conozcamos la declaración política, no vamos a apoyar el acuerdo de retirada”.
Borrell ha reconocido que “la ambigüedad puede quedar más o menos aclarada en la declaración de la relación futura, pero tiene que estar claro para dar nuestro apoyo”. El acuerdo no necesita técnicamente el sí de España, pues bastaría el apoyo con un número de países que representen al 60% de la población europea. “Es técnicamente posible”, ha reconocido Borrell, “pero no sería aceptable”.
“No estamos planteando cuestiones que no hayamos planteado hasta ahora, es un territorio colonial, sometido a descolonización, por eso España tiene que dar su acuerdo”, ha insistido Borrell.
El ministro ha señalado que “el problema no es tanto con la interpretación de los servicios jurídicos, lo que queremos es que no se la lleve el viento y que quede plasmada en un texto. Tiene que quedar claro, tanto en el acuerdo de retirada que es derecho primario como en la declaración política. En ambos sitios, sin contradicciones, que para la relación futura de la UE con el Reino Unido en las negociaciones sobre Gibraltar, España tiene que estar de acuerdo”.
Tanto el negociador jefe de la Comisión, Michel Barnier, como la primera ministra británica, Theresa May, han expresado su oposición a reabrir el texto del acuerdo de retirada. Un texto que entró en un “túnel diplomático” de discreción y secretismo tal que ha terminado por sorprender negativamente al Gobierno español. Pero que también salió de ese túnel gracias a los negociadores, expertos en leyes, en los que confía Madrid para llegar a un compromiso.
Un compromiso para el que, como ha dicho Borrell, “no queda mucho tiempo, debería estar resuelto antes del domingo o que no tuviera lugar la reunión del domingo”.