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La promesa de Pablo Iglesias en su vuelta a la facultad donde le agredieron los ultras en 1998: frenar a Vox desde el Gobierno

Pablo Iglesias, antes de la conferencia el pasado jueves en la Facultad de Derecho de la UCM.

Andrés Gil / Aitor Riveiro

Marzo de 1998. Tres estudiantes de la Unión de Estudiantes Progresistas-Estudiantes de Izquierdas eran golpeados por ultras en la facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, con amenazas de muerte y al grito de “rojos de mierda”. Terminaron en el hospital con contusiones en la cara, el cuerpo y el torso.

Noviembre de 2019. Uno de aquellos estudiantes agredidos, Pablo Iglesias, está a las puertas de convertirse en vicepresidente del Gobierno. Y uno de aquellos agresores, condenado por esos mismos hechos, Kiko Méndez Monasterio, es asesor de Santiago Abascal, presidente de Vox, partido de extrema derecha que escaló en las últimas elecciones hasta los 52 escaños y se convirtió en la tercera fuerza más votada de España.

Iglesias regresó este jueves a la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, donde el 17 de marzo de 1998 fue golpeado por una veintena de ultras relacionados con la asociación Tornasol –vinculada a la Alianza por la Unidad Nacional, de Sáenz de Ynestrillas–, a dar una conferencia ante los estudiantes. El secretario general de Podemos recordó brevemente aquel episodio: “Hay muchas batallitas de la lucha antifascista. A Mario [López de Andújar] y a mí nos pegó un tipo, y 18 más, que ahora es la mano derecha de Abascal”.

¿La excusa de aquella agresión? Les acusaban de haber retirado de las paredes carteles que honraban la vida y obra del dictador chileno, Augusto Pinochet, en vísperas de que se convirtiera en senador vitalicio en medio de una gran polémica por las causas abiertas contra él por los crímenes cometidos durante su dictadura.

El ambiente en aquella facultad hace dos décadas era complicado: con una única asociación de izquierdas y nueve que abarcaban todos los grados desde la extrema derecha hasta la derecha. El propio Iglesias relataba el parte de lesiones que había sufrido su grupo en el programa Sucedió en Madrid, de Telemadrid, poco después de la agresión.

La mujer que toma el megáfono a partir del segundo 46 del siguiente vídeo es Amaya Olivas, hoy magistrada de lo Social en Madrid y asociada a Juezas y Jueces para la Democracia y al Grupo de Estudios de Política Criminal.

La primera respuesta a aquellas agresiones fue una manifestación, también recogida por Telemadrid, en su programa Madrid Directo, en el que se recopilaban diferentes testimonios de miembros de asociaciones estudiantiles, algunos autodefinidos como falangistas, y de los participantes de la marcha antifascista –el entrevistado al final del vídeo es Jorge Rochet, dirigente actual del PCE en Madrid–.

Pero la tensión duró en el tiempo. Un año después, en marzo de 1999, la revista Cambio 16 publicaba un reportaje de portada sobre “los fachas en la universidad”, en el que entrevistaba a Iglesias y a los responsables de las juventudes de los partidos de la época, entre ellos el por entonces presidente de Nuevas Generaciones del PP y hoy presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno; y José Manuel Caballero (Juventudes Socialistas), hoy presidente de la Diputación de Ciudad Real.

Aquel estudiante antifascista, que años después, en 2001, viviría en primera persona el asesinato de Carlo Giuliani en las protestas antiglobalización de Génova –cuyo recuerdo tuvo presente durante las negociaciones del verano pasado–, está ahora a las puertas de la vicepresidencia del Gobierno de España, si finalmente se produce la investidura. Desde el lugar de aquella agresión compromete la lucha contra el avance de la extrema derecha. Tanto en España, como en Europa, según prometió en su conferencia en la facultad de Derecho este jueves.

“España está viviendo un crecimiento de la extrema derecha sin precedentes”, advertía Iglesias: “Allá donde los colectivos sociales dejan de contar con la protección de los Estados, crece la extrema derecha. Esto explica el surgimiento de la extrema derecha en Europa y la que representa Donald Trump. Pero en España la clave fundamental es la gestión política del conflicto catalán de la derecha tradicional, con la desaparición del PP en Catalunya”.

La Constitución del 78 como “cinturón de seguridad”

Para Iglesias, la extrema derecha española, hoy por hoy, no es como la europea. “Vox es atlantista, monárquico, ultraliberal”, señalaba ante los alumnos el jueves. “Pero poco a poco pueden aprender que se puede disputar el voto de la frustración, y que puede funcionar el discurso de la soberanía, oponer el penúltimo al último, generar una reacción ultraconservadora frente al feminismo. Y eso es enormemente peligroso”.

Y, ante ese escenario, Iglesias se autoimpone tareas: “Creo que me toca asumir como alguien que a lo mejor está en el próximo Gobierno qué se puede hacer para conjurar los peligros de la extrema derecha. Qué estamos dispuestos a hacer. Creo que toca hacer algo que nos hubiera costado hace unos años. Nosotros queríamos una Constitución mejor, y ahora tenemos la sensación que la Constitución del 78, con todos sus defectos, contiene una serie de artículos que son el mejor cinturón de seguridad para defender a las mayorías sociales de la extrema derecha”.

El giro político que se ha producido en los últimos años ha llevado a Podemos a posponer, cuando menos, uno de los proyectos que sirvieron para poner en marcha el partido hace casi seis años: un proceso constituyente. En 2016, el partido de Iglesias estuvo a punto de adelantar al PSOE en las urnas. En 2019, esa posibilidad se ha truncado. Además, el repunte de Vox, la crisis catalana y la posibilidad de una desaceleración económica terminan de cerrar, al menos de momento, la oportunidad de romper “el candado del 78”, como se teorizaba en los orígenes de Podemos.

El líder de Unidas Podemos, como ya hizo en la campaña del 28A y el 10N, –y como en su día hiciera Julio Anguita– reivindica artículos de la Constitución menos nombrados que el 155: “Algunos de nuestros padres y abuelos nos dejaron artículos que dan seguridad frente al miedo de la extrema derecha: que toda la riqueza estará supeditada al interés general, que el sistema fiscal tiene que ser distributivo, que las remuneraciones tienen que ser dignas, que la vivienda es un derecho, o que las pensiones se tienen que actualizar de manera regular. Un Gobierno progresista tiene que ofrecer seguridad en un contexto de desaceleración económica, pero esa seguridad no tiene que ver con los muros, sino con proteger salarios, pensiones, que la educación sea un derecho”.

Iglesias hacía esta reflexión el mismo día que Silvio Berlusconi, eurodiputado y ex primer ministro italiano, usaba ese mismo miedo para ofrecer otra respuesta. Una que apuntó en el congreso del PP europeo, ante Pablo Casado y el resto de líderes populares: “Hay que tener un Ejército europeo común ante una posible invasión masiva de africanos”.

Berlusconi decía eso 24 horas después de que el nuevo presidente del PPE y presidente del Consejo Europeo saliente, Donald Tusk, hiciera la siguiente reflexión: “El desafío más importante de nuestra familia política es, hoy, más que antes, el miedo, que juega un papel principal en la política. Aún mucha gente se preocupa por su seguridad más que por cualquier otra cosa. En momentos como la crisis migratoria y las olas terroristas, el miedo domina sobre cualquier emoción. 'Danos seguridad y certidumbre', es lo que llevo oyendo en Europa en los últimos años, y quien mejor responda a esa llamada, tendrá el apoyo del público”.

Dos modelos de afrontar un mismo problema y que se dirimirá en los próximos años hacia el lado que logre acumular más fuerzas en el panorama europeo.

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