Ni todo es fascismo ni todo es manipulación

12 de enero de 2023 22:46 h

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Las paredes de la soberbia a veces son tan orondas y elevadas que apenas permiten vislumbrar algo al otro lado. Todo queda en el interior de un orgullo mal entendido que conduce casi siempre a la ignorancia y a una diminuta dimensión del ser humano.  Ese empeño en no admitir  errores o aprender de ellos es cómo negarse a asumir un aprendizaje tan necesario para seguir la vida como lo es el aire que respiramos. 

En política ocurre lo ídem. El último ejemplo -escandaloso por el asunto al que concierne- es el de la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez, quien durante su participación en una mesa redonda organizada por Podemos ironizó sobre un asunto en el que no debiera haber cabida para la frivolidad o el chiste fácil. “De los creadores de 'las personas van a ir al registro a cambiarse de sexo todas las mañanas' llega... '¡Los violadores a la calle!' (...) Miles, oleadas”, fue uno de los comentarios que realizó, entre risas, la número dos del Ministerio de Igualdad en referencia a los efectos indeseados que la ley del sólo sí es sí ha tenido sobre las penas impuestas a pederastas y abusadores sexuales.

Más de 100 condenados han visto cómo, gracias a la aprobación de una ley técnicamente mejorable, sus penas eran reducidas respecto a las impuestas en su día por los tribunales. Más de 100 víctimas de semejantes depredadores que pasaron por un juicio ven, por tanto, ahora cómo el proceso irrumpe de nuevo en sus vidas para llenarlas de impotencia y devastación. Pero la secretaria de Estado se permite la broma entre risas como si se tratara de un asunto menor e ignorase que ese resquicio que involuntariamente el legislador dejó en la norma ha hecho que todas esas mujeres se sientan más inseguras aún.

Lejos de rectificar o pedir perdón, Rodríguez ha recurrido al mismo mantra que su departamento utiliza contra cualquier crítica, venga de donde venga: todo es fascismo, todo es manipulación o todo es una cacería. “Manipular lo que hacemos y decimos las feministas es una estrategia peligrosa e irresponsable. La lucha contra la violencia machista es nuestra máxima prioridad”, ha asegurado en un vídeo difundido en su cuenta de twitter.

A estas alturas ya nadie esperaba que en el Gobierno alguien asuma responsabilidad alguna por la rendija que la ley dejó abierta a los agresores sexuales para aliviar sus penas, pero que la número dos de Irene Montero ironice con este asunto y demuestre que no está a la altura de la responsabilidad que ocupa es algo que trasciende ya a la titular del Ministerio.  También a las ministras socialistas que han salido en tromba a afear el comportamiento de Rodríguez. Y mucho más a la responsable de Igualdad del PSOE, Andrea Fernández, que ha sido de las más explícitas en exigir una rectificación. A quien corresponde a estas alturas tomar cartas en el asunto es a Pedro Sánchez.

No es ningún secreto desvelar que la paciencia de La Moncloa con el comportamiento de las responsables de ese Ministerio está a punto de agotarse, que el anecdotario de actitudes y antojos extravagantes en su acción política tiene un histórico considerable y que si por algunos ministros fuera ya hubieran decretado un cese de la convivencia obligada por los acuerdos de la coalición de gobierno. 

Sánchez, en efecto, no puede decidir el cese de una secretaria de Estado por ser competencia exclusiva de la  ministra que la ha nombrado, pero sí puede destituir a la titular de Igualdad si en un plazo razonable no obliga a su segunda a pedir disculpas y a admitir el daño causado. Sin embargo, las sobreactuadas y corales llamadas a la responsabilidad que han coordinado las ministras socialistas contra Rodríguez son la demostración de que, aunque el cuerpo se lo pida, el presidente del Gobierno no está por la labor de hacer saltar por los aires la coalición de gobierno, que es lo que ocurriría al minuto siguiente de que saliera del Consejo de Ministros Irene Montero.

Demasiado estruendo para un año electoral. O quizá también la excusa que busca Podemos para lanzarse a una campaña en la que, con Sumar o sin Sumar, va a tener que emplearse a fondo para mantener su hasta ahora suelo electoral.