Feijóo hace equilibrios para escenificar un perfil moderado y no defraudar al ala radical del PP
“A mí no me interesa ser implacable, sino ofrecer una alternativa imbatible”. La frase la soltó el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante su cara a cara con Pedro Sánchez del pasado martes en la sesión de control en el Senado. La aseveración no se dirigía en realidad al presidente del Gobierno, que nada le había dicho al respecto. Era una respuesta expresa a los mensajes que algunos altos cargos del PP, actuales y pasados, le habían enviado esa misma mañana desde las páginas de El Mundo y en el que le reclamaban más agresividad contra el Ejecutivo antes del largo paréntesis provocado por el Mundial de fútbol, el puente de diciembre y las navidades.
Una última oportunidad antes del final del asalto de asestar un golpe certero a un rival más correoso de lo esperado por el dirigente gallego, que ya se ha dado cuenta de que Sánchez no va a caer sin más para cederle el Palacio de la Moncloa. El Gobierno de coalición ha encadenado sus terceros presupuestos consecutivos con una amplia mayoría que ronda los 190 diputados, lo que garantiza que el presidente podrá apurar la legislatura hasta finales de 2023, como parece que hará.
Y, pese a la excusatio que nadie le había reclamado en la Cámara Alta, Feijóo se mostró más duro de lo habitual, tanto en el tono como en las formas. En los siete minutos de enfrentamiento se constató una ruptura total de los puentes entre Gobierno y oposición, algo que ya había verbalizado el propio líder del PP tras la ruptura de las negociaciones para renovar el CGPJ. “Habrá pactos”, dijo. “Será con este PP, pero con otro PSOE”, concluyó.
Sánchez no dejó pasar la oportunidad y se afanó en señalar el cambio de tono de Feijóo y cómo este respondía, según él, a la falta de “autonomía política” de la que, dijo, sufre el líder del PP.
Lo cierto es que en su intervención en el Senado, en la sesión de control, Feijóo rehuyó el asunto al que fio sus opciones cuando asumió el liderazgo del PP el pasado mes de abril: la economía. Sus peores augurios no se han cumplido: el precio de la energía se ha abaratado bruscamente a tiempo para los primeros fríos; la inflación se ha moderado y, aunque sigue siendo alta, está muy lejos de los guarismos europeos; el empleo muestra una evolución positiva, pese a que España sigue a la cola de paro de la UE.
Y la calle no se ha incendiado contra el Gobierno. Otro otoño caliente que no ocurre. En todo caso, es más bien al revés: la primera gran manifestación postpandemia reunió a decenas y decenas de miles de personas en Madrid contra la política sanitaria de Isabel Díaz Ayuso. Dos semanas después de aquella gran marea blanca, que ha asustado y mucho a los estrategas del PP, Feijóo no ha mencionado expresamente el asunto. Ni una palabra de aliento hacia la baronesa con la que comparte sede en el número 13 de la madrileña calle de Génova. Tampoco una sola crítica a los manifestantes.
“Las batas blancas tumban gobiernos”, susurran los dirigentes del partido con los micrófonos apagados. En Madrid no ha llegado a ocurrir, pero sí se han cobrado la cabeza de varios consejeros de Sanidad. El actual, Enrique Ruiz Escudero, ha dejado caer que puede volver a la política municipal e intentar de nuevo ser alcalde de Pozuelo de Alarcón, algo que no pudo hacer durante los años que militó en el PADE, una suerte de escisión madrileña del PP de finales del siglo pasado y principios de este. Su futuro depende del resultado de la huelga sanitaria.
Feijóo tuvo la oportunidad de romper su silencio este sábado en un acto compartido con Ayuso que forma parte de una serie de mítines de partido organizados al calor de la derogación del delito de sedición, que echó a andar en la madrugada del viernes en el Congreso. No lo hizo. Ni una palabra. Lo que sí hicieron ambos fue ponerse en clave preelectoral a seis meses vista de los comicios municipales y autonómicos.
La gira comenzó el jueves en Badajoz y, tras la capital, visitará La Rioja y Comunidad Valenciana. Es la respuesta del PP a las movilizaciones callejeras promovidas por Vox y que cosecharon en su primera intentona en Barcelona un estruendoso fracaso. El domingo, los de Santiago Abascal volverán a intentarlo en la madrileña Plaza de Colón. Un lugar al que Feijóo no fue en 2019, cuando la famosa foto de Colón, ni en la reedición de aquella instantánea, en 2021, ni tampoco ahora, pese a los intentos de la ultraderecha. El gallego consideró un error lo que hizo Pablo Casado y no piensa reeditarlo. Este sábado, en Madrid, volvió a separase del partido de Abascal. “Nuestro objetivo no es llenar las calles, es llenar las urnas de gentes libres que votan libremente”, dijo. Desde el público, una mujer le replicó: “¡Hay que llenar las calles también!”.
Porque la respuesta a los dirigentes y exdirigentes que le azuzaron de forma anónima desde El Mundo no fue el único mensaje en clave interna de un debate en el que, teóricamente, la oposición confronta con el Ejecutivo. Feijóo aprovechó para rechazar las peticiones de Vox y Ciudadanos para que presentara una moción de censura precisamente por la derogación de la sedición.
“La moción de censura será en mayo”, es decir, en las municipales y autonómicas. Es la salida dialéctica ideada por los escribas de Feijóo para justificar no someterse a un proceso condenado al fracaso y que, además, podría volver a resucitar significantes como el ya desaparecido “trifachito” que tanto daño hizo a las opciones de gobernar de Casado.
El debate del martes entre Sánchez y Feijóo certificó la imposibilidad de alcanzar ningún acuerdo. Y que el PP ha interiorizado que, al menos de momento, solo con economía no va a arrasar en las urnas, como diseñaron en Génova hace poco más de medio año. Además, las encuestas internas indican al PP que el votante socialista está muy desencantado con la reforma del Código Penal. ¿Será suficiente para el gran trasvase de voto que el PP precisa para gobernar, bien en solitario o en coalición?
No está claro. Sus datos, y las encuestas publicadas, les sitúan por encima del 30%, lo que indica que ganaría las elecciones, pero también la imposibilidad de gobernar en solitario. Y si en mayo se confirma que el PP solo puede desalojar al PSOE, a Unidas Podemos y a sus diferentes socios del poder de la mano de la ultraderecha, Feijóo puede tener un problema en las generales.
Así que Feijóo, especializado en decir una cosa y la contraria según el día, la necesidad y el auditorio, recuperó el discurso económico en el acto del jueves en Badajoz. Extremadura, donde estrenan el liderazgo de María Guardiola, es una de las comunidades que más difícil tiene el PP de arrebatar al PSOE.
Allí estrenó un nuevo discurso, un collage con retazos de las antiguas alocuciones economicistas -en las que intentaba ofrecer una imagen de buen gestor que sobrevuela las cuestiones ideológicas, al menos en apariencia- con partes más ideologizadas. “Pedro Sánchez nos dejará más pobres”, dijo, para calificar la presente como la “legislatura más pobre y perdida en los 44 años de democracia en España”. También arremetió contra los Presupuestos Generales de 2023 por no solucionar los problemas económicos de los que hacía bandera hace no tanto: “los precios se disparan, la energía no podemos pagarla, los tipos [de interés] suben y la deuda no deja de crecer”.
Y lo enlazó con la reforma de la sedición y el acuerdo para que Navarra asuma las competencias en materia de Tráfico, tal y como indica el Estatuto de Autonomía. “Los Presupuestos deben contener medidas económicas, pero contienen la eliminación de la sedición porque lo pide ERC y el acercamiento de presos de ETA al País Vasco y la expulsión de Navarra de la Guardia Civil [de Tráfico, aunque no lo precisó] porque lo exige Bildu”. De ahí, transitó a la crítica a la ley del 'solo sí es sí', que ha prometido derogar: “España es un país más inseguro y menos libre para las mujeres”. Y azuzó las divisiones internas del Gobierno de coalición que, sin embargo, no han hecho mella en las mayorías parlamentarias: “El Gobierno, en llamas, se dedica al incendio del día. La división constante entre los barones y el secretario general del PSOE. La división constante de Podemos, entre sí y entre Podemos y Yolanda (sic). La suma de Yolanda (sic) que es la resta de Podemos, y los de IU, que no sabemos dónde están, pero estarán por alguna parte”.
Feijóo volvió a reivindicar “la política y la gestión frente al eslogan”, como si no hubiera existido el debate del martes. “He visto estas semanas que lo único que importa es la pancarta y el eslogan”, dijo, para pedir “menos decibelios” y que “el insulto haya que sustituirlo siempre por el argumento”.
Y como si no hubieran existido sus declaraciones tras la ruptura de las negociaciones por el CGPJ, añadió: “El acuerdo es posible, sí. Creo que en los pactos, en los acuerdos. Es imprescindible dialogar con el rival. El éxito es acordar y el fracaso es disentir. No voy a dejar de intentar acordar los grandes temas de Estado. Aunque fracase y me equivoque”. Inmediatamente después, concluyó: “Hay millones de votantes que no están de acuerdo en hacer un Código Penal a la carta y ponerse de rodillas. A esos millones de socialistas nos vamos a dirigir”.
Feijóo hace así equilibrios entre el discurso duro que le exigen los dirigentes más alineados con la derecha trumpista, que puede ahogar además la recuperación de Ciudadanos y el crecimiento de Vox, y el que ha permitido a Juan Manuel Moreno lograr la mayoría absoluta en Andalucía y que, creen en su círculo más próximo, es lo que les permitirá gobernar en España en solitario. Para eso, dicen, fueron a buscarlos a Galicia para sustituir a Casado, incluso aquellos que en 2018 apostaron por el madrileño. Está por ver si Feijóo aguanta todo un año mostrando dos caras. Y si el votante lo acepta.
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