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CRÓNICA

Feijóo y Moreno tendrán que pagar la tasa Vox

15 de junio de 2022 22:26 h

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Suele ocurrir en las campañas electorales que cuantos más problemas tiene un partido, más chulo se pone su líder. Por eso, Santiago Abascal anunció en Marbella el pasado domingo que “el pinchazo de Vox se va a convertir en una estocada hasta la bola”, inspirado seguramente en su idea de que para explicar las cosas a los andaluces nada mejor que hablar de toros. Lo que está fuera de toda duda es que Vox encara los últimos días de la campaña andaluza con menos expectativas que con las que comenzó.

Se inició cantando glorias imperiales cuando Macarena Olona se plantó ante una estatua de Isabel La Católica con el mensaje que esperaban sus seguidores: “Vox sale a ganar. Desde Granada, reivindico a los pies de Isabel La Católica y de Cristóbal Colón que España, Andalucía, Granada y Santa Fe son la cuna de la hispanidad”. A partir de ahí, todo fue para abajo.

Menos mal que no llegó hasta el final y no adoptó como propia la leyenda que dice que la reina Isabel hizo una promesa relacionada con su vestuario antes de la guerra. “No me cambiaré de camisa hasta que reconquistemos Granada”. Con esta ola de calor, habría sido difícil que los periodistas se acercaran a Olona para el típico canutazo. Hay un límite a los sacrificios que se pueden exigir a los periodistas en campaña.

Después de conseguir un buen resultado en Castilla y León con un candidato desconocido, Vox esperaba romper la banca con Olona, martillo de herejes rojos en el Congreso. Descubrió que los gritos en la tribuna del Congreso impactan mucho más que en los mítines, donde la verdad es que todos los candidatos gritan hasta quedarse afónicos. En una decisión casi sin precedentes, Olona desapareció durante tres días en la campaña sin mítines programados en su agenda. Otra manipulación de los medios, respondió Vox, porque ella tenía previsto visitar esos días una plantación de aguacates y un mercadillo ambulante. Los típicos sitios donde se ganan las elecciones.

La chulería, que no falte. Olona andaba presumiendo de que Moreno sería su vicepresidente en la Junta. Los choques con la realidad son más duros en una campaña. Al final, Abascal se dejó de reconquistas y otros trucos y apeló a los números de una forma que no había hecho antes. Para dejar claro y cristalino que Vox no apoyará a un Gobierno de Moreno en el que no esté, afirmó esta semana que su exigencia no depende de ningún resultado en escaños. Incluso aceptó como hipótesis que Vox pueda quedarse en la zona baja de la horquilla que le dan algunas encuestas. Si tienen que conformarse con 15 escaños, un incremento escaso que no da para compararse con ninguna reina del pasado, también exigirán un Gobierno de coalición, como el de Castilla y León. “El que quiera que regalemos los votos, que vote al PP”, dijo Abascal esta semana.

Ya ha pasado mucho tiempo desde las elecciones autonómicas de 2019, cuando Vox no tuvo valor suficiente para negociar duro con el PP. Ante unas mínimas dudas sobre si Vox votaría a favor de la elección de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, Federico Jiménez Losantos dio tal paliza a Iván Espinosa de los Monteros que casi tuvieron que sacar al diputado en camilla del estudio de radio. Ahora, al pisar el acelerador en Andalucía, Abascal está trabajándose su puesto como vicepresidente de un hipotético Gobierno presidido por Alberto Núñez Feijóo. El partido del no a todo ha decidido decir sí a entrar en el poder real, el mismo lugar en el que se fundieron los plomos a los partidos ultraderechistas de Italia y Austria que dieron ese paso. Para Vox, ya no hay vuelta atrás.

La nueva dirección del PP intentó pasar por encima del pacto con Vox en Castilla y León como si todo eso hubiera ocurrido en una lejana república de Asia. Algo que no le concernía. Feijóo dio vía libre a Mañueco en las negociaciones y se desentendió del asunto. Con Andalucía, no lo tendrá tan fácil. Es una comunidad autónoma de más peso político y el líder del partido allí es su principal socio en el PP. Aun así, Feijóo volverá seguramente a ponerse de perfil, según su estrategia de que son los barones regionales los que deben tomar sus decisiones sin esperar a que Génova les diga qué paso deben dar en cada momento. Por la misma razón, la dirección nacional no se hace responsable de lo que pase allí.

Es una máxima de Feijóo desde sus tiempos de presidente de la Xunta. Toda decisión que no deba tomar yo no tiene por qué perjudicarme. Con respecto a las decisiones que sólo puedo tomar yo, cuanto más tarde, mejor, y es de mala educación preguntar. Si se forma un Gobierno PP-Vox en Andalucía, le será imposible continuar con este ejercicio de simulaciones en el que no se le puede negar la experiencia.

Moreno Bonilla ha jugado a no responder a las preguntas de los periodistas sobre el Gobierno que podría encabezar. No hace más que presumir de lo bien que le va en las encuestas y al mismo tiempo se niega a aceptar las conclusiones que presentan esos sondeos. Si le preguntan si formará Gobierno con Vox, responde que a qué viene tanta prisa. “Lo puedo repetir cien millones de veces. Cuando llegue al río, cruzaré el puente”, es una de sus respuestas favoritas.

Parece ignorar que las frases ingeniosas pierden brillo cuando se repiten diez veces, por no hablar de cien millones.

El enigma no tiene el nivel de intriga de una novela de Agatha Christie. El PP necesita que las elecciones andaluzas le ofrezcan un mensaje de éxito, que pasa por formar Gobierno tras disfrutar de un claro aumento de votos, no atrancarse con una repetición electoral que haga pensar que pasará lo mismo en las elecciones nacionales.

Moreno sí dijo el miércoles que “la línea roja es el Estatuto de autonomía”. Sólo faltaba que el presidente de un Gobierno autonómico dijera otra cosa. Al menos, concretó un poco. Por línea roja infranqueable, se refirió al cambio climático y a la violencia contra las mujeres. Como si eso le vaya a servir de mucho con Vox. La polémica por el supuesto libro de educación sexual que sacó Olona en el debate de Canal Sur que en realidad nunca ha utilizado la Junta le habrá confirmado cómo se las gasta su futura socia.

La Olona que sale en El Intermedio presume de que su cara más famosa es “una mezcla de seductora y asesina en serie”. El problema para Moreno y Feijóo es que no están seguros de que se trate de una parodia.

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