En febrero de 2022 el Partido Popular vivía uno de sus momentos más convulsos desde la refundación de finales de la década de los 80 del siglo pasado. Pablo Casado pugnaba por mantener el control de una organización que se le escapaba entre los dedos, y Alberto Núñez Feijóo esperaba su momento. Llegó el 23 de febrero. Un día después, el gallego recibió un respaldo clave en la derecha española: el de la CEOE. El presidente de la patronal, Antonio Garamendi, defendió ante su directiva el ascenso de Feijóo como fórmula para salvar al partido.
Un año después, el ya líder del PP le ha devuelto el favor por el recibimiento del empresariado español, cuyas reivindicaciones encuentran siempre acomodo en las propuestas que elaboran en la sede nacional de la madrileña calle de Génova. No hay debate en el que el principal partido de la oposición no se sitúe, con todas sus armas, en el bando de la patronal.
Nunca se oye en las filas conservadoras una sola crítica a las empresas, ni siquiera una llamada a la mesura, a arrimar el hombro o a tener en cuenta la situación económica que atraviesa el país y sus ciudadanos tras una pandemia global y una guerra en Europa que ha retrasado la recuperación de los datos previos a la irrupción de la COVID-19.
El último ejemplo es de esta misma semana. Feijóo acudió al Forbes Summit Reinventing Spain, donde le preguntaron: “¿En qué momento se culpabilizó al empresario y ponerle el foco a determinados empresarios que son grandes generadores de empleo se convirtió en una parte de la sociedad contra la otra?”.
La pregunta no mencionaba a ninguno, aunque el nombre de Juan Roig flotó entre los presentes. Feijóo asumió que, efectivamente, el entrevistador se estaba refiriendo al dueño de Mercadona, a quien desde Unidas Podemos o los sindicatos se le ha señalado como uno de los principales beneficiarios de la escalada de precios. Pero no solo.
“Los eslóganes que se superponen a la realidad necesitan, para que la gente se los crea, buscar un culpable. Siempre hay un culpable. Cuando alguien suspende, es el profesor. Cuando no te llega el dinero para llegar a fin de mes es porque hay alguien en casa que gasta mucho, y tú poco. Cuando los tipos estaban bajos era gracias al Gobierno, ahora han subido por culpa de los bancos”, arrancó. Y siguió: “Cuando el megavatio estaba a 30 euros era porque el Gobierno tenía una buena política energética. Ha llegado a estar a 300, ahora está a 100 y pico. Es culpa de las eléctricas”, añadió. Y continuó: “Cuando en la pandemia toda la distribución alimentaria mantuvo productos en todos los supermercados de España, eran servicios esenciales. Pero ahora hay determinadas personas que se dedican a la distribución que han sido señaladas”. Feijóo concluyó con una crítica a lo que llamó “populismo económico, social y empresarial muy peligroso”.
Ni una sola palabra sobre, por ejemplo, los beneficios récord que han anunciado esta misma semana Repsol (de más del 70%) o Naturgy (de un 35%). O los que ha reconocido el sector bancario: más de 20.800 millones de euros en 2022.
Feijóo planteó en su speech, en el que bromeó con que las preguntas no eran las esperadas, que hay que hacer una “política fiscal adecuada” para “la gente que gana dinero” y abogó por un “Impuesto de Sociedades adecuado”.
Pero estas palabras, puestas en contexto, quizá adquieran un significado diferente al de escucharlas aisladas. Porque el PP de Feijóo se ha opuesto, por ejemplo, a los impuestos temporales a los beneficios extraordinarios a la banca y las empresas energéticas que ha aprobado el Congreso por la amplia mayoría que sostiene al Gobierno. De hecho, Feijóo inició una dura batalla contra estos dos tributos que mantiene ya más soterrada después de que la presidenta de la Comisión Europea (del PP Europeo), Ursula Von der Leyen, defendiera la necesidad de aumentar la carga fiscal a quienes se están beneficiando directamente de la guerra en Ucrania.
En este caso, Feijóo se ha mantenido al lado de las empresas, quienes han recurrido el gravamen. Lo hizo también cuando el Gobierno negoció con Bruselas el tope al gas. Pese a los datos que avalan que el mecanismo permitió controlar la subida del coste energético, y aunque desde el PP ya no lo llaman “timo ibérico”, la derecha sigue criticando la medida.
En términos generales, la respuesta del PP siempre es la misma: bajar impuestos. Por contextualizar las palabras que dijo en el acto organizado por Forbes y pagado por importantes empresas españolas, hace menos de un año lanzó como propuesta fiscal de su mandato una reducción masiva de tributos. Incluido el Impuesto de Sociedades.
Del PERTE del Turismo a ayudas a los talleres
La coincidencia entre las propuestas de Feijóo y las de la patronal son elocuentes. Si el presidente del PP visita Fitur, expone a los medios de comunicación su plan para un sector que, efectivamente, pasó momentos muy duros durante la pandemia. Siempre hablando en primera persona.
“No hemos recuperado el turismo internacional”, dijo. “Tenemos un incremento de precios, un incremento de costes, una tensión en los precios que cobramos a los turistas y en los costes que tienen que asumir los trabajadores que trabajan en el ámbito del turismo”, añadió. Para deslizar después que “el 60% de la recuperación del PIB se basa en el turismo”, un dato cuya fuente es Exceltur, una asociación que aglutina a las empresas del sector.
Feijóo aprovechó las cámaras para reclamar que el Gobierno destine parte de los fondos europeos de recuperación al sector con un PERTE específico, una reclamación también de la patronal, y que se podría dedicar a “remodelar” los hoteles, por ejemplo. También reclamó un “incentivo fiscal al autoempleo” y “disminuir el impacto de costes energéticos”, sin profundizar.
De lo que no se acordó el presidente del PP fue de las kellys o de los trabajadores del sector, más que para lamentar “el coste” que suponen. Ni ha recordado al sector, por ejemplo, que los ERTE pagados por la Seguridad Social salvaron a esas empresas de hundirse, además de permitir a los empleados ingresar una parte de su nómina.
El método se repite allí donde un sector empresarial invita a Feijóo. Si acude a un congreso de talleres de reparación de coches, el presidente del PP hace una defensa del motor de combustión, pide ayudas para retirar vehículos de diesel y gasolina para introducir otros también de diésel y gasolina y pone en duda la velocidad de la transición ecológica, que pide hacer “ordenada” y “poco a poco”.
El líder de la derecha defendió entonces rebajas fiscales a los combustibles fósiles. Y volvió a encontrarse con la oposición de Von der Leyen, aunque contó con el respaldo de los fabricantes.
Este mismo mes de febrero, Feijóo se reunió con representantes de Asaja, patronal agraria. En una breve nota de prensa sobre el encuentro, el PP aseguraba que su presidente había “mostrado su preocupación por la subida de los costes de producción a los que tiene que hacer frente el sector”. Palabras casi calcadas a las difundidas por Asaja unos días antes, a finales de enero.
Lo mismo ocurre cuando Feijóo acude a visitar una empresa de cerámicas, o si justo en la semana de los Premios Goya acude a una fundación del sector, dependiente de la Comunidad de Madrid pero donde participa el sector privado, a reclamar ayudas fiscales y empresariales.
También los encargados de hacer su programa electoral para el 28 de mayo, Íñigo De la Serna y Carmen Fúnez, mantienen este tipo de reuniones. Ambos se vieron con el propio Antonio Garamendi en la sede del PP. La cita tuvo lugar a la vez que la cumbre España-Marruecos celebrada en Rabat y a la que el presidente de la patronal no quiso ir, algo excepcional en este tipo de cumbres internacionales con países con tantos lazos económicos.
En lo que no ha entrado el PP es en la polémica por el sueldo de Garamendi, que se ha subido los emolumentos un 9% hasta rebasar los 400.000 euros anuales. Una cantidad que paga la CEOE, que recibe subvenciones públicas.
Pero Feijóo sí tuvo opinión sobre el incremento del SMI. Es cierto que el PP ha abandonado la estrategia de oponerse a una de las medidas de las que más bandera puede hacer el Gobierno de coalición. Si cuando Pedro Sánchez llegó a la Moncloa en 2018 el salario mínimo estaba fijado en poco más de 730 euros, hoy ha subido hasta los 1.080 euros.
¿Y cuál es la postura del PP? Que el SMI debe subir, sí. Pero poco. ¿Y cuál debía ser el criterio para saber cuándo incrementarlo? Según el propio Feijóo, “la competitividad de las empresas”. Siempre las empresas.