Alberto Núñez Feijóo se puso hace cinco meses al frente del PP con la misión de no dejar ni rastro de la fallida etapa de Pablo Casado como líder de los populares. El expresidente de la Xunta aterrizó en la calle Génova envuelto en un halo de moderación política y sentido de Estado que, por el momento, no ha cristalizado en ninguna capacidad de acuerdo con el Gobierno ni para la renovación de órganos constitucionales como el CGPJ ni para sacar adelante medidas de choque contra las consecuencias económicas de la guerra.
En realidad, el denominado “efecto Feijóo” tiene más que ver con el reto de volver a convertir al PP en una maquinaria política capaz de competir por la victoria en unas elecciones generales y, sobre todo, de volver a gobernar. Todo lo contrario de lo que percibían la mayoría de cuadros populares bajo el liderazgo de Casado. En esa puesta a punto, el político gallego empieza a tocar, de manera más o menos velada, teclas que eran anatema hace bien poco, como la de la distensión con el PNV, un partido de larga tradición pactista con los populares en el Congreso y con el que volaron los puentes en la moción de censura que acabó con Mariano Rajoy fuera de la Moncloa.
“En muchas cuestiones es más fácil hablar con el PNV e Iñigo Urkullu que con Vox”, afirmó Feijóo en una entrevista reciente concedida a El País. La frase trasciende del mero guiño a los nacionalistas vascos y contrapone esa mano tendida a un intento de distanciamiento, al menos dialéctico, con la extrema derecha, hasta la fecha aliada estratégica de los populares en gobiernos como los de Castilla y León, Murcia o la Comunidad de Madrid. La conclusión en la nueva dirección de los populares es que esa alianza solo le supone plomo en las alas a Feijóo en su camino a la Moncloa porque, en la práctica, aísla al PP de cualquier posibilidad de acuerdo con otras fuerzas políticas. O lo que es lo mismo: cuanto más cerca esté el PP de Vox, más alianzas parlamentarias blindadas para Pedro Sánchez.
Tras años de absoluta incomunicación, el nuevo líder de los populares parece decidido a reconstruir puentes. Como presidente gallego ya mantenía una relación fluida con su homólogo vasco, el lehendakari Urkullu, con el que llegó a compartir causa política en Bruselas en defensa de los astilleros de Euskadi y Galicia. Feijóo mantuvo además una breve conversación este verano con Andoni Ortuzar, presidente del PNV, durante el homenaje celebrado a Miguel Ángel Blanco en Ermua (Bizkaia). Y de ahí salió una cita para que ambos se reúnan a solas justo a la vuelta del verano.
Será la primera vez que Feijóo y Ortuzar se sienten cara a cara y eso ya supondrá un cambio cualitativo respecto a la era de Casado, que jamás mantuvo un encuentro de este tipo. De hecho, la etapa del exlíder del PP solo sirvió para ahondar la brecha entre ambas formaciones conservadoras con un constante cruce de acusaciones y reproches. “El PNV no es de centro-derecha porque está sosteniendo al Gobierno más radical”, criticó Casado durante un acto de campaña en las últimas elecciones vascas. El exjefe de los populares no se prodigó nunca en gestos de afecto hacia un tradicional aliado como el PNV, y llegó a lamentar que “más del 70% del arco parlamentario” en el País Vasco esté ocupado por PNV y Bildu, dos partidos que, a su juicio, “o bien piden beneficios penitenciarios, pasar página con ETA o no condenan 850 crímenes”.
Su línea política marcada por la competencia con Vox también llevó a Casado a prometer limitaciones del autogobierno de Euskadi, como la retirada de competencias en materia de prisiones. Andoni Ortuzar respondió a aquello tildando de “bravuconada” unas declaraciones que, a su juicio, “acercan al PP a la extrema derecha de Orban”. Un ambiente político viciado entre las dos formaciones que incluso llevó al presidente del PNV a pronosticar que habría Gobierno de Sánchez “por mucho tiempo”.
La ruptura de la moción
En realidad, todo saltó por los aires con la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa en junio de 2018 después de que el PP fuese condenado en la sentencia del caso Gürtel. Solo unas semanas antes de ese fallo judicial, los populares habían conseguido sacar adelante gracias al PNV los Presupuestos Generales del Estado que estaban llamados a garantizar la estabilidad del resto de la legislatura. Pero esa estabilidad duró solo días porque los nacionalistas vascos acabaron dando su apoyo a la moción que acabaría convirtiendo a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno. “Una traición” en términos de la entonces cúpula del PP que no solo se llevó por delante la estrecha relación personal entre Andoni Ortuzar y Mariano Rajoy, sino cualquier viso de colaboración política a medio plazo entre ambas formaciones.
Antes, salpicada también con períodos de enfrentamiento y distancia, esa relación entre el PP y el PNV no fue nunca una rareza ni en tiempos de Rajoy ni tampoco durante la presidencia de José María Aznar, que precisamente logró ser investido en 1996 gracias al apoyo de la CiU de Jordi Pujol y del PNV de Xabier Arzalluz. Fueron años de alianza estratégica del PP con los nacionalistas vascos y catalanes, que pagaron a Aznar con estabilidad parlamentaria las grandes dosis de autogobierno que fueron conquistando durante su mandato. En el caso vasco, concretamente, el vicepresidente Rodrigo Rato pactó en 1997 con el vicelehendakari, Juan José Ibarretxe, una mayor autonomía fiscal de Euskadi, firmando el concierto económico y el cupo para el quinquenio 1997-2001.
El PNV mantiene las cautelas
Ahora, la hoja de ruta de Alberto Núñez Feijóo parece comenzar a encaminarse a una vuelta a esa capacidad de entendimiento. Desde que asumió el liderazgo de la oposición, el PP ha accedido a firmar su primera coalición de Gobierno con Vox en Castilla y León y ha evitado ese escenario en Andalucía gracias a la mayoría absoluta de Juanma Moreno, un escenario a día de hoy impensable para los populares en unas elecciones generales.
Ávido de encontrar fórmulas que le alejen del aislamiento con la extrema derecha, que le permitan establecer alianzas alternativas a las del partido de Abascal y que, de paso, le resten apoyos al PSOE, Feijóo ahora emprende la vía del acercamiento al PNV, cada vez más crítico con el Gobierno de Sánchez por su “falta de diálogo” a la hora de emprender medidas como el decreto energético, que necesitan de un amplio respaldo parlamentario de los socios de investidura.
Por el momento, los nacionalistas vascos se muestran cautelosos e inciden en que el PNV “no tendrá nada que ver con el PP” mientras los de Feijóo “sigan pegados a la ultraderecha”. Aunque no es ningún secreto que los nacionalistas vascos son los primeros interesados en tener todas las vías de pacto posible abiertas en Madrid. Justo antes de la explosión del PP por los aires que acabó con la expulsión de Casado de Génova 13, el propio Andoni Ortuzar afirmó: “Espero que Feijóo o quien sea recomponga bien el PP, necesitamos que esté fuerte”. A la vuelta de las vacaciones tendrá la oportunidad de decírselo directamente a él.