Tras el 'yo sí puedo' (ser presidente del Gobierno) pero 'no quiero' (por mis principios) que defendió tramposamente Alberto Núñez Feijóo, llega ahora el 'yo quiero y, además, puedo' de Pedro Sánchez. Aún queda, sí, un nuevo intento del candidato del PP para ser investido, pero son poco más que minutos para la basura, esos que restan en el basket porque el partido ya está decidido. 172 votos sumó en la primera votación de este miércoles (PP+Vox+UPN+CC) en la que requería de mayoría absoluta (176) y ni uno más sumará el próximo viernes, cuando sólo precisaría de más 'síes' que 'noes' en segunda vuelta. Nada hace prever que los vaya a obtener.
De hecho, en el patio de la calle Floridablanca, que es donde se forman los corrillos entre políticos de los que se nutren las crónicas, ya sólo se habla de un discurso “en clave de supervivencia personal” del líder del PP para mantenerse en la séptima de Génova, de un supuesto “desprecio a la institución parlamentaria” de Sánchez por no darle la réplica a su oponente en la sesión de investidura, de la “incendiaria intervención” de Óscar Puente, de las posibles fechas para la investidura de Sánchez y de los términos del acuerdo entre el PSOE y el independentismo catalán.
Por partes. En efecto, el candidato del PP salió este miércoles más lejos de la Presidencia del Gobierno, pero más cerca de Vox y del ala más ultra de su partido en un nuevo intento, dicen, por refundar la derecha española bajo unas mismas siglas. Una estrategia que le obliga, sin duda, al equilibrismo permanente entre el sector más moderado del PP y los de la doctrina FAES de la que se nutre Isabel Díaz Ayuso.
Si flirtea con el centrismo, le comerán los halcones. Y si se afloja por la derecha, perderá el espacio de centralidad por el que se ganan elecciones. De momento, su posición de estos días, con guiños y componendas permanentes a los votantes de Vox, le dará un respiro con el sector más ultra del partido, pero en la dirección nacional no olvidan que el tránsito hacia esa senda inflamada del nacionalpopulismo fue el que hizo que perdiera apoyos en el electorado más templado en las elecciones del 23J. Está por ver cuál de las dos sensibilidades se impone tras la consolidación de Feijóo como jefe de la oposición, que fue el ánimo con el que entró el martes y salió también el miércoles del hemiciclo. Como está por ver también el tiempo que vaya a durar la tregua que parece que reina en la interna de un PP que presume de ganar elecciones, pero cuya cercanía al partido de Abascal le impide tejer una sola alianza para gobernar en España.
Todo lo contrario que Pedro Sánchez. El presidente en funciones parece no ver obstáculos insalvables para seguir en el Gobierno, pese a no ganar las elecciones. Por muy obvio que resulte recordarlo, en una democracia parlamentaria no gobierna el que gana sino el que más apoyos suma en el Congreso y el candidato del PSOE está seguro de que los tendrá cuando el rey, tras su segunda ronda de contactos con los partidos, le proponga para una nueva sesión de investidura. De eso no hay duda ni dentro ni fuera del PSOE.
Sánchez puede ser de golpes de efecto, pero no es de echar órdagos a la grande sin que las cartas le acompañen. Lo primero le llevó a darse mus en la réplica esta semana a Feijóo, una astuta finta en la que las derechas no ven más que una “rotunda falta de respeto a la institución parlamentaria” pero que muchos socialistas defienden en puridad de la liturgia que acompaña a una sesión investidura: “Un Gobierno en funciones no tiene papel que desempeñar ni respuesta que dar a un aspirante a la presidencia en una sesión de estas características. Mucho menos un presidente en funciones, que formalmente no es candidato a nada porque el rey no le ha propuesto. Son los grupos parlamentarios, que es a los que se les pide el apoyo, quienes tienen que fijar la posición. Así justifican en el PSOE la treta de delegar en el combativo Puente la respuesta a Feijóo, una argumento que, sin embargo, no sirve para explicar por qué el elegido no fue el portavoz parlamentario, Patxi López, que quedó claramente desdibujado.
Puente repetirá el viernes
Puente, que también tomará la palabra el viernes en nombre del PSOE, fue el elegido no porque López no fuera capaz de hacer en forma y fondo el mismo discurso que el exalcalde de Valladolid, sino porque era de los pocos que podía poner a Feijóo frente al espejo de sus contradicciones, en especial en lo que respecta a su empeño en que gobierne la lista más votada. Él también ganó las elecciones municipales y “una coalición de perdedores” –expresión de la derecha– entre PP y Vox le sacó de la Alcaldía. Podía hablar “de ganador a ganador”, como le espetó a Feijóo desde la tribuna. La idea partió del mismo Puente hace un par de semanas. Se la trasladó a Sánchez, que la maduró él solo hasta que tomó la decisión definitiva y, después, la comunicó cuatro días antes de la sesión a media docena de colaboradores, que mantuvieron la reserva hasta minutos antes de que empezara el pleno.
El 27 de noviembre, fecha límite para Sánchez
Ahora, tras el intento de un candidato imposible de investir que ha hecho perder un tiempo ganado por Sánchez para explorar un acuerdo con el independentismo, se especula ya con la fecha de la próxima investidura. La fallida de Feijóo si de algo ha servido ha sido para poner en marcha el reloj de la democracia de tal forma que desde este miércoles empiezan a contar los dos meses que establece la Constitución para que un nuevo candidato obtenga el apoyo de la Cámara Baja. El 27 de noviembre es la fecha límite para que Sánchez logre los apoyos para ser investido. En caso de no ser así se convocarían elecciones para el 14 de enero, una hipótesis que nadie contempla en las filas del socialismo, donde dan por seguro incluso que su aspirante será elegido en primera vuelta con mayoría absoluta, como lo fue para la presidencia del Congreso Francina Armengol, tras el acuerdo con los independentistas.
Un elefante en la habitación que crece de tamaño
Tras semanas de silencio táctico los socialistas son conscientes de que el foco se desplaza ahora a Sánchez y a la negociación que mantiene abierta con Junts y también de que aumentará la presión política y mediática para conocer los detalles de la hipotética amnistía. El tiempo de mutismo, con el argumento de que era el momento de Feijóo, ha expirado, el elefante en la habitación que ha evitado el PSOE aumentará de tamaño y Sánchez tendrá que explicar a propios y extraños hasta dónde está dispuesto a pactar a cambio de los votos del independentismo. Una pantalla que, a juzgar por las largas cambiadas de los socialistas, aún no ha llegado y para la que aún faltan algunas semanas.
En realidad, en la Moncloa y en Ferraz no tienen siquiera –o eso dicen ante especulaciones varias– fecha fijada para la sesión de investidura, si bien nadie tiene intención de dilatarla en el tiempo, sino todo lo contrario. Descartada la primera semana de octubre, que es la que previsiblemente Felipe VI abrirá otra ronda de consultas y también la segunda por caer en medio del puente de la Fiesta Nacional del 12 de octubre, se había barajado la tercera –los días 18 y 19–, pero los negociadores creen que “es demasiado precipitado”. De ser la última de octubre, entre el 23 y el 29, daría tiempo a que la princesa de Asturias jurara la Constitución con motivo de su 18 cumpleaños el 31 de octubre, como está previsto, con un gobierno ya constituido.
Lo que sí parece es que la negociación avanza a buen ritmo, que la amnistía se da por descontada y que todo lo que se escucha estos días desde el independentismo sobre un posible referéndum es una línea cerrada por completo por la parte socialista. Tanto es así que las únicas voces –no más de tres– que están autorizadas por el presidente para hablar ante los medios de comunicación sobre la negociación tienen la consigna de “no dejar el mínimo resquicio abierto sobre este asunto”, además de la de no entrar en disquisiciones jurídicas ni en detalles que sólo conocen en el PSOE el presidente, que “supervisa personalmente lo que entiende que será un acuerdo histórico”, y tres personas de su más estrecho círculo de colaboradores.
No habrá referéndum consultivo al amparo del artículo 92 de la Constitución que permite una consulta para decisiones políticas “de especial trascendencia”, como se ha especulado, ni ninguna otra fórmula ha estado nunca sobre la mesa. Al menos eso esgrimen desde el PSOE, que atribuyen a la retórica independentista las apelaciones de esta semana a una consulta como paso siguiente a la amnistía. “No ha habido una sola conversación a ese respecto ni con Junts ni con ERC”, aseguran fuentes socialistas, que entienden las manifestaciones de los republicanos y exconvergentes en una clave exclusivamente de competencia entre ambas formaciones.
El caso es que lo que se ha entendido como una manera de preservar los argumentos sobre la amnistía para cuando llegara la investidura de Sánchez no tendrá sentido en cuanto el próximo viernes Feijóo sea investido jefe de la oposición, y no presidente del Gobierno, y la democracia parlamentaria salte de pantalla.