Llevamos –ustedes, lectores y yo, autor– unas semanas enfangados en crímenes, con “el tomahawk tinto en sangre”, como escribía Emilio Salgari en La Soberana del Campo de Oro y en otras novelas de su saga de aventuras en el Far West. Cuando no hemos rememorado asesinatos del fascismo posfranquista o de ETA, hemos rendido tributo a los brigadistas internacionales que dejaron sus vidas en España por defender nuestra libertad, nuestra legalidad. Y como hemos escalado la cuesta de enero “sin dejarnos la piel en el pellejo”, como dijo Sofía Mazagatos, la miss España 1991, un poco de humor contribuirá a descongestionarnos emocionalmente y abordar febrero y meses sucesivos con la nonchalance impostada que se merecen y nos hemos ganado: con tranquilidad, vaya.
Como decía el joven y malogrado maestro Cuco Cerecedo (Francisco González Cerecedo, 1940-1977), “los lectores de Internacional de Cambio 16 [de Memorando en nuestro caso] también tienen derecho a divertirse”.
Una pequeña digresión para los lectores más jóvenes: Cuco Cerecedo fue uno de los mascarones de proa de la joven y limitada nómina de corresponsales de guerra del tardofranquismo y la primera transición, tribu de la que era jefe el grande y añorado Manu Leguineche. Su trabajo y su compromiso vital con los desprotegidos, la solidaridad con los luchadores por la libertad en lo que se llamaba Tercer Mundo lo llevó del Sáhara al Kurdistán y de Palestina a Eritrea, como a Portugal y Argentina, donde estuvo a punto de ingresar en la lista de 30.000 víctimas de la sangrienta dictadura militar argentina que asaltó el poder en marzo de 1976.
En aquellos años, la influencia y el prestigio de Cambio 16 en América Latina era enorme y a menudo era prohibida su venta en Argentina por los reportajes de Cuco sobre la feroz represión emprendida por los golpistas, que dejaba pequeña la de Pinochet en Chile. En agosto de ese año, entrevistó a la activista montonera más buscada del país, Ana María González, joven de 18 años que se había hecho amiga de la hija del jefe de la Policía federal, el general Cesáreo Cardozo, para asesinarlo colocando una bomba bajo la cama de su casa, atentado que había cometido dos meses antes de la entrevista.
El embajador de España en Buenos Aires, Gregorio Marañón Moya, había almorzado con él unos días después de publicarla y volvió inmediatamente a recogerlo a su hotel, donde acababa de dejarlo, alertado por un fax oficial del ejército golpista que había sido recibido en la embajada, redactado por los militares para encubrir la operación criminal decretada contra él y adelantado por error, en el que se decía: “El periodista español Francisco Cerecedo, desaparecido en el día de hoy”. Minutos después de salir del hotel en el coche oficial de la embajada y bajo la custodia del propio embajador y otros miembros de la legación, camino del aeropuerto de Ezeiza para dejar Buenos Aires, un grupo de militares y sicarios, fuertemente armados, preguntaban por él en la recepción del hotel.
Cuco cuidaba personalmente de que las páginas de sus artículos fueran lo más amenas posible, por lo que solía traerse de sus viajes anécdotas o curiosidades para recuadros de sus artículos e impedía celosamente que fueran desviadas a la sección “Personal”, de Carmen Rico-Godoy, de noticias cortas, irónicas y ligeras. “Los lectores de Internacional también tienen derecho a divertirse”, insistía.
Por la boca muerde el pez
Me ha sugerido este divertimento la penúltima metedura de pata de la presidenta de la Comunidad de Madrid al concluir que la extrema sequía que sufre Catalunya es consecuencia directa, aunque en diferido, como gusta al PP, de la prohibición de las corridas de toros en 2010. De la que, además, infirió “el control político y el adoctrinamiento”.
Ya les he explicado aquí que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, definió el acto fallido (fehlleistung, en Psicopatología de la vida cotidiana, 1901) al resultado chocante en la expresión verbal de la intención consciente del sujeto con la represión que la mantiene en el inconsciente: “Nos pasa a todos: al equivocarnos, no nos equivocamos sino que acertamos; gracias a la capacidad mágica del habla, cuando decimos lo que no queremos decir, en realidad decimos lo que pensamos”.
Pero es distinto un acto fallido y una mera boutade. Un ejemplo: en 2022, Vargas Llosa en una celebración de un chiringuito anticomunista que preside, la Fundación Internacional para la Libertad, quiso piropear a Isabel Díaz Ayuso, invitada de honor: “Creo que Madrid es un baluarte de las ideas que defendemos y que también defiende Isabel, que es una persona a la que me gusta comparar con el presidente de los Estados Unidos que era Ronald... Goebbels”. En cambio, decir lo de la sequía; que “no es menos importante que [los niños] reciban en los colegios e institutos la herencia de mil siglos en español” o que el presidente Sánchez “arremete” contra Mango, “una de las marcas de textil más prestigiosas del mundo, marca 100% gallega y 100% española como es Inditex”, siendo una, efectivamente, prestigiosa marca catalana..., no pasan de insensateces, hipérboles o alegrías desinformadas. Lo que se atribuye a Mark Twain: “Es preferible callar y parecer tonto que abrir la boca y disipar dudas” y avisan otros refranes españoles: “Cantó el cuquillo y descubrió su nido”, “al toro por los cuernos y al hombre por el verbo” o, hay muchos, el popular “en boca cerrada no entran moscas”.
El sexto es el sexo
Pero dejémonos de política, más bien de su remedo y, aprovechando la cercanía de san Valentín, patrono de los enamorados, para ilustrar este descansillo humorístico he extraído materiales sobre el amor y el sexo de mi archivo sobre los medios en la Transición.
Una supuesta errata en el Congreso con la Orden Oficial del Día 9 de febrero de 1994: la diputada socialista Ana Balletbó preguntaba a su correligionaria y ministra de Asuntos Sociales Matilde Fernández por el contenido del “pacto sexual que, ante la crisis, propone la directiva del Instituto de la Mujer”. Pocas interpelaciones han suscitado tanta curiosidad en el Parlamento y pocas aclaraciones han decepcionado tanto: “El duende de la linotipia –dijo la señora Balletbó, con entrañable expresión antediluviana– ha transformado el pacto social en pacto sexual”.
También fueron la errata y el inconsciente los que sometieron a la Virgen de la Rogativa nada menos que a “apareamiento” en la sierra, supongo que con el Espíritu Santo. En realidad, como dijo Ismael Galiana, autor de Historia divertida de Murcia, él escribió el “aparecimiento” de dicha virgen en la sierra de Moratalla (La Opinión, Murcia, 27 Mar. 94).
No hay noticia de machismo más cursi, edulcorado y vulgar que el que se inventó Miguel Ángel Rodríguez, hoy Pepito Grillo de la presidenta Ayuso y por entonces secretario de Estado de Comunicación del PP, para festejar el decimoctavo aniversario de la Constitución: “Si fuera una chica, se pondría de largo y si fuera un ciudadano, tendría derecho al voto” (Rueda de prensa tras el Consejo de Ministros del 5 Dic. 96). Discriminación tan hortera provocó un escándalo social y una interpelación al Gobierno de la diputada de Izquierda Unida Cristina Almeida. Con la característica delicadeza que gasta la derecha, el presidente Aznar envió a un pirómano a apagar el fuego: “Es una metáfora. Y estas metáforas sobre las virtudes de la mujer datan de hace veinticinco siglos”, explicó su vicepresidente, Francisco Álvarez Cascos, y esta vez la bronca comenzó en los escaños del Congreso de los Diputados (18 Dic. 96). Finalmente hubo de pedir perdón en nombre de Rodríguez y en nombre propio, aunque lo dicho, como lo hecho, ahí queda, en las hemerotecas y en el Diario Oficial de Sesiones.
La deleznable cultura machista de nuestra educación ha liquidado las mejores intenciones de unas cuantas generaciones. A pesar de la generalmente merecida fama de su Libro de estilo y del no menos conocido cuidado que el diario El País ponía, supongo que pone, en estos asuntos, el acto fallido afectó al periodista Javier Ayuso que, al hablar de los problemas de los soldados norteamericanos en la guerra del Golfo, escribió que “las rígidas leyes del Corán (...) impiden las diversiones de Occidente (cine, teatro, alcohol, vida social, mujeres...)” (29 Oct. 90). Le respondió contundentemente una lectora, Anabel Arranz, de Alcalá de Henares, Madrid, en Cartas al Director (12 Nov. 90): “A pesar de la edición del Libro de Estilo de El País, hay cosas que no cambian, ¿verdad? (...) Las mujeres como objeto de diversión de los hombres, nunca se había dicho tan claro”. Y finalizaba irónicamente: “¿Las soldados norteamericanas echan de menos también como diversión a las mujeres?”.
Pero hay un ejemplo todavía más claro de machismo inconsciente en relación con el artículo 57.1 de la Constitución española de 1978, bastante machista, que establece el mejor derecho de los varones sobre las mujeres primogénitas a la hora de reinar. Fue el que afloró en boca de Jaime Peñafiel, un día notable cronista de sociedad, quien comentando dicho artículo y en un aparente ejercicio de defensa de los derechos de la mujer, dijo: “El príncipe Felipe será el último Rey de España por ser varón. El siguiente será el primogénito, sea hombre o sea varón”. En fin, que no hay salida (Viva la radio, Radio Voz, 11 Dic. 96).
Y otro que no es producto del inconsciente sino de la inconsciencia fuertemente arraigada del consciente de algunos. El desaparecido periodista Carlos E. Rodríguez escribía, allá en 1973, en un periódico del Opus Dei de lo que entonces era un tópico sociológico, sociopático, y hoy una realidad, para frustración de la organización integrista católica: “La mujer liberada no es más que un producto de psiquiatra, para uso de la contracultura marginal” (Nuevo Diario, 7 Jul. 1973). Rodríguez aún andaba lejos de la evolución ideológica que, tras varios saltos mortales con red, desde la derecha dura afín a Carrero Blanco, terminó por dar con sus huesos en el Partido Socialista Popular de Enrique Tierno Galván para volver a la derecha de la que había salido. Por eso escribía esas cosas y otras como que “la finalidad de la censura no es prohibir, sino formar e informar (...) es un instrumento de educación popular” (Id., 28 Jun. 73). Uf.
Para presentar a la actriz Ana Álvarez, el entrevistador Federico Pérez de Lema dijo: “Esta entrevista que hemos conseguido con nuestra carne y huevos [siguió un ominoso silencio]..., perdón, y huesos, con Ana Álvarez...” (Una pizca de sueño, RNE-5, 20 Dic. 90).
Parecido a lo de Manuel Campo Vidal, que entrevistaba a Carmen Llera, viuda de Alberto Moravia. Citó una frase de Concha García Campoy que salió al aire lastrada por la influencia de la belleza de la escritora navarra y enredada en la represiva educación religiosa de nuestra infancia: “La felicidad, corazón, está en el corazón, no en el sexto..., no en el sexo” (Punto y aparte, TVE-1, 16 Nov. 89).
El machismo se adoba a veces de megalomanía, como no podía ser de otra manera por la carga narcisista que implica. El polígrafo Francisco Umbral tuvo duros encuentros con las organizaciones feministas, cuando su machismo era fogoso. No obstante, quien tuvo, retuvo y, según el escritor, las mujeres dicen “bobadas e injusticias” cuando tienen la regla. Aunque el camino elegido por el inconsciente para decirlo fue un poco más tortuoso: se refería Umbral a las enormidades que decían los diversos candidatos a las elecciones autonómicas vascas de la época y escribió: “Los furores electoreros, que son como si a los políticos les viniese el menstruo, hacen decir bobadas e injusticias” (“El negro”, El Mundo, 25 Oct. 94).
Y prejuicios, que siempre encuentran asiento incluso en bancada tan etérea como la del fehlleistung. El gran periodista radiofónico que fue Miguel Ángel García Juez contaba la fuga de un obispo católico británico con su amante: “El obispo ése, inglés, que se fugó con una feligrosa... feligresa” (Viva la radio, Radio Voz, 11 Sept. 96).
O, todo lo contrario, como la conductora de radio que comentó a una oyente que le contaba que su marido se pasaba horas y horas en el wáter: “Estará como una sífilis [por sílfide]” (Reyes Monforte, en País de locos, Onda Cero, 22 Dic. 96).
Aunque una vez metidos en jardines, quizá lo mejor sería disfrutar de la dulzura de la entrega sexual. Beatriz Pécker entrevistaba a un torero: “Oye, y en el amor, ¿has tenido alguna corrida..., ay, alguna cornada?” (Fiebre del sábado, RNE-1, 21 May. 94).
Muchos lo llaman equivocación; Freud, que era ilustrado, fehlleistung, acto fallido. ¿Estamos?