Galicia, Euskadi y europeas: el PP se juega su proyecto de oposición en una carrera electoral de cinco meses

Aitor Riveiro

2 de febrero de 2024 23:09 h

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El PP afronta desde este viernes un ciclo electoral clave de medio año y tres citas con las urnas que servirán para medir su proyecto de oposición, asentado en la vigencia del liderazgo de Alberto Núñez Feijóo y la incidencia real que la ley de amnistía pueda tener en la sociedad. La derecha necesita mantener la mayoría absoluta en Galicia, ser decisivos para la gobernabilidad de Euskadi e imponerse de forma contundente en las europeas de junio.

Son tres hitos clave para un Feijóo que depende del desempeño de otros. Pero fue él mismo quien puso el listón en su intervención ante el Comité Ejecutivo Nacional del pasado 9 de enero, nada más volver del parón navideño: “Hemos aprendido que no debemos confiarnos y que no debemos relajarnos. Vamos a trabajar en una campaña electoral gallega que ya ha empezado. Vamos a pelear para ser decisivos en un nuevo ciclo político que pronto se abrirá en Euskadi. Y vamos a trabajar para lograr otra victoria en unas elecciones generales como son las elecciones europeas de junio de 2024. Estos son, pues, los objetivos del año 24. Esta es nuestra ambición y no podemos conformarnos ni creer que todo está hecho”. 

El primero de los hitos que Feijóo se ha autoimpuesto podría parecer el más fácil: revalidar el Gobierno en Galicia. El líder del PP presidió la Xunta durante 14 años a lomos de cuatro mayorías absolutas consecutivas. Feijóo se convirtió en algo que internamente en el partido llamaron “barón de barones”. Su poder era incontestable electoralmente y de puertas hacia dentro sus opiniones eran respetadas y temidas. Nadie se atrevía a poner en duda su autonomía en su territorio, y cuando la guerra abierta entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso se hizo insostenible, el resto de líderes regionales reclamaron su auxilio.

Dos años después de aquel golpe de mano interno, Feijóo regresa a Galicia como invitado del presidente de la Xunta y candidato del PP, Alfonso Rueda, a quien él mismo ungió como su sucesor. El líder de la oposición no se presenta a las elecciones, pero depende, y mucho, del resultado de las urnas del próximo 18 de febrero. Algo de lo que es consciente y con lo que bromea habitualmente: “Si va bien será mérito de Rueda; si va mal, culpa mía”.

El propio Feijóo explicitó lo extraño de las circunstancias este viernes durante su primer acto de campaña, en la pequeña localidad fronteriza con León de Pedrafita do Cebreiro (“Piedrafrita”, para el dirigente), donde dijo que esta sería una “campaña especial” por no ser el candidato. “Estaré donde se me indique”, apuntó. “Para mí es un placer estar donde el candidato Rueda considere oportuno”, zanjó.

Feijóo rebaja así la expectativa sobre la “doble caravana” que el PP ha diseñado para la campaña: una encabezada por el candidato, y otra por el líder del partido. Un modelo que el partido ya usó cuando, en 2009, Feijóo recuperó la Xunta para la derecha. Entonces, Mariano Rajoy fue su pareja de baile. 

El sistema también era muy común cuando Pablo Casado presidía el partido, pero el madrileño recibió muchas críticas internas por parte de los barones autonómicos, que consideraban que su presencia restaba más que sumar. De momento no se han escuchado quejas similares sobre Feijóo, aunque existen fricciones con el equipo de Rueda.

Por ejemplo, sobre el modelo de campaña que debe ejecutar el candidato. ¿Clave nacional o clave autonómica? En las municipales y autonómicas de mayo del año pasado la campaña nacional a lomos de las críticas a Pedro Sánchez se demostró un acierto, pero no funcionó igual de bien en las generales del verano. 

Catalunya, EH Bildu y “el rural”

Ahora, uno y otro se esfuerzan en decir en sus intervenciones que lo importante es la gestión y hablar de los problemas reales de los gallegos, mientras buena parte de sus discursos se centran en el conflicto con el Gobierno central y, especialmente, en la amnistía y en señalar los supuestos “privilegios” de Catalunya.

En el mismo acto en Pedrafita, Feijóo denunció el retraso en arreglar uno de los viaductos de la A6 y dijo que, si la conexión de Catalunya con Madrid estuviera en la misma situación, las cosas serían diferentes: “Me gustaría saber si la Generalitat iba a aceptar que la principal arteria de conexión de Catalunya (...) llevase dos años y medio cortada”. Un lamento que, quizá, no cayó demasiado bien en el PP de Galicia.

Pero el propio Rueda ha caído en esa trampa. “Sánchez también se presenta en las elecciones”, llegó a decir hace unos días, en referencia al presidente del Gobierno. El candidato del PP también ha denunciado que si gobierna el BNG es como si gobernara “ERC o Bildu”. A finales de enero, en una intervención ante la Junta Directiva Nacional, Rueda dijo que el Bloque (que todas las encuestas señalan como segunda fuerza en las urnas) “tendría que traer a Bildu y ERC” a la campaña. E insistió en que, si el PP no retiene la Xunta, Galicia “caería en manos del nacionalismo radical aliado de Bildu y ERC”.

Rueda dijo otra frase que a muchos en el partido no se les escapó: “Ya no vendré a Madrid hasta después de las elecciones”. Y es que el candidato gallego se ha prodigado, y mucho, por la capital acompañado de un Feijóo al que prometió “una gran alegría en su tierra” el 18 de febrero.

La dependencia de Madrid es uno de los síntomas que permiten identificar cómo Feijóo ha olvidado su pasado como gran defensor de la autonomía de los dirigentes regionales. Si hubo un momento tenso en su relación con los barones fue tras las elecciones autonómicas por las negociaciones para formar gobiernos con Vox. Todos los presidentes que estuvieron obligados a entenderse con la extrema derecha acabaron enfrentados con la dirección nacional.

Y es que Feijóo tampoco ha sido la vacuna contra la extrema derecha que presumía ser. Su mandato al frente del PP se corresponde con el de mayor poder acaparado por Vox de la mano de su partido. Cinco gobiernos autonómicos y decenas de alcaldías en coalición así lo atestiguan.

Los sondeos indican que en Galicia no se romperá esta vez el muro de contención ciudadana contra Vox y tampoco lograrán entrar al Parlamento el 18 de febrero. Por si acaso, desde Génova han intentado que los de Santiago Abascal renunciaran a presentarse conscientes de que el 23J un puñado de votos bien repartidos hubieran permitido al PP sumar tres o cuatro escaños decisivos para la investidura de Feijóo.

La idea que han trasladado los estrategas de Feijóo es que se centrará en una campaña eminentemente rural, quizá para contrarrestar el poco grado de conocimiento que tiene Rueda entre los gallegos, especialmente en las miles de aldeas diseminadas por todo el territorio autonómico y donde, todavía hoy, las señales de televisión y radio no siempre llegan de forma adecuada.

Pero Feijóo no desaparece de las grandes ciudades. De hecho, la idea es que estará en Galicia siempre que pueda: todos los días salvo cuando la actividad parlamentaria se lo impida. Aunque el líder del PP no es el candidato, su caravana “paralela” a la de Rueda evidencia lo importantes que son estos comicios para sus propios objetivos.

Euskadi y Europeas

Pero no solo Feijóo. Todo el PP contiene la respiración ante las elecciones de dentro de dos domingos. Aunque en privado casi nadie cree que Rueda pueda realmente perder la mayoría absoluta, lo que implicaría automáticamente perder la Xunta, las posibilidades están ahí.

Incluso un resultado positivo pero muy ajustado podría desatar los nervios en quienes tienen sus esperanzas puestas en que Galicia sirva de palanca para las siguientes citas. 

Un caso muy evidente es el de Euskadi. El PP estrena candidato, Javier de Andrés, un veterano de la casa que ha ocupado algunos cargos institucionales cuando a la derecha le iba mejor en el País Vasco. En el PP saben que sus opciones están lejísimos de aquellos momentos en los que pudieron dar el gobierno al PSE de Patxi López. Pero están convencidos de que tienen un amplio margen de mejora sobre los pésimos resultados de 2020. El hundimiento de Ciudadanos y el mal desarrollo de Vox (que tiene difícil reeditar el diputado que logró entonces por la mínima) dejan mucha pista para crecer.

Pero en el PP estatal y en el vasco reconocen que les irá mejor si a Rueda le va bien. Es el revulsivo que necesitan para cumplir el objetivo que marcó Feijóo. Su idea: no tanto ser determinantes para la investidura (que dan por hecho será otro Gobierno PNV-PSE) como para la posterior gobernabilidad del día a día. 

El rally concluye en junio, con unas elecciones europeas donde Feijóo volverá a jugárselo todo sin ser el candidato. De hecho, el PP no tiene elegido quién será, o al menos no lo ha anunciado. Las señales apuntan a Esteban González Pons, pero los problemas para traer a Dolors Montserrat de vuelta a dirigir el PP catalán que controla Alejandro Fernández mantienen la incógnita.

Las europeas serán las segundas elecciones de ámbito estatal en un año. Los ciudadanos de toda España podrán pronunciarse sobre la amnistía, por ejemplo, pero también sobre el desempeño del Gobierno de coalición en otros aspectos (social, económico, verde, …), sobre las políticas de alianzas, o la labor de la oposición.

Como dijo el propio Feijóo, las europeas serán el último relevo de una carrera que ya ha empezado en Galicia, de donde el líder del PP partió hace casi dos años con la seguridad de que su destino era el Palacio de la Moncloa y a donde regresa para ayudar a otro a retener el cargo que tantas alegrías le dio. En este caso, la estereotipada referencia a la morriña gallega parece estar más justificada.