“El Gobierno sale más fuerte, más unido”. “La tarea ingente de todos los departamentos ministeriales es muy sobresaliente”. Con esas dos frases resumió Pedro Sánchez el balance que hace de un año de gobierno y, aunque reconoció que el primer Ejecutivo de coalición necesita “experiencia” para seguir “engrasándose”, zanjó así cualquier atisbo de remodelación en el gabinete. Fue tan solo 24 horas antes de que se hiciera pública su decisión de lanzar al ministro de Sanidad, Salvador Illa, a las elecciones catalanas, que le obliga necesariamente a hacer al menos un cambio: sustituir al responsable de la cartera más sensible en plena pandemia de la COVID-19. Y con ese enigma empieza el Gobierno el año.
A pesar de la crudeza que dejan los datos de los contagios -multiplicándose cada 24 horas- y la cada vez más previsible llegada de una tercera ola, Sánchez ha decidido que el relevo de Illa no sea inmediato. Aunque es el ministerio más delicado en este momento y no puede estar descabezado, no hay una fecha concreta para el relevo. En el Ejecutivo sostienen que el aún titular de Sanidad está estos días dedicado al 100% al departamento, por lo que consideran que hay margen para ejecutar los cambios. En la práctica la campaña no arranca hasta el 29 de enero. No obstante, Illa cederá el testigo antes.
La salida de Illa no solo deja en el aire la titularidad de Sanidad dado que su sustituta más segura, según todas las fuentes consultadas, es Carolina Darias, actual responsable de Política Territorial. Salvo cambio de última hora, será ella quien coja el testigo de la gestión de la pandemia -ha participado desde mediados de octubre en las reuniones del Consejo Interterritorial de Salud, por lo que no es un tema nuevo para ella-. Darias podría asumir las dos responsabilidades al mismo tiempo o que el relevo para su departamento se haga a la vez.
Por ahora el plan de Sánchez es que sea Miquel Iceta quien asuma esa cartera que, además de la gestión de la función pública, lleva el peso de las relaciones del Gobierno con las comunidades autónomas, aunque al componer su gobierno inicialmente, el presidente destinó a Illa en Sanidad, un 'ministerio maría' para que dedicara parte de su tiempo a la resolución del conflicto catalán como integrante del equipo negociador de los socialistas con ERC.
La designación de Illa ha marcado en buena medida el arranque de la precampaña de las elecciones catalanas al resituar el tablero. Serán unos comicios en los que los distintos socios de Gobierno tendrán que hacer equilibrios entre la pelea electoral y la acción conjunta en los distintos ejecutivos -o en las alianzas parlamentarias-. JxCat y ERC llevan ya haciéndolo durante meses en los que han tratado sin éxito de salvar al Govern de las constantes refriegas entre los partidos.
Pero más allá de la pugna del independentismo, la lucha se traslada a varias bandas y entre compañeros de mesa. El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, no dudó en defender a la candidata de En Comú Podem, Jéssica Albiach, frente al que sigue siendo el ministro de Sanidad de su Gobierno. “Aprecio a Illa y le deseo lo mejor en términos personales, aunque la mejor candidata es Jéssica Albiach, la candidata de los comunes y partir de ahora habrá una campaña electoral y cada uno defenderá a su partido”, anticipó el líder de Unidas Podemos. Más duro aún fue el portavoz de los comunes en el Congreso, Jaume Asens, que acusó al PSC de “priorizar los intereses de partido por encima de la gestión sanitaria”.
Dentro de la coalición las tensiones electorales surgieron, no obstante, hace semanas. Unidas Podemos comenzó a defender con más ahínco los indultos para los líderes independentistas o la necesidad de acelerar la reforma del Código Penal para rebajar las penas por sedición que liberarían de la cárcel a los presos del procés antes de lo previsto. Para los comunes ese sería un buen escaparate electoral, aunque no para los socialistas, en un momento en el que pugnan por hacerse con el electorado perdido de Ciudadanos.
En las propias filas socialistas han hecho equilibrios internos: mientras que Miquel Iceta marcaba distancias con ERC, en Ferraz no cerraban la puerta a una entente postelectoral con el partido con que prácticamente cada semana saca adelante proyectos legislativos e iniciativas parlamentarias. La candidatura de Illa tiene una doble lectura: por un lado dar un espaldarazo al PSC que Iceta, tras décadas dedicado a la política catalana asumió que no podía dar, atrayendo votante moderado de Ciudadanos, y por otro, mirando al día después para posibles entendimientos con los republicanos. “Es un hombre que tiende puentes”, reconocen en las filas socialistas mientras que la relación del primer secretario con Oriol Junqueras es tensa.
ERC mostró cierta preocupación con la patada que dio Sánchez en el tablero y sus dirigentes se lanzaron en tromba a reivindicar la necesidad de quedar en primera posición. “El Estado elige: Illa/PSC. O un pacto con PP/Cs para acabar con el independentismo o un pacto con JxC para repartirse la Generalitat como se reparten la Diputación. Y solo lo puede frenar Esquerra”, expresó el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián.
Pero no son las únicas peleas entre aliados. En el campo de la derecha también está la pugna después de que la aspiración de España Suma no fructificara tampoco en Catalunya. El PP también se ha lanzado a por los restos del naufragio de Ciudadanos, cuya victoria hace tres años dejó a los conservadores con una pírrica representación en el Parlament. Ahora el candidato, Alejandro Fernández, ha fichado a la que era la candidata, Lorena Roldán, antes de que Inés Arrimadas diera un cambio de timón colocando a Carlos Carrizosa.
El gran temor del PP es que Vox le adelante dado que en las generales se quedó a apenas 40.000 papeletas. El líder de la extrema derecha, Santiago Abascal, lleva ya meses en campaña en Catalunya, donde decidió pasar, por ejemplo, el Día de la Constitución ignorando el tradicional homenaje en el Congreso. Pese a sus alianzas con PP y Ciudadanos, Vox se presenta en Catalunya como el “único dique de contención” frente al independentismo. La batalla está servida.