“Entender la fuerza de los regionalismos o de los nacionalismos subestatales es entender cómo se ha modernizado el país”. Así empieza, taza de té en mano, Sebastian Balfour, catedrático emérito de la London School of Economics, a proporcionar un análisis histórico para entender mejor la crisis en Catalunya.
El historiador e hispanista se basa en el ejemplo de Francia que, al igual que España, ha tenido grandes diversidades lingüísticas y étnicas que se han ido homogeneizando en una identidad nacional predominante. La Revolución Francesa fue el principal determinante. “No sólo a través de la administración, de la política, de la educación sino a través de las guerras. La guerra es un crisol de identidades nacionales. Es una forma de sublimar identidades locales dentro de una identidad predominante. En Gran Bretaña el proceso fue algo distinto, ya que no fueron sólo las guerras, sino también el proceso brutal de la Revolución Industrial, los principales catalizadores de la identidad nacional británica. Como vemos en ambos casos, es la presencia de un Estado fuerte que tiene la capacidad de imponer su control sobre todo el territorio nacional lo que contribuye a favorecer la homogeneización de una identidad nacional”.
Fue menos posible en España, ya que la modernización aquí fue un proceso lento y asimétrico y el Estado español no pudo cohesionar con facilidad todo el territorio nacional. Implicaba que dependía fuertemente de las élites regionales, “no sólo de las de Catalunya y País Vasco, sino también de las locales: los caciques y los poderes fácticos, por lo que no se desarrolló una identidad nacional homogénea tan fuerte como en Francia”.
Esta dependencia derivaba considerablemente de la industrialización de Catalunya y del País Vasco produciéndose de esta manera una asimetría entre el centro y la periferia, “creando una situación de dependencia del centro a la periferia”. De ahí que ambas identidades regionales se hayan mantenido fuertes en España precisamente por los efectos distintos de la modernización.
De esta manera, señala que la identidad nacional catalana se construyó a raíz de la industrialización y modernización de Catalunya a lo largo del siglo XIX, alcanzando su momento álgido con la Renaixença. Esto es lo que no toma en cuenta el fundamento ideológico del independentismo actual, según el profesor Balfour: “La idea de una continuidad de identidad desde 1714 o incluso desde el medievo ignora que la identidad nacional es una construcción bastante moderno. Las identidades antes eran patrimoniales. No eras ciudadano, sino súbdito”.
Globalización e independentismo
Con la globalización, la identidad nacional catalana y el soberanismo se refuerzan como consecuencia de los cambios que conlleva “la creación de grandes bloques económicos y políticos en los que el Estado nación pierde la importancia dominante que tenía en el siglo XIX”.
El hispanista señala que, salvando las diferencias, el Brexit y el movimiento nacionalista catalán están relacionados en que son una reacción a “la progresiva pérdida de legitimidad por parte de los Estados nación”, que él caracteriza por la canalización de agravios y reivindicaciones socioeconómicas hacia la política de identidades.
Balfour apunta a la Gran Recesión iniciada en 2008 y la consecuente puesta en marcha de las políticas de austeridad como los otros dos grandes factores que son centrales para entender el nuevo impulso del independentismo catalán. Tal y como afirma el experto, las clases medias constituyen la base del movimiento soberanista catalán, al haber sido afectadas por la crisis y la austeridad con una pérdida significativa de su poder adquisitivo.
“La clase media es la que sustenta el independentismo. La más afectada por la crisis. Lo que pasa es que el proyecto independentista se construye sobre una utopía: la posibilidad de un nuevo Estado nación que puede sobrevivir en un mundo globalizado”
Para Balfour, el proyecto independentista representa una alternativa para las clases medias con la idea de que un Estado propio podrá mejorar sus condiciones de vida gracias a una mejor gestión de su economía. Esto se ha visto reforzado con el progresivo declive del movimiento 15-M, “que el independentismo catalán supo aprovechar”, vehiculando la idea de que un Estado independiente conllevará una regeneración institucional y una mejora de las condiciones de vida en Catalunya. El profesor Balfour constata cómo “una problemática socioeconómica se ha convertido en una cuestión identitaria”.
La entrada de Convergència en la reivindicación
Balfour destaca la existencia de diferentes proyectos dentro del movimiento independentista y señala el caso de CiU como el más sorprendente. Especialmente por sus antecedentes próximos a la burguesía catalana como la Lliga Regionalista, enfocada a obtener “los beneficios máximos de un Estado español, y porque la Lliga y la burguesía a finales del siglo XIX y en los primeros años del siglo XX dependían de las cuerpos de seguridad del Estado español para mantener el orden en las fábricas”.
Para el hispanista, la apuesta por la independencia, sobre todo por parte de Artur Mas, tenía que ver en parte con la decisión del Tribunal Constitucional en 2010 de rechazar parte del nuevo Estatut de 2006, pero también por fines electorales. “Se veían adelantados por Esquerra, pero también por el 15-M. Veían el riesgo de perder la oportunidad de atraer nuevas capas de la población”.
No hay que olvidar las distintas inclinaciones políticas de cada sector independentista. Las diferencias entre los distintos proyectos de Esquerra, PDeCAT y la CUP son un obstáculo para una Catalunya independiente. “No parece haber una hoja de ruta muy clara”, señala Balfour. Recuerda que hace dos años estuvo en una reunión con la ANC, Òmnium y Junts pel Sì, donde hablaron con periodistas, historiadores, políticos, todos extranjeros. “No supe distinguir cuál era la hoja de ruta para Catalunya una vez conseguida la independencia. El problema es alinear diferentes proyectos”.
Balfour tilda la alianza entre la CUP, PDeCAT y Esquerra de un “populismo nacionalista independentista”, populista en el sentido que busca aglutinar diferentes clases sociales e intereses socioeconómicos en torno a una identidad nacional compartida en contra del otro, el Estado o establishment madrileño.
Para el hispanista, esta unión “encubre múltiples contradicciones en cuestiones socioeconómicas, de cultura política y ambiental”. No obstante, ha tenido como efecto inmediato la aceleración del proceso político gracias al peso institucional alcanzado con la entrada de Convergència en el proyecto independentista.
Internacionalización del movimiento
El profesor resalta que al proyecto independentista catalán le cuesta ganar la simpatía de la comunidad internacional. “Si hablamos de los gobiernos europeos y la UE, fundamentalmente no quieren independencia para Catalunya porque les amenaza el subnacionalismo en sus propios Estados”, señala el historiador.
“Catalunya se ha visto un poco como un país neocolonial que busca su libertad, y no es así ni mucho menos, pero por la proyección de victimismo, reforzado por la represión del franquismo, que es fundamental para la identidad catalana, encontraremos mucha simpatía en toda Europa. Pero los estados han dicho que es un problema interno, no que Catalunya sea explotada”.
Sin embargo, tras los sucesos del 1 de octubre, las imágenes de represión por la Guardia Civil y la Policía Nacional han recorrido todo el mundo y ahora Balfour observa que “la prensa centrista en el Reino Unido, cuyos máximos representantes son el Financial Times, The Times, y The Economist, han reaccionado contra esa represión y el Gobierno español ha perdido muchísima legitimidad a causa de esto”.
Tal es así que los editoriales de estos periódicos condenaron el uso de la fuerza y urgieron al gobierno a emprender negociaciones para llegar a una solución política con un compromiso que pueda satisfacer ambas partes: “El Times afirma en un editorial que lo que España debería hacer es una consulta no vinculante sobre la independencia. Lo dicen igual más o menos The Economist, el Financial Times, y no hablamos de periódicos de izquierda sino centristas” apunta Balfour.
No obstante, esto no ha implicado un cambio en las posiciones de los países de la UE que siguen apoyando al gobierno central y consideran que no deja de ser un problema interno. Pero, en un escenario de represión, puede que esto cambie y, según Balfour “es muy probable, porque los catalanes han desarrollado formas de protestar muy imaginativas y efectivas que no van a permitir sin fuerza a las autoridades centrales gobernar con eficacia”.
Mala gestión actual
Sebastian Balfour es un enamorado de Catalunya y tiene una casa en un pequeño pueblo de Tarragona, además de un ligero deje catalán en su acento. Como muchos, él tampoco entiende la estrategia política de Rajoy, y menos la de convocar las elecciones del 21 de diciembre. “Unas nuevas elecciones sin Puigdemont, sin Mas, sin muchísima gente, que puede que hasta estén en la cárcel o en el exilio. Se perfila la elección de un parlamento y gobierno que representan sólo la mitad o menos de la población de Catalunya.”
“Todo el proceso ha llevado a una polarización difícil de superar. Es difícil ver soluciones que no pasen por la flexibilización de la Constitución”.
“Pero conozco a gente que antes del 1 de octubre estaba en contra de la independencia, pero que iban a votar a favor para molestar al Gobierno central, al que odian, y eso antes de los incidentes del 1 de octubre, así que imagínate. En mi pueblo, en el que durante el invierno hay como siete u ocho personas viviendo, pero que tiene un censo de unos 50 habitantes, la gran mayoría está a favor de la independencia, pero las diferencias se discuten, al menos entre algunos, con pasión pero amistosamente”.